7 de marzo, el apagón que nos cambió

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Foto: Isaura Ramos

El 7 de marzo dejó de ser una fecha cualquiera en el calendario de los venezolanos. Hace exactamente un año, a eso de las 4:45 de la tarde, se hizo de noche de pronto, todo quedó a oscuras, las señales telefónicas se vinieron abajo y nadie se imaginaba lo que estaba por pasar.

Incertidumbre, angustia, desesperación, poca agua y pocos alimentos. Así se vivieron los primeros cuatro días que marcaron lo que aún hoy, un año después, siguen padeciendo algunas ciudades.

Recientemente, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aplicó una encuesta en el país que dio por resultado que cuatro de cada diez hogares sufren interrupciones diarias de electricidad.

A pesar de los anuncios, las promesas, amenazas y presupuestos del gobierno nacional, a través del presidente Nicolás Maduro, el ministro de energía eléctrica y presidente de Corpoelec para ese entonces, Luis Motta Domínguez y diferentes voceros de turno, entidades como Zulia, Mérida, Táchira, Trujillo, Lara, Barinas, Portuguesa, Guárico y Apure, siguen soportando apagones y racionamientos de hasta 6 horas diarias o más.

Pero, ¿cómo viven hoy estas personas? ¿Cómo han cambiado sus vidas desde entonces?

Para Diana Paredes, «mi vida de verdad cambió completamente desde el primer apagón porque ahorita cada vez que se va la luz, estoy angustiada. No se si vuelve, si va a durar días u horas».

Ella es de Valera, estado Trujillo, y se angustia cada vez que los bombillos de su casa comienzan a titilar. «Hace poco quitaron la luz por 12 horas y fue fuerte. Uno no duerme bien, los niños lloran, el calor, los zancudos…», todo se junta.

El Zulia marginado

Neiri Salas vive en Machiques, ciudad fronteriza del estado Zulia. Hace un año trabajaba en el comercio en la mañana y luego, desde su casa, como costurera, pero ahora tuvo que abandonar el oficio «porque nunca hay luz en la tarde».

«No hay un horario determinado. En la noche tengo que llegar cocinando con un mechurrio o una lamparita de gasoil», cuenta Salas. Pero esa alternativa afecta la salud tanto de ella como de su esposo, quien tiene movilidad reducida producto de la diabetes que padece.

También en el estado Zulia, pero hacia el municipio Guajira, Alejandra González tuvo que cerrar su negocio de piñatería en Los Filuos porque no generaba las ventas necesarias para pagar el alquiler del local.

«Ahora tengo un negocio en mi casa porque no puedo llevar un negocio grande con la situación que hay», cuenta.

Una planta eléctrica, la gran solución por la que optaron muchos para salvar sus negocios, se cotiza en unos 800 mil pesos colombianos en la Guajira zuliana. En esta zona no negocian con bolívares.

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Foto: El País.

En el centro de Paraguaipoa han pasado hasta 60 horas sin electricidad.

Por su parte, Jairo Gil es de los que piensa que ese primer apagón nacional «vino fue a aclarar la realidad de nuestro sistema eléctrico en la Guajira. Somos la cola de Venezuela, el último rabito del Guri».

Para Gil, quien vive en la población de Paraguaipoa, el 85% de los vecinos de todo el municipio están sin servicio eléctrico. Es el cálculo que saca basándose en las denuncias que hay de transformadores quemados que deben ser comprados por los mismos habitantes de esas comunidades.

Otro problema recurrente en la Guajira zuliana son las guayas que se revientan de los postes eléctricos y algunos de ellos hasta han caído sobre las casas de otros vecinos.

Justo eso pasó esta semana en casa de una de sus hijas: una guaya cayó sobre el techo y cuando repararon para conectar el servicio, se incendió el aire acondicionado porque había hecho corto circuito. Se incendió el cuarto de las niñas y se quemó toda su ropa. «Esa es la zozobra que vivimos actualmente en la Guajira», reflexiona.

Afortunadamente tras este hecho, ni sus nietas ni su hija salieron heridas.

