Magos caminantes. Venidos de otras tierras y de otras religiones. Astrólogos atraídos y guiados por la estrella.
Migrantes hacia la plena humanidad, transparente, luminosa.
Magos tan humanos como nosotros que se distrajeron, perdieron la atención, pensaron en palacios y erraron la ruta.
Por momentos, confiaron en sus cálculos y descuidaron la estrella. Mientras platicaban con Herodes la estrella se oculto, pero nunca les abandonó. Aquel ambiente de intrigas y manipulación en el palacio de Herodes, hablaba de oscura codicia, no de salvación.
En el firmamento la estrella esperaba pacientemente. En palacio, los Magos, Intuyeron la mentira de Herodes y sus consejeros. Ahí, la atmósfera era espesa y engañosa. Salieron convencidos de la maldad de Herodes y retomaron la ruta hacia la vida.
La estrella los guió a la periferia del mundo, y, ahí, al descampado, a cielo abierto, en un pesebre, junto a los pobres de la tierra y la creación de testigo, encontraron al niño, junto a María y José.
No había palacios pero la vida resplandecía porque «Toda la tierra ante ti se inclina, te canta y celebra tu Nombre» (Sal 66,4).
Y, ofrendaron lo mejor de sus culturas, profetizando con aquel gesto, tal vez sin saberlo, la verdad sobre aquel niño: oro reconociendo que el niño es rey del universo; la mirra de la pasión y muerte, porque será rechazado y crucificado por los poderes del mundo e incienso que se eleva al cielo, porque este niño exaltará por el misterio de la resurrección nuestra humanidad, acogiéndonos en su Corazón y elevándonos al padre, haciéndonos hijos y hermanos.
Y, desde ese día, el niño es nuestra estrella y alumbra nuestros corazones.
Alfredo Infante sj es el Provincial de la Compañía de Jesús. @SICalfredo
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