Joe Biden, actual presidente de los Estados Unidos, se encuentra a una difícil coyuntura multidimensional que deberá enfrentar con muy poco margen de equivocación en un mundo cada vez más complejizado.

En lo geopolítico, ya las cosas no son iguales. El peso de la alianza sino-rusa más el desafío que significará el crecimiento demográfico, económico y tecnológico de la India en pocos años ponen a los Estados Unidos en una situación límite. Aunado a la exacerbación de conflictos bélicos que amenazan con dejar de ser locales y expandirse en formato regional y hasta global. Ni que decir de América Latina y los flujos migratorios que tienen implicaciones en los EEUU y el resto de la región.

En la política exterior que se asocia directamente a la impronta del primer mandatario norteamericano hay tres frentes abiertos. El primero, la reconstrucción de la relación con China en medio del nuevo rol que lleva adelante ahora la nueva superpotencia, para tratar de “suavizar” las diferencias que han venido surgiendo en los últimos tiempos y canalizar mejor los problemas económicos y políticos del planeta.

El segundo es el manejo financiero, diplomático y militar tanto de la invasión rusa a Ucrania como del conflicto en Gaza y los escarceos en el mar rojo y en la región que amenazan con escalar.

Por último, la enorme apuesta por “destrancar” la situación en Venezuela a partir de un pragmatismo puro y duro que pueda llevar a unas elecciones presidenciales con resultados reconocidos por todas las partes.

En lo interno, se enfrenta a un Donald Trump repotenciado. Según las últimas encuestas el exmandatario está abriendo una brecha importante de apoyo que lo puede catapultar de nuevo a la Casa Blanca aún en medio de los diferentes líos judiciales que confronta. Aunque en su partido son pocas las resistencias a su deseo de reelegirse, el panorama en general no luce fácil para él en esta oportunidad.

Por lo tanto, se abre un laberinto para Biden, en el cual deberá pensar con cabeza fría. Lo primero tiene que ver con su edad. Tener 81 años y ser presidente de la nación más importante del planeta no es algo sencillo, más aún, si te reeliges, llegarías con 85 años a la finalización de tu segundo mandato. Aun cuando puedas tener la vitalidad suficiente para hacerlo, las circunstancias especiales y tan dinámicas que se viven en este “cambio de época” obligan a los presidentes a un ritmo de respuesta muy rápido que a esa edad son complicadas.

Por otro lado, los temas con los que ha venido lidiando y apostando en su ejercicio gubernamental requieren una atención demasiado especializada con un tiempo absoluto de dedicación para que puedan salir bien.

Para Biden, así como muchos líderes en la historia, lo importante es salir por la puerta grande y con una contribución enorme al desarrollo de la humanidad. Las condiciones están dadas para ello, inclusive para mejorar el performance del partido demócrata de cara a las presidenciales de noviembre próximo. No es una decisión fácil. Puede ser un verdadero laberinto, pero muy en el fondo, el mandatario lo sabe.

Estados Unidos necesita líderes de las nuevas generaciones que comprendan mejor las dinámicas actuales del mundo. Biden puede ser el pivot que abra la bisagra para impulsar esa renovación necesaria. Trump es también el pasado en los EE.UU. y un segundo mandato, a su edad, también puede representar un retroceso para una nación acostumbrada a liderar al mundo en innovación.

Piero Trepiccione es politólogo y Coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara. @polis360

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