¿Comeremos hoy?

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Héctor Escandell
Héctor Escandell

Antonio, un venezolano de carne y hueso que intenta sobrevivir en un país potencia.

Y entonces salta la pregunta: ¿Comeremos hoy? La respuesta nunca ofrece una certeza, comienza más bien una suerte de viacrucis donde queda expuesta toda la dignidad de un hombre que trabaja y no es capaz de llevarse un bocado al estómago.

Cuando lo conocí, estaba sentado sobre un muro en el Banco Central de Venezuela, en Caracas. Mostraba cansancio y una profunda tristeza que resaltaba en las arrugas de un rostro golpeado por los años y la pobreza. Se llama Antonio y es obrero en el edificio que almacena la riqueza de un país, bajo sus pies hay oro, dólares, euros, bolívares y cuanto papel moneda existe en Venezuela. Él los ve entrar y salir, con su escoba y su pala. Me dice que siempre votó por Chávez y por Maduro, pero que en 2018 no fue a votar. Ya se sentía traicionado.

Era como la una de la tarde y yo venía de comprar cigarros. Tratando de prender uno, me tropecé con sus pies que se balanceaban en el aire. “Disculpe, señor”, le dije. “Tranquilo, pero me podrías regalar un Belmont”, me respondió él.

Sus zapatos, que estaban a la altura de mi cara se veían destrozados, las trenzas eran de otro par, y en el izquierdo tenía un hueco que dejaba asomar una media que alguna vez fue blanca.

Saqué un cigarro y se lo entregué, él se lanzó del muro y me extendió la mano. Le advertí que era un Chester.

-Tranquilo, este es más fuerte, mejor. Así engaño más tiempo al estómago.

Supuse que no había almorzado, quizás no había desayunado. Cruce la calle y compré un pan andino, me devolví y se lo entregué. Con paciencia, mientras fumaba, desató el nudo de la bolsa, y como una escena bíblica partió el pan y me ofreció, también le dio un trozo a otros dos que estaban cerca de él.

-Esos chamos tampoco han almorzado, trabajan aquí conmigo.

A todas estas, yo estaba estremecido, el cigarro se me consumió y apenas lo probé. Le pregunté desde cuándo trabajaba en el banco y cuánto ganaba.

Mientras masticaba el pan me dijo que tenía doce años limpiando los pisos cuatro, cinco y seis. Le pagan sueldo mínimo y todavía es contratado. “Nunca me han querido pasar a fijo, son unas ratas, cuando venían las elecciones nos ofrecían los cargos y después inventaban que no había presupuesto, y ahora salieron con el cuento de las sanciones”.

Antonio vive en Casalta, se levanta a las tres de la mañana y las cuatro y media ya está limpiando una panadería cerca de su casa, el dueño le paga con pan y, a veces, con queso. Con eso deja el desayuno a sus dos hijos y después se va al banco. La esposa se fue para Perú en 2017 bajo la promesa que mandaría dinero y luego los buscaría. Casi dos años después, no hay razón de Roxana, desde que la vieron montarse en un bus cerca de La Hoyada ya no supieron de ella. “Mis chamos me preguntan. Uno tiene cinco y el otro nueve, y es arrecho. Nos jodimos nosotros, ahora yo no me puedo ir, ¿con quién los dejo?

Esta semana entrevisté al expresidente de Fedenaga y Fedeagro, Carlos Albornoz, me dijo que durante los apagones nacionales la industria láctea sufrió mucho. Solo en el último se perdieron 200 mil litros de leche. También contó que, según los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), el venezolano promedio consume 2,7 kilos de carne al año. El promedio en los países de Suramérica es superior a los 40 kilos por persona al año. ¿Qué estamos comiendo?

“Casi siempre yo no almuerzo, por eso me vengo pa’ este muro”. Dice Antonio con mucha vergüenza, además confiesa que le ha tocado comer de la basura.

-Yo busco, brinco y salto pa’ que mis chamos coman algo todos los días, pero a veces, cuando tengo dos o tres días sin comer, en la tardecita salgo y registro las bolsas. ¿Me entiendes?

Según Hugo Chávez, en 2019 Venezuela sería la primera potencia económica de América Latina, se lo dijo a Ernesto Villegas en televisión como parte de sus promesas. ¿Cuánto gana un trabajador en Venezuela?

El salario actual es de 18 mil bolívares, algo parecido a 6 dólares a tasa oficial y a unos 5,3 a taza paralela. Un kilo de carne cuesta 10 mil, un kilo de arroz 3 mil, un kilo de pasta 9 mil, ¿seguimos contando? La primera potencia económica de América Latina, el país de los seis millones de barriles de petróleo por día, el de la petroquímica más productiva del continente, le paga eso a sus empleados. Los últimos datos son parte de la narrativa de lo ingenuo, lo cierto es que la petrolera apenas saca 700 mil barriles al día y la petroquímica no existe. Lo de ser la primera potencia económica también se quedó en las arcas de la corrupción.

Antonio es un tipo real, la expresión más genuina de los venezolanos que, a pesar de levantarse temprano y hacer las cosas bien, el socialismo bolivariano sumerge en la mismísima miseria.

El Presidente de la Organización de Naciones, Antonio Guterres escribió esta semana en su cuenta de Twitter que más de siete (7) millones de venezolanos requieren asistencia humanitaria de forma urgente. La Cruz Roja Internacional también hace votos por ayudar a las familias -que como la de Antonio-, no pueden esperar más. Se acabó el tiempo.

Cuando decidí seguir mi camino de vuelta al trabajo, otra vez, Antonio me extendió la mano, le di otros dos cigarros y caminé con la mirada enterrada en el piso. ¿Cuántos más hay como él en este país?, vaya usted a saber, la única certeza que tenemos hoy los venezolanos es la pregunta de cada mañana: ¿Comeremos hoy?