La primera prueba de una vacuna contra la viruela se hizo en un niño de 8 años. James Phipps era el hijo del jardinero de Edward Jenner, un investigador y médico rural británico que investigaba la viruela. Era mayo de 1796, la inoculación del virus era una práctica extendida para generar inmunidad en el organismo, pero era riesgosa porque había riesgo de desarrollar la enfermedad. Jenner había notado que las mujeres lecheras no contraían la viruela de forma normal. Algunas tenían marcas en sus manos y síntomas mucho más leves, no morían por la enfermedad.
Las vacas sufrían de viruela bovina, una variación del virus variola que no era grave en los humanos. Jenner tomó pus de las ampollas de una lechera y la inoculó en Phipps, el hijo de su jardinero. El niño tuvo fiebre, pero la superó en pocos días. Entonces Jenner le inoculó el virus de la viruela humana. El niño no enfermó. Jenner repitió el experimento en más de 20 personas y tuvo el mismo resultado. Tomó 44 años para que el gobierno británico aceptara sus hallazgos. En 1840, se prohibió la inoculación y se implementó la vacunación gratuita en el país.
Pero la viruela siguió siendo un problema por dos siglos. A mediados de la década de 1960 la viruela continuaba siendo una enfermedad endémica en países africanos y asiáticos. En 1966, la OMS diseñó un programa para erradicarla. Se hicieron programas de vacunación masiva y fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica para detectar casos. Las vacunas se aplicaron en todos los continentes, en ciudades y pueblos. En 1980, después de 14 años de trabajo, la OMS declaró la viruela oficialmente erradicada.
Las epidemias terminan cuando disminuyen los contagios y la enfermedad ya no representa un problema de salud pública. Controlar la enfermedad puede llevar a dos escenarios: eliminarla o erradicarla.
La eliminación se logra cuando la enfermedad ha sido controlada y se rompen las cadenas de contagio. Ya no hay pacientes que puedan infectar a otros, bien sea porque fallecieron, o porque fueron tratados, sobrevivieron y su organismo se puede defender de la enfermedad. La vacunación generalizada también crea inmunidad. Cuando una enfermedad se considera eliminada, deja de ser un problema de salud pública, pero se mantienen sistemas de vigilancia para evitar que vuelva a surgir.
Una enfermedad puede ser eliminada en un país o región, pero reaparecer en algún momento. Por ejemplo, en 1961 Venezuela se convirtió en el primer país del mundo en eliminar la malaria después de una campaña liderada por el doctor Arnoldo Gabaldón. Casi 60 años después de ese logro, las fallas en el sistema de vigilancia epidemiológica y la falta de prevención ocasionaron que Venezuela sea el país con más transmisión de malaria en América.
La erradicación implica la eliminación definitiva de la enfermedad a nivel global. No hacen falta sistemas de vigilancia porque la enfermedad no puede volver a aparecer.
La OMS establece tres criterios para declarar erradicada una enfermedad:
1.- La transmisión de la enfermedad fue interrumpida.
2.- Existen suficientes mecanismos de diagnóstico para asegurarse de detectar todos los casos que podrían generar contagios.
3.- El agente infeccioso debe afectar a un solo tipo de reservorio (solo a humanos o solo a una especie animal determinada).
Aun si no hay reportes de nuevos casos en humanos, no se puede declarar erradicada una enfermedad que tenga un agente infeccioso que pueda vivir en animales. Los agentes infecciosos como los virus zoonóticos pueden mutar, mantenerse en animales y reaparecer después en humanos.
La fiebre amarilla es un ejemplo. Esta enfermedad proviene de un arbovirus que tiene su origen en los monos y se transmite a través de los mosquitos de las familias Aedes, Haemogogus y Sabethes. Tanto los monos como los humanos la pueden padecer. Si la OMS lograra eliminar todos los casos de humanos con fiebre amarilla, todavía quedarían todos los monos y mosquitos que pueden ser portadores del virus. La única manera de erradicar la fiebre amarilla implicaría acabar con toda la población susceptible al virus. Implicaría vacunar a todos los humanos, pero también vacunar a todos los monos y matar a todos mosquitos portadores.
