Jueves Santo: día de la Pasión del Señor

239
Capture Influencity

En la tradición cristiana con el Jueves Santo se inicia el llamado Triduo Pascual que condensa la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Se celebra desde este día y culmina el sábado de gloria con la vigilia que precede a la victoria del Cristo sobre la muerte.

Según los 4 evangelios de San Juan, San Lucas, San Marcos y San Mateo ese día ocurrieron 4 hechos significativos en la última etapa de la vida del Mesías. La última cena de Jesús con sus apóstoles, también llamada la Santa Cena; el lavatorio de los pies, que simboliza una lección de servicio y humildad de Jesús hacia sus discípulos; la oración en el huerto de Getsemaní donde Jesús se debate entre aceptar o no lo que Dios le estaba pidiendo para la Salvación del mundo, y, finalmente, el arresto de Jesús, entregado por Judas Iscariote.

La última cena: momentos de tensión

Las escrituras que aparecen reconocidas en la Biblia reseñan que la reunión de esa noche en donde Jesús hizo anuncios y revelaciones inimaginables para sus compañeros de camino estuvo llena de muchas tensiones.

Por pertenecer a la cultura judía los apóstoles se anotaban junto con su Maestro a la celebración de la fiesta de la pascua alrededor de una comida. Pero Jesús rompe la costumbre y consagra el pan y vino de una manera inusual. Confiesa que esos serán su cuerpo y su sangre que será entregado y derramada para la Salvación de quienes creyeran en él como hijo de Dios.

Este lenguaje no lo entendieron del todo los discípulos. Quedaron atónitos y desconcertados ante magna revelación. Para ellos todo eso era un misterio.

Luego surge un segundo momento sorpresivo. Jesús se levanta de la mesa, se coloca una toalla en la cintura y con una ponchera en mano se pone a lavarle los pies a sus compañeros. El primero en escandalizarse es el rudo Pedro quien se niega a que el Señor se rebaje ante él.

Jesús lo increpa y le señala que él vino a servir y no a ser servido. Un ejemplo de humildad, de servicialidad y de desprendimiento hacia los demás. Este gesto tampoco lo comprendieron al momento los sorprendidos acompañantes.

Y luego provino uno de los episodios más angustiantes de la última cena. La acusación indirecta de Jesús a quien horas después lo iba a entregar a las autoridades del Sanedrín y militares de Jerusalén. Se trataba de Judas Iscariote, quien se delataba así mismo y abandonó intempestivamente la reunión.

Pero el culmen de la tensión llegó cuando Jesús le advierte a Pedro, como cual premonitor, que antes de que cantase el gallo tres veces el otrora pescador lo habría negado también en tres oportunidades.

El futuro fundador de las primeras comunidades cristianas se rebeló furibundamente contra esa confesión de su Maestro y amigo. Pero horas después la profecía se cumplía tal cual.

La orden de captura

Y las escenas finales de ese agitado día no pudieron ser más agobiantes. El jardín de Getsemaní fue el anfiteatro para los sucesos. Luego de la dilemática oración existencial que Jesús tuvo con su Padre, y ante unos amigos cansados y asustados, llegó el traidor que se había vendido por 30 monedas de plata con la guardia romana y el cortejo de sacerdotes. El signo de la entrega traicionera fue un beso en la mejilla para distinguir al presunto culpable.

El objetivo era llevarse preso a Jesús. Pero antes, un agresivo Pedro tensó más la cuerda cuando le cortó la oreja a uno de los soldados. El hijo de Dios obró el milagro de reponérsela. Sin embargo, la orden de aprehensión ya estaba dictada. A Jesús se lo llevan. Y quedó reinando entre sus compañeros el miedo y la incertidumbre. Se acababa la noche y las esperanzas también, para la lógica humana.