2024 debe ser el año del comienzo del fin. Un año para empezar a enrumbar a Venezuela por las sendas de la reconciliación, la prosperidad y la paz. Año de dar la espalda a los violentos, a los que siguen empeñados en mantener el rumbo que ha destruido al país y sólo privilegia a un grupito que se beneficia de la crisis sin importarle el sufrimiento de las mayorías. Es hora de detener esa hemorragia de venezolanos cuyos talentos están al servicio de economías extranjeras y cuyas remesas no sólo mantienen con vida a los familiares en Venezuela, sino al propio gobierno pues sus envíos están siendo una fuente importante de divisas. Venezuela es el mayor exportador de talento humano del mundo. Pero ello no parece preocuparles a los que nos gobiernas, dedicados a mantenerse como sea en el poder. Dados los niveles de la destrucción y del colapso de todos los servicios, la  reconstrucción va a exigir mucho esfuerzo y sacrificio y requerirá bastante tiempo. Por ello, hay que empezar ya.

Es evidente que el pueblo ha comprendido la falacia y el engaño de tantas promesas sin contenido, de tanta siembra de ilusiones que se tradujeron en miseria. Por ello le ha quitado el apoyo al gobierno. El pasado referéndum, a pesar de los esfuerzos del Consejo Nacional Electoral por manipular los resultados, puso en evidencia que hoy son muy pocos los que siguen apoyando este desgobierno y que la inmensa mayoría quiere un cambio. Frente a los abultados números que nos dieron, todos pudimos ver numerosos centros prácticamente vacíos. Y uno no puede menos que preguntarse: ¿Acaso la actuación del Consejo Nacional Electoral no confirma las acusaciones de  manipulación de los resultados de otras elecciones?

Cuando  unos pocos siguen manteniendo que hay que defender la revolución a cualquier precio, ¿a qué revolución se refieren? ¿Cuáles son los logros de esa revolución? ¿Pueden señalar una sola cosa que funcione, un servicio del que podemos gozar sin sobresaltos ni penurias? ¿Qué  revolución es esa que ha convertido al país más próspero de Latinoamérica en el más miserable, que está acabando con la educación y la salud y  matando de hambre a los pensionados y a los empleados públicos?

Es evidente que los que disfrutan de este desgobierno y han perdido todo vestigio de vergüenza y de ética, harán lo imposible para que continúe la situación, sin importar que, para ello, haya que pisotear las leyes  y violar la Constitución.

¡Basta ya de retórica, de culpar a otros de su fracaso  e intentar curar el cáncer del país con el mismo tratamiento que lo causa! ¡La situación es insostenible, no aguantamos tanto sufrimiento  y queremos soluciones ya! Si los que nos gobiernan, insensibles a la tragedia de las mayorías porque no les tocan los problemas que sufrimos los demás, siguen aferrados al timón y no quieren reconocer –o no les importa-, que siguen  destruyendo do al país, debemos unirnos para cambiarlos. El poder es nuestro, no de los que nos gobiernan y debemos ejercerlo. Por ello, tenemos que recuperar la confianza en nosotros y la confianza en el voto como mecanismo idóneo para salir de esta ya demasiado larga crisis. Para ganar la batalla de la libertad, debemos estar convencidos de que podemos ganarla y trabajar con tesón por lograrla. Son tiempos para la organización y la acción. Son tiempos para sepultar de una vez las tentaciones de golpes o invasiones, y volver a las elecciones como medio esencial de recuperar democráticamente al país. Las próximas elecciones van a ser el comienzo del fin.

Antonio Pérez Esclarín es educador y Doctor en filosofía. @pesclarin

Las opiniones expresadas en la sección Red de Opinadores son responsabilidad absoluta de sus autores