No hay duda de que en Venezuela está renaciendo la esperanza. Las bien nutridas marchas y concentraciones con los candidatos a las elecciones primarias así lo demuestran. Algunos o algunas han debido enfrentar y superar graves obstáculos de bandas fanaticadas y violentas dispuestas a impedir por la fuerza las concentraciones. Y uno no entiende el silencio cómplice de las autoridades y de los defensores del pueblo que no denuncian o castigan esos actos violentos y antidemocráticos. Tampoco entiendo cómo sigue habiendo opositores que se la pasan criticando y censurando las acciones de algunos candidatos si sus propuestas no coinciden con lo que ellos quieren.
Con algunas de sus opiniones que vierten en las redes destilan un veneno mortal, expresión de pequeñez e irresponsabilidad, que alimenta el pesimismo, la desesperanza, y la convicción de que “no hay nada que hacer”. Sólo hablan o escriben para adelantar juicios negativos: “Van a impedir las elecciones primarias”, “no van a permitir a los candidatos inhabilitados”, “sólo van a tolerar a un candidato que ellos puedan manipular pues, aunque con apariencia de opositor, es un chavista oculto”, “si hay elecciones presidenciales las van a manipular pues ellos nunca van a entregar el poder”.
No sé si son conscientes de que su actitud favorece a los que buscan mantenerse en el poder que saben que el mejor camino para hacerlo es sembrando la división y alimentando el pesimismo y el desaliento. Estos falsos opositores, guerrilleros del teclado e incapaces de comprometerse en una acción verdaderamente patriótica, deberían aprender de los chavistas y maduristas que, aunque tienen grandes diferencias y evidentes rivalidades, nunca las ventilan en público, dan una imagen de una unidad monolítica que está muy lejos de existir, y aunque saben que perderán en unas elecciones limpias, vocean con una falsa seguridad que nunca van a perderlas.
Por ello, debemos prohibirnos toda opinión o palabra que cultive el desaliento y dejar de un lado a todos los que, con sus juicios y opiniones, desaniman, restan y dividen. ¡Basta ya de predicciones desalentadoras! Debemos ir paso a paso, alimentando la esperanza y enfrentando las dificultades reales, no las posibles. En estos momentos, la tarea es movilizar a la población a que acuda a votar en las primarias, evidenciando que las dificultades enfrentadas y superadas sólo sirven para alimentar la alegría, el compromiso, la esperanza y la convicción de que sí es posible el triunfo. Cada barrera superada, cada intento fracasado de impedir una concentración sólo sirve para hacerla más multitudinaria y para alimentar los ánimos.
La esperanza impide la angustia y el desaliento, pone alas a la voluntad, se orienta hacia la luz y hacia la vida. Sin esperanza languidece el entusiasmo y se apagan las ganas de trabajar y luchar. Pero necesitamos alimentar y educar la esperanza para superar la ingenuidad y evitar que resbale en la desesperanza y la desesperación. Por ello, la esperanza debe ser crítica y muy creativa. Esperanza que se alimenta de los pequeños logros alcanzados, pero que implica seguir trabajando con coraje, paciencia, terquedad en favor de ese pueblo que es el que más sufre las consecuencias de tantas políticas desacertadas. Todas las grandes conquistas de la humanidad comenzaron con el sueño de algunos, y el compromiso tenaz de hacerlo posible. Por ello, sembraron pasión, compromiso y entusiasmo y el sueño se hizo realidad.
Antonio Pérez Esclarín es educador y Doctor en filosofía. @pesclarin
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