Luisa Pernalete cumplirá 70 años en 2023 y tiene algo clarísimo: “mientras tenga fuerza, seguiré trabajando”.
Ella está convencida de que aún “hay demasiadas cosas que hacer en educación”, sobre todo en una época oscura en la que los niños se desmayan en los salones de clases por mala alimentación y los maestros no tienen ni para comprar zapatos, lo cual, en sus casi 50 años de experiencia con Fe y Alegría, nunca había visto.
Cuando habla de su lucha por la educación, no puede evitar recordar un poema del padre José María Vélaz: “¿Hasta dónde podrán llegar el ingenio, la ilusión y los anhelos?”. No solo lo recuerda, también lo contesta: “hasta la estratosfera”.
Una de las cosas que más le atormenta es el futuro de la educación en el país pues, entre otras cosas, se ha perdido el interés por estudiar esta carrera y se ve reflejado en escuelas de universidades que están cerradas por falta de estudiantes. “Cualquiera no puede ser educador”, advierte.
En esta entrevista para Radio Fe y Alegría Noticias, donde también habla sobre la Alianza por la Educación que promueve Fe y Alegría, responde ante la pregunta de qué haría si tuviese la oportunidad de hablar con el presidente Nicolás Maduro. Ella simplemente le preguntaría cómo piensa él que puede vivir un maestro con lo que gana en la actualidad.
Después de tantos años en diferentes procesos educativos y luchando por una educación de calidad en Venezuela, ¿considera que estamos en el peor momento en cuanto a condiciones para dar clases y estudiar?
Yo tengo casi 50 años trabajando en educación y en Fe y Alegría. Inicié cuando tenía 21 años y este año cumplo 70 años. Siempre en sectores populares difíciles, primero en el Zulia, después en Guayana y ahora con el centro de formación en todo el país. La verdad es que antes yo nunca vi niños y estudiantes que se desmayaran, ni maestros que no pudieran comprar zapatos o pagar su autobús.
Más bien cuando yo me gradué en la Universidad del Zulia y trabajaba en una escuela de Fe y Alegría en el municipio San Francisco, vi a compañeros y compañeras que habíamos estudiado juntos en la universidad que iban comprando sus carritos, también tenían su crédito para comprar su apartamento bueno y yo tenía mi carrito también.
Tengo que decir que la situación de los docentes es muy difícil: las universidades públicas están desmanteladas y las privadas son muy costosas. La exclusión escolar nos tiene muy preocupados: la cantidad de muchachos saliendo de las escuelas, eso no se veía antes. El que empezaba en primero, seguía hasta sexto.
En el 2007 los liceos eran muchos menos, pero de todos modos los que entraban en primer año le aseguro que terminaban por graduarse de bachiller. Creo que es la peor situación, por lo menos desde que yo estoy trabajando en educación.
¿Qué le motiva a seguir adelante en la lucha por una educación de calidad, que a veces parece tornarse complicada o imposible?
Hay varias cosas. Uno que en Fe y Alegría siempre nos han enseñado a enfrentar los problemas y que entre más problemas ve uno, más necesidad ve del trabajo que se hace.
En la línea mía, que es convivencia y ciudadanía, este país está muy necesitado de fraternidad, de ciudadanía. Y yo creo que hago algo útil en la formación de maestros, en la formación de mamás, y pues eso en consecuencia ayuda a los muchachos también.
Hay demasiadas cosas que hacer en educación. Mientras peor está la educación, más sentido tiene estar en Fe y Alegría. Como bien dice el poema hermoso de nuestro fundador el padre José María Vélaz: ‘¿Hasta dónde podrán llegar el ingenio, la ilusión y los anhelos?’. Yo siempre digo: hasta la estratosfera.
Yo sigo teniendo esperanza, porque yo siempre recojo historias y testimonios de alumnos, de maestros, de mamás que están haciendo gran trabajo, calladitos, pero que son verdaderos héroes y eso me anima también. Pero sobre todo saber que uno no puede dejar el país a la desbandada. Sin educación, ningún país sale de su crisis y yo creo que eso nos ha enseñado Fe y Alegría: a seguir apostando por la educación.
