Desde muy pequeña Jennifer González empezó a bailar. Tal vez la mayor influencia que tuvo fue El Club de los Tigritos, un fenómeno parecido a los bailes de TikTok, pero en los años 90 y en formato de programa juvenil para la televisión nacional.
Siempre le llamó la atención el vestuario que utilizaban los bailarines cuando interpretaban danza nacional, las mujeres con sus faldas largas por debajo de la rodilla y los tacones. También los hombres luciendo liquiliqui, alpargatas y su sombrero. Ambos grupos perfectamente coordinados en la coreografía, en sus zapateos.
Las primeras lecciones oficiales las recibió de una mujer que todavía recuerda el nombre, Carmen Arai. Ella daba clases de danza nacionalista en Danzas Guanipa, una escuela ubicada en el municipio Simón Rodríguez, en El Tigre, en el estado Anzoátegui.
La señora Carmen siempre motivó a sus alumnos a dar clases, en parte para que le ayudaran con el trabajo. Pero esto hizo que Jennifer desarrollara una capacidad para enseñar a otros y otras de lo que había aprendido sobre la danza para que, varios años después, se dedicara a ello.
Al egresar como bachiller se le presentó la oportunidad de audicionar en Caracas para entrar al Instituto Universitario de Danzas, donde fue aceptada. En 2006, Jennifer González se graduó como licenciada en danzas.
“Hay docencia en danza e intérprete. Yo egresé como intérprete de danza contemporánea”, dijo con orgullo al programa Háblame Bajito, que trasmite Radio Fe y Alegría Noticias.
Mientras estuvo en Caracas practicaba danza contemporánea y en paralelo hacía ballet en el teatro Teresa Carreño. Ella cuenta que trataba de aprender cosas nuevas todos los días.
“Yo estudié y ahora soy licenciada, pero aún siento que hay que aprender todos los días. Hay que seguir estudiando y así llevar ese aprendizaje a la generación de relevo”, expresó.
Cuando se le pregunta sobre qué se necesita para ser un intérprete de danza contemporánea, ella afirma que dos cosas. En primer lugar, mucha pasión por bailar. “Es algo que viene de adentro”.
Lo segundo es querer investigar sobre cómo hacer una interpretación, leer documentos y ubicarse en el contexto para contar una historia a través de la danza.
Entre Guanipa, el Covid-19 y El Tigre
Luego de alcanzar el sueño de graduarse, Jennifer se embarcó en un viaje de regreso a El Tigre. Allí le surgió la pregunta: “¿y ahora, qué voy hacer?”. La verdad, no tuvo que darle demasiadas vueltas a la cabeza, pues la respuesta siempre la acompañó: abrir una escuela y enseñar danza nacionalista.
En 2017 fundó la Escuela de Ballet Grand Jete en el municipio Guanipa, donde ha tenido varias camadas de alumnos.
Eligió ese lugar porque en Guanipa apenas se pueden contar con los dedos de una mano las escuelas de baile. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 trastocó su rutina, se le dificultó mucho el traslado hasta la escuela, se enfermó y después de un tiempo decidió retomar la enseñanza de baile, pero en El Tigre.
¿Se puede vivir de la danza en Venezuela?
Sobre si en un país como Venezuela se puede vivir de la danza, Jennifer se toma su tiempo para responder sí. Lo afirma no tan convencida y agrega que es difícil, pero sí se puede.
Indicó que a padres y madres les gusta mucho ver a sus hijos e hijas bailar. Gran parte del apoyo que reciben en el Ballet Grand Jete viene de ellos, pero deben organizar rifas, verbenas y bingos para completar el dinero de los vestuarios.
Destacó que lo primero que aprenden en su escuela de danza es la disciplina, también a relacionarse con los demás mediante el baile, al igual que lo hizo ella, que empezó enseñando a sus compañeros a bailar para luego ser feliz.
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