La resignación no es la postura que está marcando las dinámicas comunitarias en este tiempo post elecciones del 28J. Porque no hay asimilación al suceso. Todo lo contrario, priva la resistencia y persistencia democrática.
Se siente frustración, incertidumbre y miedo; pero también deseo de cambio. Es un deseo herido que sigue latiendo, porque el deterioro de las condiciones de vida es tal que lo nutren a diario.
Debido al encarecimiento de alimentos y servicios, la gente atiende varios frentes productivos. Ya que un solo trabajo, formal o informal, no es suficiente. Palpita la aspiración a vivir con mayor bienestar, libertad y autonomía ante las dádivas que generan dependencia.
Para los vecinos, los eventos ulteriores al 28J han sido reveladores. Ahora las personas, de la orientación política que sea, están más lúcidas. Juzgan desde la perspectiva democrática.
La confianza en el voto, y en la institución que lo protege, está en terapia intensiva. A esta altura de la reflexión resulta incierto si los ciudadanos la recuperarán.
Con pesar, entienden que los cambios deseados no son inmediatos, porque muchas variables se deben sintonizar en la fórmula para originarlo, y no solo interviene el voto como mediación. Sin embargo, la convicción compartida es que deben ser producto de actuaciones constitucionales.
Los espectáculos que se han ejecutado en varias ciudades y barrios, para comunicar la ficción de bienestar y paz reinante, divierten al vecino; pero no lo entrampan en la evasión. Porque, hoy, la gente no cae en encantamientos. Viven desde la realidad.
Las actas que circulan públicamente son un signo de memoria viva que no permite que se silencie, olvide y soslaye la voluntad popular ejercida el 28J. Con distinto grado, continúa la conexión con la dirigencia política. Pese a lo cual, hay mayor distanciamiento cultural, porque los vecinos no están comprendiendo su narrativa.
Delante de las amenazas y represiones, los habitantes de las comunidades saben que deben actuar con mayor prudencia. En efecto, la reflexividad está activa.
Muchos grupos, offline y online (de Whatsapp), se han silenciado, también desintegrado. No obstante, tres meses después del 28J, comienzan, cuidadosamente, a recomponerse empleando criterios de protección, porque se ha identificado a algunos delatores, sin linchamientos, sino con coexistencia.
En el barrio, el espacio público ya no es lugar seguro para intercambio de ideas. El ágora es el espacio privado. Que se está reafirmando como lugar comunitario de ciudadanía, para mantener conversaciones inteligentes sobre el país.
En mi caso, días después de la elección, en una fiesta de quince años algunos vecinos de confianza nos apartamos para dialogar sobre el 28J; otros lo hacen en una visita, una comida, un café.
Se está expresando una empatía y solidaridad especial con las madres de adolescentes y jóvenes que están presos, acusados de terrorismo, por manifestar su descontento con los resultados comunicados por el CNE.
Las madres se han organizado conformando nuevos grupos defensores de la vida y de sus garantías. Disponen de ayudas de familiares y vecinos. Mientras muchos se auto censuran, las madres, públicamente, con su valentía habitual exigen justicia. Al inicio del año escolar vecinos docentes también están reclamando derechos.
En este momento país, por el deterioro de la calidad de los servicios públicos, los problemas continúan siendo muy serios. Las minorías legales activas existentes los tienen en cuenta, y los afrontan vinculando energías de grupos opuestos.
Recientemente, participé en reuniones de planificación de una acción comunitaria a favor de la paz y de la no violencia. Para que ese evento se realizara hubo conversaciones entre gente de oposición y del oficialismo. Es decir, existen comunidades con capacidades para, confidencialmente, producir entendimientos entre las partes.
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En otra comunidad, mientras una organización comunitaria colocaba la estructura metálica para la mejora de un espacio público, el consejo comunal, las láminas, que había logrado comprar con fondos del proyecto aprobado en la consulta popular nacional.
Todo lo dicho hasta ahora evidencia que luego de las elecciones presidenciales del 28J las comunidades populares persisten con su apego a destrezas democráticas. Están posicionadas en un marco práctico distinto al macro político, sin desconocerlo, sino que lo reelaboran para enfrentar problemas cotidianos.
En la comunidad, solamente, la minoría política tiene la capacidad suficiente para resolver asuntos autoritariamente; entonces, algunos de la mayoría, -y en especial las minorías legales activas-, deben apelar a vías más democráticas, con pretensión de incluir a esa minoría política, porque también son vecinos afectados.
Se devela como una especie de democracia residual, remanente de varios períodos históricos del país. Esta no obedece a una lógica estratégica, porque las comunidades no la planean, sino que la practican para solucionar problemas locales que deterioran la calidad de vida de los habitantes.
En tal sentido, esas prácticas no procuran, originariamente, cambiar lo macro político, pero son posible condición para que ocurra, cuando esa participación ciudadana conquista la oportunidad de expresarse mediante el voto y que éste se respete.
Consideramos que son prácticas, dispersas, esparcidas, fragmentariamente, en distintos sectores que, normalmente, no se conectan entre ellos ni de esas comunidades con las otras. Pero hoy todas están cohesionadas por el mismo deseo de cambio.
Es una democracia comunitaria siempre inconclusa. Generalmente, discreta, invisibilizada, salvo cuando en un proceso comunitario se conjuntan diversas prácticas y se convierten en reseña periodística o en trabajos académicos.
En su corazón se manifiesta una ciudadanía vulnerabilizada, templada emocionalmente. Que expone su resistencia, persistencia y esperanza activa convirtiendo la amenaza en prudencia política en un contexto incierto.
Conversa, analiza y discute, exclusivamente, con su capital social de confianza en el espacio privado. Para ello, su referente es la representación social que ha construido de la Constitución, signos de memoria viva y ejemplos de personas con autoridad.
Trabaja y labora, y viceversa, a favor de su bienestar, libertad y autonomía (Hannah Arendt). Se aprovecha de oportunidades, por condescendencia pública, sin entregarse a la anti política. Aunque a veces, la irreverencia se rinde a la adversidad y lo hace.
La empatía y solidaridad la articulan en minorías para resolver problemas concretos. Mientras coexiste con adversarios y enemigos.
Reclama derechos cuando la protegen motivaciones genuinas, no ideologizadas y un halo sagrado (mujer-madre, docentes). Actúa, públicamente, a través de acciones inofensivas, que atienden externalidades que el poder engendra.
Defiende lo festivo como experiencia de encuentro y disfrute, para recargar energías y continuar.
Congela y descongela el deseo de cambios cuando percibe oportunidades reales y convenientes. Finalmente, sobre el ejercicio del voto y su conexión con la dirigencia política debemos esperar un poco más, queda pendiente para otra reflexión.
Referencia bibliográfica
De Certeau, M. (2000). A artes de fazer. Invencao do cotidiano. Ed. Vozez, Petrópolis, Brasil.
Robert Rodríguez sj, es sacerdote jesuita venezolano. Director de la Fundación Centro Gumilla de la Compañía de Jesús en Venezuela
Este artículo se publicó originalmente en la revista SIC
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