Nayib Bukele ha sido reelecto presidente de El Salvador, aunque hasta el momento de escribir estas líneas aún no se había cerrado el escrutinio final. Según lo anunció él mismo ante sus partidarios, su victoria estaría soportada con alrededor de 85% de los votos y también obtendría una mayoría aplastante en la Asamblea Legislativa del país.
No hay cifras oficiales todavía, pero nadie duda de su victoria ante las evidencias de popularidad de su mandato.
Bukele, no solo es popular en su país sino en toda la región. Es impresionante la admiración que causa en muchos estratos poblacionales de América Latina y el Caribe; especialmente, entre los más jóvenes. Su estilo directo, irreverente, sarcástico y de conexión con los nuevos formatos de comunicación, aunados a su lucha contra la inseguridad, de lejos, el principal flagelo que agobia a ese país centroamericano, le han valido enormes signos de admiración hasta ahora.
Formato novedoso
Bukele ha impresionado por lo novedoso de su formato, aunque, él particularmente, no ha sido un actor que incursionara directamente en una aspiración presidencial pues fue alcalde previamente y militante de un partido histórico de El Salvador como lo es el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional).
Marcó su propio camino a partir de 2019 y creó una nueva organización denominada Nuevas Ideas, que ha sido su base organizativa de cuadros partidarios. El norte de su actuación a partir de 2019 ha sido la polémica pública. Su figura se recrea como el centro de gravitación de la vida salvadoreña y da pasos extremadamente atrevidos hasta en materia económica.
Tanto así, que invirtió alrededor de 800 millones de dólares de las reservas internacionales en bitcoin, causando un verdadero revuelo mundial ante esa decisión de Estado. La forma de desarrollar su hiperliderazgo se basa en una “efectiva” utilización de las redes sociales y las multiplataformas digitales que facilitan la comunicación directa entre el líder y la población en general.
En términos de ejercicio de la democracia, este formato de actuación obviamente desarticula los contrapesos institucionales que limitan el poder de una sola persona y los distribuyen equilibradamente para impedir el fenómeno de la “autocratización”.
Pero, las poblaciones y de manera particular, los jóvenes, ven como una referencia positiva este estilo de liderazgo sin calificar el deterioro de la noción de democracia. Pareciera que los resultados y el formato de comunicación priman en estos tiempos, un fenómeno digno de analizar porque no sólo se ha venido aplicando en El Salvador sino que ha venido proliferando por toda la región.
Irreverente
Hoy día, un líder que comunique de manera irreverente y muestre resultados contundentes de sus actuaciones, aun pasando por encima de derechos humanos elementales, tiene mucho éxito de popularidad. La polémica vende demasiado bien en términos de comunicación política.
La noción de democracia, por el contrario, ha venido perdiendo el interés de poblaciones enteras que no ven resultados satisfactorios en las ejecutorias de este tipo de sistemas políticos. Por lo tanto, el autoritarismo y sus formas derivadas ganan terreno como nunca antes en los imaginarios colectivos y la democracia es vista como la culpable de los pocos éxitos que se alcanzan en la gestión.
Bukele ha inaugurado un camino que comportará un enorme debate existencial en torno a la convivencia democrática.
Los pueblos privilegiarán la popularidad y la polémica junto a los resultados concretos de la gestión pública, aunque esto signifique perder libertades y derechos, o, por el contrario, ¿surgirán movimientos que contrarresten estos nuevos parámetros de liderazgo en favor de los equilibrios políticos necesarios para garantizar el estado de derecho?
Es muy temprano todavía para conocer las respuestas…
Piero Trepiccione es politólogo y coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara | @polis360
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