Cementerio El Cuadrado de Maracaibo, enterrado por la crisis

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Foto: Mario Pérez Chacín / Caracas Chronicles.

Cuando se camina hasta la entrada del cementerio El Cuadrado, en la avenida Las Delicias de Maracaibo, el techo que te acobija es de color amarillento y manchado, cubierto de pedazos de periódicos y, a los costados, hay pequeños cuartos que conducen a la nada: en uno de ellos se alberga una estatua una Virgen de un metro veinte, que más allá de inspirar tranquilidad, inspira terror. Seguidamente, hay un perro jadeando acostado en el piso, el cual es el único tipo de resguardo y seguridad que tiene lugar.

Este es un negocio familiar que se heredó de generación en generación. Hoy, tiene 174 años y se ve golpeado por la decadencia y el total descuido, que hacen que luzca como una escena de la segunda guerra mundial, cuando en algún momento llegó a ser el segundo más importante de la ciudad.

Montañas de pastizal, escombros de yeso o cemento; pedazos de ladrillos y restos de huesos que en algún momento pertenecieron a alguien que en vida nunca pensó que su cuerpo serviría para la delincuencia: eso es lo que se aprecia cuando se camina entre las tumbas.

Daniel Madueño, quien tiene 60 años trabajando en este lugar, ha tenido que recoger los huesos que los maleantes dejan desparramados cuando finalizan su acto.

Por otra parte, José Antonio Ferrer, ecónomo del cementerio y quien lo heredó hace 7 años cuando su papá falleció, explicó por qué el nuevo modus operandi de los delincuentes es profanar las tumbas: “anteriormente enterraban a los difuntos con dientes de oro, o alguna prenda de valor, pero eso no valía absolutamente nada. En cambio, en estos tiempos, eso vale mucho dinero”.

El ecónomo contabiliza que han profanado 800 tumbas por semana desde hace un año. “Hay una delincuencia depravada. No hay moral, no hay respeto por los difuntos, por los valores”, lamentó.

El cuerpo enterrado de una persona tarda 8 años para exhumarse y trasladar los restos al osario y los delincuentes optan por las que tienen más de 100 años de antigüedad, es decir, de 1920 en adelante. La mayoría están destrozadas. “Las tumbas tienen floreros de mármol muy grandes, y eso lo agarran para romper los osarios hasta conseguir algo”, afirmó Ferrer.

El ecónomo estimó que hay 10 mil trescientas personas enterradas en El Cuadrado, y que hay 15 mil bóvedas, de las cuales el 30 % ya no tienen asistencia, puesto que “se han perdido porque son muy viejas, o porque familiares las dejaron abandonadas”.

En cuanto a las ganancias que se generan allí, los servicios que entran son compartidos por los obreros, sepultureros, trabajadores y jardineros. Según Ferrer, ya no venden terrenos, no tienen sueldo alguno, ni prestaciones. El dinero que ganan es por el servicio de limpieza que le dan a las parcelas, que son pagadas por los familiares.

Esto explicaría el estado deplorable en el que está el recinto, en el que para los fieles devotos, los cuerpos deberían descansar “en paz”.

La alcaldía de Maracaibo ha prestado la colaboración al sitio haciendo la limpieza general. Sin embargo, Ferrer, decaído y sin esperanza, pide constantemente colaboraciones a fundaciones.

Además de ser un lugar de descanso para los cuerpos, también es patrimonio cultural e histórico pues hay próceres cuyos monumentos que han sido robados, como el de Jesús Enrique Lossada, protagonista de la reapertura de la Universidad del Zulia y rector de esa alma mater desde el año 1946 hasta 1948. Los restos simbólicos de Humberto Fernández Morán, quien inventó el bisturí punto de diamante, también han pasado por allí.

El pasado 20 de junio, en el cementerio Municipal de Valencia, estado Carabobo fue profanada la tumba del Padre José María Rivolta Chávez, quien fue fundador del proyecto Hogares Crea de Venezuela y del Colegio Universitario Padre Isaías Ojeda. Hechos como estos se repiten en toda Venezuela, donde ni los muertos descansan en paz.

Por Nazaret Torres Padrón