Educar en medio de angustias y tragedias

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Foto: Archivo.

¿Quién no se conmueve, y hasta aterra, al ver esas imágenes de Las Tejerías, o del norte de Maracay? Y todos, o la mayoría las hemos visto, a distancia. Imposible verlas y quedarnos “como si nada”, no es necesario vivir en Aragua para asombrarnos. Pero no solo ha sido Aragua, según notas de prensa de El Diario y de Crónica1, por mencionar sólo 2, para el 10 de octubre ya eran 120 los municipios del país afectados por las lluvias recientes.

Si estamos conmovidos los que sólo hemos visto las tragedias por televisión o por las redes, ¿cómo estarán los niños, niñas, adolescentes que les ha tocado vivirlo de cerca? ¿Se puede ayudarles a mitigar ese impacto? Maduro dijo que el miércoles 19 se reiniciarían las clases en Las Tejerías – me parece difícil, pero eso dijo –  mientras que, en Mérida, dado que al menos 6 municipios del estado se vieron afectados y fueron suspendidas las clases por espacio de un par de días.

En pequeño, he sabido de estudiantes que, a causa de lluvias intensas en Maracaibo, hay días que no han podido ir a clases, aunque las escuelas estaban abiertas.

En fin, no se trata sólo de los estudiantes de Aragua. Además, recordemos que en este país estamos en medio de pequeñas tragedias y angustias cotidianas: un día se te la luz, otro día no tienes agua, otro día no hubo comida ni en la escuela ni en la casa…Otro día alguien de la familia informa que ha decidido irse del país – migrar forzosamente pues -…

Voy a recurrir a los consejos que Abel Saraiba, de @Cecodap recomienda, cuando hay que ayudar a alguna persona angustiada, yo añado, o afectada por algún evento trágico, violento. Primero se pregunta si uno, sin ser psicólogo puede ayudar, y responde: “todos podemos ser solidarios con lo que sucede a otras personas. Podemos ayudar sin asumir funciones de psicoterapeuta.” Y da unas claves para brindar “primeros auxilios psicológicos”, tales como ofrecernos a escuchar respetuosamente; comprender que no podemos apropiarnos del problema del otro, pero si ser empáticos –   es decir, ponernos en su lugar.

Lo primero que yo haría como educadora, sería preguntar a los chicos si saben lo que está pasando en Venezuela con las lluvias. Que ellos digan lo que han visto o han oído. Escucharles sin interrumpirles pues. Preguntarles cómo se han sentido, si tienen familiares que viven en esos municipios afectados, y si se está en una de esas poblaciones en donde las quebradas se han desbordado, ayudarles a que hablen de lo que vieron y sintieron. Si son muy pequeños, ayuda que dibujen lo que vieron. Y si han perdido algún familiar o la tragedia les ha tocado muy de cerca, tal vez necesiten de una ayuda profesional. Psicólogos sin fronteras y la Sociedad Venezolana de Psicólogos estaba ofreciendo ayuda.

En todo caso, el acompañamiento psicoafectivo es muy importante siempre, pero más en momentos álgidos como estos. No podemos llegar a clase como si no hubiera pasado nada. También conviene, si no han sido ellos directamente afectados, hablar de la necesidad de ser solidarios con esos hermanos. En Barquisimeto, donde vivo, por dar un ejemplo, hay colegios católicos que han hecho colectas para cooperar con los habitantes de la población de Río Claro. También Cáritas ha creado centros de acopio, y hay otras organizaciones que generosamente lo están haciendo, porque no va a bastar con unos primeros días de ayuda. Promover la empatía es importante también.

Conviene también hablar de la necesidad de prevenir en parte estas tragedias, por ejemplo, no construir en las orillas de ríos y quebradas, no echar objetos a esas quebradas, no deforestar, proteger los bosques…. Si son alumnos más grandes, una buena clase sobre las consecuencias del deterioro ambiental se impone.

La educación debe ser contextualizada, debe tener anclaje en la realidad de los alumnos. Ir a las aulas después de lo ha pasado y seguir “pasando materia” como si nada estuviera sucediendo, continuar mirando al otro lado, no ayuda a los alumnos a crecer, a comprender la realidad que está viviendo.

Retomando por donde comenzamos, la educación debe tener sentido para los estudiantes, ayudarles a compartir sus miedos, sus angustias, es parte de lo que los educadores debemos hacer.