Hasta ahora, solo se ha erradicado una enfermedad humana y una enfermedad animal: la viruela y la peste bovina. El Grupo de Trabajo Internacional para la Erradicación de Enfermedades, una institución perteneciente al Centro Carter y asesora de la OMS, considera erradicables siete enfermedades actualmente: poliomielitis, dracunculiasis, sarampión, paperas, rubeola, filariasis linfática y cisticercosis.
Tres de ellas podrían erradicarse con medidas de prevención y sistemas de vigilancia estrictos para impedir los contagios. Las otras cuatro podrían erradicarse mediante vacunas.
Durante la epidemia de una enfermedad nueva, los esfuerzos para terminar el brote trabajan en dos niveles: encontrar un tratamiento que permita curar a los infectados o aliviar la enfermedad y desarrollar una vacuna que permita proteger a las personas sanas de infectarse.
La primera vía para terminar una pandemia es conseguir un tratamiento. Para desarrollar tratamientos es importante conocer el agente patógeno que causa la enfermedad. Su naturaleza y estructura determinan cuáles tratamientos pueden funcionar. Después de que se crean los medicamentos, deben pasar por varias fases de pruebas hasta que se demuestre, primero, su efecto, luego, que son seguros para el consumo humano, y finalmente, que se puedan producir de forma masiva.
El descubrimiento y uso de los antibióticos desde 1940 fue un hito para la medicina, ya que permitió combatir las bacterias y hacer menos letales a las enfermedades causadas por ellas. La tuberculosis, la fiebre tifoidea y la peste son todas causadas por bacterias.
No todos los tratamientos curan las enfermedades, pero pueden controlar sus síntomas, hacerlas menos contagiosas y menos letales. El sida no tiene cura, pero desde 1987 existen tratamientos antirretrovirales que reducen la carga viral del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que causa la enfermedad. Los antirretrovirales permiten que el organismo funcione normalmente y reducen la cantidad del virus en la sangre y fluidos, lo que también disminuye las probabilidades de contagiar a otros. Si se mantiene el tratamiento, los pacientes con VIH/sida pueden vivir por muchos años y sus niveles del virus en la sangre pueden acortarse hasta ser indetectables.
Para evitar las epidemias, la principal medida es la vacunación.
¿Cómo funcionan las vacunas?
El funcionamiento de las vacunas es, en principio, muy parecido a la inoculación de la viruela que promovía el matemático Daniel Bernoulli en el siglo XVIII en Francia.
Las vacunas introducen en el organismo una forma debilitada o muerta del patógeno que causa la enfermedad. Así estimulan al sistema inmunológico para que identifique el agente infeccioso y cree anticuerpos para combatirlo. De esta forma, cuando la persona se expone a la enfermedad real, el organismo ya está listo para detectarla y defenderse.
La aplicación de vacunas a gran escala ha ayudado a eliminar enfermedades y reducir brotes epidémicos en el mundo. Cuando la vacunación se convierte en una política de Estado, se crea una doble protección: la vacuna protege a cada organismo desde su sistema inmunológico, y la inmunización general en la población actúa como una barrera que impide la transmisión a grupos vulnerables que no se pueden vacunar, como personas alérgicas, bebés recién nacidos, personas con sistema inmunológico débil y también aquellos que no fueron vacunados en la infancia por decisiones morales o religiosas de sus padres.
Una enfermedad puede ser eliminada si se vacuna a un porcentaje representativo de personas. Este indicador se llama umbral de inmunidad de grupo.
Este trabajo fue realizado originalmente por Prodavinci con el apoyo de Pulitzer Center y lo puedes ver haciendo click aquí.