El Alto Apure se apaga

También en la frontera pero por el estado Apure, Haydé España lamenta la situación actual.

Su negocio se ve directamente perjudicado: es dueña de un cyber en Guasdualito que depende directamente de electricidad, esa que a veces no tienen durante las horas del día.

Más recientemente y producto de un apagón, se quemaron 13 fuentes de poder de las computadoras que alquila para sostenerse. Ninguna tuvo arreglo. Para reponerlas, tuvo que viajar hasta la ciudad colombiana de Arauca y comprar cada una nueva en 50 mil pesos, que equivalen a un millón 250 mil bolívares. Cifra que puede variar según la cotización del día.

«Antes teníamos un horario que se estaba cumpliendo como era. Ahora no sabemos en qué momento se nos va la luz. A veces se nos va todo el día y se sobreentiende que el negocio no puede abrir», agrega.

También perdió una fotocopiadora y una impresora con inyección de tinta por otro apagón.

¿Hay luz al final del túnel?

No muchas personas se sienten optimistas respecto a la recuperación del Sistema Eléctrico Nacional.

Diana, la señora que pasa hasta 12 horas al día sin electricidad en Trujillo, no cree que «hayan hecho reparaciones porque veo que cada día está peor. Antes de ese apagón, no vivíamos tantas irregularidades en la luz. Ahora hay bajo voltaje, las neveras no arrancan bien y se nos dañan las cosas».

Justamente a ella se le han dañado dos televisores este último año producto de los cortes repentinos «y nadie responde por eso. Yo siento que Corpoelec o a quien le compete, no está haciendo nada para resolver el problema.»

Una opinión similar tiene Neiri Salas desde Machiques de Perijá: «nada. Para mi ha sido peor porque ahora uno no puede salir de la casa de noche porque los ladrones se meten a registrar».

Su petición es sencillamente que disminuyan el tiempo de corte. Actualmente pueden llegar a estar siete horas a oscuras, por eso pide que sea, de máximo, 3 horas diarias.

Mientras que para Haydé España, la dueña del centro de navegación en Guasdualito, «es terrible lo que estamos viviendo, no le vemos solución a esto. No veo que las autoridades se pronuncien. Ni siquiera le participan a uno como comerciante sobre estos racionamientos aunque esto es apagón y punto».

Electricidad, el servicio de los servicios

La frase anterior le pertenece a Julio Cubas, presidente del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos.

En una encuesta aplicada por el Observatorio en diciembre pasado, el 61% de los consultados en 10 principales ciudades del país manifestó su intención a pagar por las tarifas de servicios públicos y eso incide en que funcionen de manera eficiente.

Pero en otro estudio, también aplicado en diciembre de 2019, los encuestados en ciudades ubicadas al occidente del país tienen más bajos los niveles de valoración positiva del servicio eléctrico. Por ejemplo, en San Cristóbal solo obtuvo un 19% aceptación, en Maracaibo 19,5%, Barquisimeto 22,8%, Punto Fijo 33,8% y en Barinas 35,7%.

De acuerdo con la nota de prensa del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, «ciudades localizadas en el centro y oriente del país reportaron mejores valores de calificación positiva, a pesar de no alcanzar en ninguno de los casos índices de óptimo desempeño.»

Todos quieren regresar en el tiempo

Betzida Semprún le pide a las autoridades nacionales mirar hacia la Guajira, en el Zulia, para que «que vean la situación, no por nosotros como madres sino por los niños. Ellos sufren eso, se trasnochan, no les gusta no poder hacer sus tareas. Es la realidad de nosotros. Es ver a nuestra Guajira. Venezuela somos todos.»

También llama a la reflexión a la sociedad civil pues «la situación es de todos y debemos luchar por todos nosotros. Lo que queremos es una solución, no puede ser que ya haya pasado un año.»

Haydé España desde Guasdualito sueña con volver a como éramos antes, «tener un municipio tranquilo, que tengamos todos los servicios como eran, que no nos haga falta de eso. Vivir la Venezuela de antes.»