El pinchazo de una aguja en el vertedero lo dejó sin una pierna

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«¿Qué pasó chamo?, ¿me vas a sapear?», exclamó. Acto seguido, se puso de espaldas y miró de reojo a quien intentó mencionar su nombre. Un largo trecho dejaba ver, al final de la carretera, muros improvisados de basura: es el vertedero municipal de Tucupita.  

«Tranquilo, no son policías», intentó explicar su compañero que minutos antes se había mostrado más abierto al diálogo.

La conversación con “El Mocho” no siguió, pero dejó evidente que el temor a ser señalados por policías estaba a flor de piel. El comportamiento era normal porque otros habían sido señalados por civiles que acuden al vertedero de Tucupita con el objeto de realizar investigaciones policiales.

En ese grupo de seis personas, un joven sin una pierna apoyado sobre una madera que sirve de asiento, extrae cobre de un objeto metálico hallado en el basurero municipal: es El Mocho.

Sin nombre pero con una realidad fruto de una tragedia que inició en el vertedero de Tucupita, cuando en diciembre de 2002 fue pinchado por una aguja mientras caminaba por un cerro de basura.

El Mocho, sonreía mientras bromeaba con sus amigos después de una jornada de trabajo bajo el sol. Foto: Albert Avilé, Radio Fe y Alegría Noticias.

Solo tenía unas “cholas” que él mismo había encontrado en la basura; cada chola era de un par diferente, pero ambas muy desgastados.

La aguja traspasó la chola, alcanzó la planta del pie derecho y pareció que todo terminaría con retirar la aguja que obligaba a “El Mocho” a cojear pero no, tenía mucho dolor.

Su jornada de búsqueda de objetos en el vertedero municipal de Tucupita terminó así. Pinchado por una aguja, acostado en una hamaca entre la mugre que plena cada casa improvisada cerca del vertedero de Tucupita, y un olor fétido que trae la brisa, que el olfato de El Mocho ignoraba por su costumbre a respirarlo a diario.

El pinchazo dejó una zona roja en la planta del pie y con el paso de los días ya era un punto más grande que causaba escozor. Sensible al tacto y frágil al rasguño, la herida empezó a crecer.

Para la navidad del 2002, ya cubría la planta del pié completo, la herida se tornó húmeda y su familia tuvo que trasladarlo al hospital Dr. Luis Razetti de Tucupita. Solo le suministraron una inyección que, se supone, fue antibiótico.

Fue dado de alta pero en febrero de 2003 ya la herida había alcanzado la rodilla, el dolor era insoportable y había perdido al apetito. Empezó a perder peso y estuvo al borde de la muerte.

En su segundo ingreso, los médicos decidieron amputar la pierna derecha a pocos centímetros de la cintura para salvarle la vida. Él tenía seis años de edad y debía adaptarse a crecer sin correr como lo hace cada niño de su edad al juguetear con sus amiguitos.

Un pinchazo de una aguja en el vertedero de Tucupita fue el inicio de una tragedia, su pierna fue amputada. Foto: Albert Avilé, Radio Fe y Alegría Noticias.

A sus 22 años, aparenta tener más edad porque su vida no ha sido fácil. Lidió con la pérdida de la pierna derecha. En su vida no ha tocado un lápiz, sus padres no estudiaron y debió trabajar desde su niñez.

En sus mejores días puede extraer hasta tres kilos de cobre que logra vender a 12 mil bolívares cada uno. La ganancia solo alcanza para dos kilos de arroz y harina de trigo.

El Mocho no dijo su nombre real. Es reservado hasta con sus compañeros y vecinos, y aunque a veces se le escapa una sonrisa, muestra una cara cansada de tanto hurgar entre la basura. El vertedero ha sido su tragedia y escuela de vida a la vez.