Mientras tenga fuerza, seguiré trabajando.
¿Cuál cree que es el principal problema que hay atender de manera inmediata en la educación venezolana? Si tuviera que decir uno, ¿cuál sería?
Esta pregunta es difícil. Es que todos los problemas son interdependientes. Así como los derechos son interdependientes, también los problemas: uno debilita al otro.
Digamos para poner uno: sin maestros no hay escuelas, ni educación a distancia, ni presencial y nos estamos quedando sin maestros por el salario o por las dificultades, pero nos estamos quedando sin maestros.
Recuerdo que tanto en el Zulia como en Guayana me tocó ayudar a crear escuelas y no teníamos el local adecuado. La última que ayudé a fundar fue en San Félix: pasamos cinco años en casas prestadas, en galponcitos, en la capilla del barrio, porque nada que la CVG nos daba el terreno para poder construir un local adecuado. Sin embargo, yo tenía maestras. Entonces ahí estuvimos trabajando durante cinco años hasta que por fin la CVG nos dio el terreno y pudimos construir una sede preciosa. Eso es lo que más me preocupa, junto con la falta de actualización de los maestros, tanto los que van entrando como los que están perseverando, porque el abandono de los muchachos diciendo que no le ven sentido a la educación, tiene que ver en parte en que nosotros mismos tenemos que darle un vuelco a la educación.
Entonces necesitamos maestros en cantidad suficiente, pero también maestros actualizados: que sepamos hacer cosas animadas, cambiar nuestro trabajo y adaptarnos a las nuevas realidades, de manera que los muchachos vean atractiva la educación.
¿Hay algo de responsabilidad también en los ciudadanos, o toda la crisis de la educación pasa por ser un problema de parte del Estado venezolano?
La crisis de la educación venezolana la tenemos en emergencia desde hace tiempo, no solo desde marzo del 2020 cuando se decretó la pandemia y la suspensión de las clases presenciales. Ya hacía tiempo que teníamos nuestra rutina escolar alterada.
Yo diría que, por supuesto, el último responsable es el Estado, porque hasta por la Constitución el último responsable de los derechos humanos y en concreto de la educación, como dice el artículo 103 de nuestra Constitución, es el Estado, quien diseña las políticas públicas, quien administra el dinero público.
El Art. 103 de la Constitución dice que la educación es un derecho fundamental, que el Estado asignará los recursos suficientes como para garantizar el derecho y eso no se está cumpliendo.
También el resto de la sociedad, no solamente hablo de nosotros los docentes, de la familia que son las beneficiarias o las dolientes de la situación de crisis de la educación, sino también los empresarios, los medios de comunicación, la sociedad en general, las organizaciones civiles, también deben reaccionar a favor de la educación, porque no hacer nada no ayuda. Hay que presionar al Estado a que cumpla con su deber, pero también nosotros los ciudadanos comunes y corrientes tenemos que dar nuestro aporte. Ya sea entregando nuestras ayudas, apadrinando muchachos y proporcionando los saberes que nosotros tenemos.
Pero el último responsable es el Estado. Así es aquí y en todo el mundo, y así es como tiene que ser, porque el ciudadano común no administra dinero público, ni diseña políticas públicas, aunque pueda presentar y aportar para esas políticas.
Los maestros están en las calles desde enero protestando por mejoras salariales y condiciones dignas para trabajar. Mientras tanto, en algunas escuelas los alumnos están viendo clases a medias, precisamente por estas manifestaciones. Estamos en una situación en la que el maestro parece ser culpable por exigir derechos, ¿no?
