La COVID-19 se expande sin tregua en el continente africano, que acumula ya más de un millón de casos registrados en 47 países y más de 20 000 muertes.
En los últimos meses se ha registrado un incremento exponencial. La mitad de estos casos (más de 553.000) corresponde a Sudáfrica, el epicentro de la pandemia en el continente y el quinto país en el mundo con mayor número de infectados.
Le siguen muy por detrás países como Nigeria (46.140), Ghana (40.533), Argelia (34.693) y Kenia (25.837).
Y en medio e esta situación compleja en materia de salud, los gobiernos de estos países se enfrentan a la escasez de test de diagnósticos y la insuficiencia de recursos médicos y de personal sanitario.
Problemas que parecen estar minando el éxito de la lucha de África contra la pandemia.
Aunque existe variabilidad entre los países africanos, en términos globales apenas la mitad de la población tiene acceso a atención primaria, y sus sistemas de salud funcionan a la mitad de sus posibilidades.
Entre los retos a los que se enfrentan para incrementar su capacidad de diagnóstico estarían la instalación de laboratorios de referencia, el aumento del personal sanitario y el autoabastecimiento de material sanitario.
Además, debido a la pandemia, la cooperación internacional se ha visto mermada. Países como Estados Unidos están limitando el acceso a suministros médicos. La Unión Europea también ha instado a los países miembros a limitar la exportación de EPIS y posibles medicamentos contra el covid-19. En Abril, John Nkengasong, director de los Centros Africanos para el Control y la Prevención de Enfermedades en Addis Abeba, escribió en Nature acerca de cómo los países africanos están siendo excluidos del mercado mundial de tests de diagnóstico.
Al impacto del confinamiento en la educación, los sistemas de salud, la seguridad alimentaria y la economía, se le suman los efectos colaterales que la pandemia del coronavirus está teniendo en los programas de salud dirigidos a otras enfermedades: la tuberculosis, la malaria y el sida acaban cada año con la vida de millones de personas.
El Fondo Mundial de Población presentaba los datos de la primera ola de la pandemia que mostraban que el 85 % de los programas contra el VIH habían sufrido interrupciones, 78% de los de la tuberculosis y 73% en el caso de la malaria.
La OMS alerta de que estas perturbaciones afectan sobre todo a las campañas de aprovisionamiento de mosquiteras y en el acceso a antipalúdicos.
Los modelos epidemiológicos pronostican el doble de casos de malaria en el África subsahariana en los próximos años. Esto haría retroceder 20 años en la lucha contra la enfermedad.