Yenireth González, habitante del municipio Guajira, en el estado Zulia, tiene 25 años y cuenta que el Dr. José Gregorio Hernández hizo un milagro en su vida.
A los siete meses de su embarazo le dio neumonía acompañada de una fiebre alta que no se le bajaba, esto ponía en riesgo la salud del bebé que venía en camino.
Cuenta que encomendó sus rezos a José Gregorio Hernández y luego de pedirle insistentemente salió victoriosa, su bebé nació sin problemas.
Pero el destino le tenía preparada otra jugada. A los dos meses de dar a luz como consecuencia de la neumonía el pequeño también quedó afectado de los pulmones, «lo tuve que llevar de emergencia a Maracaibo. Estaba mal. Con fe le pedí a José Gregorio Hernández que así como me dio esa pronta recuperación, que se la diera a mi hijo», contó González.
Si el Dr. José Gregorio salvaba al retoño Yenireth prometió que a cambio organizaría un compartir con las personas más necesitadas del pueblo. Y así fue, el que será beatificado este 30 de abril cumplió, también lo hizo Yenireth. Esa vez pudieron ofrecer comida a los descartados de la Guajira y su bebé fue testigo de la bondad celestial comiendo del pecho de su mamá.
La estampita siempre en la cartera
Ibis Guerrero es otra habitante de La Guajira, desde pequeña es devota del Dr. José Gregorio Hernández.
«Mamá siempre fue su seguidora, por ella fue que yo también le seguí los pasos a la devoción de José Gregorio Hernández», dijo.
En 1979 trajo al mundo a su primer hijo. Asegura que siempre tuvo problemas de salud, «tenía alergias, vomitaba mucho sus alimentos», temía que se deshidratara, que se apagara la vida del niño.
Apelando a la devoción de toda la vida su mamá empezó a colocar una estampita de José Gregorio Hernández debajo de la almohada del nieto, esto con la esperanza de que ocurriera otro de esos milagros que tanto contaba la gente.
Fue uno de aquellos días de 1979 en que al niño no le daban más alergias, ya no le provocaba náuseas la comida que preparaban en casa, se llevaba a la boca todo lo que le servían y con el pasar de los días la pancita se le fue abultando, las piernas, los brazos empezaron a «agarrar carne».
El hijo de Ibis creció sano y hasta el sol de hoy conserva en la cartera aquella estampita de José Gregorio Hernández que con tanta fe su abuela le ponía debajo de la almohada para que otro milagro ocurriera en la Guajira.