Los maestros tienen todo el derecho de protestar, porque estos salarios son los más bajos de toda América Latina. El maestro venezolano gana menos que los de Haití y los de Cuba, que siempre decíamos que eran los más bajos de toda América Latina. Tiene derecho a protestar y a pedir que se le asigne un salario decente, tal como lo dice el artículo 91 de la Constitución, que dice que todo trabajador y trabajadora debe ganar un salario suficiente como para solventar sus necesidades básicas y la de su familia.
Ciertamente, los niños, sobre todo de escuelas públicas, que es el 86% de la educación básica del país, están siendo los más desprotegidos de toda esta situación. La cosa es difícil porque los derechos humanos son interdependientes: tú puedes tener la escuela abierta, pero resulta que los profesores no pueden llegar al colegio porque no tienen ni para pagar el autobús o, por ejemplo, tienes la escuela abierta, pero no hay agua ni en la escuela ni en la comunidad y sin agua no se puede tener una escuela abierta, entonces la cosa es complicada. El Estado tiene que velar por la infraestructura, por los servicios públicos.
Lo del agua es terrible y lo del transporte público también. Entonces el Estado tiene que ser presionado para que resuelva eso. Nos puede tocar al ciudadano común y corriente protestar, pacíficamente sin armas, como dice el artículo 68, pero no nos puede tocar resolver los problemas, ni tampoco a las familias. Las familias pueden ayudar como lo hacen en Fe y Alegría, que siempre han ayudado a que se mantenga bonita la escuela, ayudar al maestro, pero no pueden resolver todo eso y mucho menos las familias más pobres. Aunque los más pobres no están llegando a la escuela, están dentro del millón y medio que están fuera del sistema escolar.
Tendríamos que ver cómo ayudar para que el niño no sea el más desprotegido de toda esta jornada. Hay que buscar diferentes maneras de protestar, pero entiendo al maestro que dice que es que no puede llegar los cinco días al colegio porque el salario no le da para pagar el pasaje. Tendríamos que hacerles residencias a los maestros en las escuelas, como en las escuelas rurales de Fe y Alegría.
¿Qué siente al ver que las nuevas generaciones no se interesan por estudiar educación en las universidades, cuando en el pasado era una de las carreras más atractivas?
A uno le da mucha tristeza y mucha preocupación saber que hay escuelas de educación, como la de la UCAB del Táchira, por un ejemplo, que está cerrada por falta de aspirantes.
En el caso de la UCAB Guayana y Caracas, los primeros años están cerrados y los alumnos que tienen son muy poquitos y ya hace un tiempo que algunas menciones se cerraron. Eso es terrible, porque ¿dónde está la generación de relevo?
Pero también la UPEL, por ejemplo, ha bajado mucho su matrícula y eso es muy preocupante pues porque, como decía hace unos segundos, dónde está la generación de relevo; cualquiera no puede ser educador. Entonces eso a uno le da angustia, porque ya digo, sin maestros no hay escuela, sin maestros no hay educación, ni a distancia, ni presencial y cualquiera no puede ser educador.
No es que uno en la esquina va y agarra el primero que pase y usted póngase aquí de educador. Eso no puede ser, ¿no? Entonces es una preocupación muy grande y bueno, hay que insistir en que el salario del docente tiene que ser mejorado, llevado a ingresos decentes y dignos, pero también mejorar los servicios públicos y mejorar en general la calidad de vida del venezolano.
Es una lucha, por eso tiene que ser de toda la sociedad y también hay que cuidar a los maestros que todavía perseveran: eso es importante. No solamente se les deben dar herramientas para atender mejor a los muchachos, sino también herramientas para ellos mismos. O sea, acompañarlos psicoafectivamente. Eso es algo importante en este momento para que los que perseveran puedan seguir perseverando, porque hay que ayudarles para que puedan seguir perseverando.
¿Cree que la Alianza por la Educación que plantea Fe y Alegría vino a salvar la educación?
Bueno, pues no.
Pero es poner sobre el tapete la importancia de juntarnos, sumar esfuerzos y articularnos, porque no somos los únicos preocupados por la educación del país. También es importante sensibilizar: hay muchos datos que la gente no maneja. Por ejemplo, que hacen falta 250 mil docentes, como nos los ha advertido la gente del UCAB Caracas: su director de la escuela de educación eso ha dicho. O como por ejemplo que tenemos un millón y medio de muchachos fuera del sistema escolar desde los tres años hasta los 24. Eso lo ha dicho la encuesta de condiciones de vida de Encovi, porque también ese es otro problema que tiene la educación venezolana y el país en general: que no hay datos, no hay datos oficiales confiables.
Entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo nosotros? Bueno, llamando, sumando, para ser parte, no es para salvar la educación de Fe y Alegría, ni es para nosotros ser los líderes, pero sí es un aporte importante. En la actividad que tuvimos aquí en Barquisimeto en el mes de marzo, vino mucha gente, la gente está muy interesada, entonces tenemos que seguir reuniéndonos por sectores. Esto no va a ser una cosa de aquí al próximo lunes. Vamos a tener que trabajar todo el año. Quién sabe si el próximo año también.
Hay que interesar a los líderes también, interesar a las autoridades. Entonces, no es una cosa fácil, ni es un asunto tuyo y mío. Necesitamos unir muchos esfuerzos para salvar la educación.
Si el padre José María Vélaz, un constructor de la esperanza, estuviera vivo, ¿qué cree que sentiría sobre la lucha que llevan quienes están a cargo hoy en día de Fe y Alegría?
Si nuestro fundador el padre José María Vélaz estuviera vivo, si estuviera hoy aquí en Venezuela, seguramente haría lo mismo que estamos haciendo nosotros, solo que con su vozarrón y con su carisma.
¿Qué fue lo que hizo? Ver los problemas que habían en aquel momento hace 68 años, en plena dictadura de Pérez Jiménez, y escuchar a la gente. Había muchos problemas en los diversos sectores. Pero lo que más les preocupaba era que no hubiesen escuelas y él lo que hizo fue, bueno, como era un gran visionario también, dijo hay que hacer una escuela. Pero además lo siguió haciendo y decía que teníamos que hacer mucho para que nos oigan.
También decía que teníamos que atrevernos a innovar, a hacer cosas que no hacen otros. Entonces él haría lo mismo que estamos haciendo nosotros, porque sabía que sin educación ningún país sale de su crisis, y sin educación el pueblo y los ciudadanos no despiertan.
El decía que el venezolano tenía muchos dones, pero que tenía que ser educado para que se pudieran potenciar. Entonces lo mismo tenemos que hacer nosotros: seguir haciendo crecer esa herencia de nuestro fundador.
Él no descansaba, él murió trabajando. Él decía también que había que tener bandera. Bueno, nuestra bandera es seguir apostando por la educación.
Si tuviera una reunión con el presidente, ¿qué le diría?
Primero le preguntaría si tienes hijos, nietos o sobrinos en edad escolar; es decir, entre 3 y 24 años. Le preguntaría si están estudiando aquí en el país o fuera del país, como está pasando con muchos hijos de líderes funcionarios. Y en segundo lugar le recordaría lo que han dicho grandes líderes de este siglo como Nelson Mandela, que decía que la mayor arma para cambiar un país es con la educación.
O le llevaría los datos de los países que tienen grandes niveles de calidad de vida como Finlandia o Japón, y le recordaría que esos países invierten mucho dinero en educación. En Japón los oficios mejor pagados son los de policías, porque cuidan a los ciudadanos; médicos y enfermeros porque curan a los ciudadanos; y educadores porque educan a los ciudadanos.
Y le llevaría el presupuesto de un maestro que solo trabaja como maestro y le preguntaría que cómo puede vivir con esos ingresos. Pero también le llevaría los datos de cuáles son los ingresos de los educadores en América Latina para que vea que son los más bajos; incluso más bajos que Haití y Cuba.
Y le recordaría que ningún país sale de una crisis sin una educación. Todos necesitamos una buena educación. Eso sería favorable para todo el país y también para tener buenos funcionarios públicos.
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