Calles desoladas, entidades bancarias cerradas, colegios sin ruido, sin risas ni niños; comercios abiertos a medias, el transporte público paralizado y ciudadanos preocupados por la situación alimentaria.
Este es el panorama que se vive en Maturín y los 12 municipios de Monagas al cumplirse el cuarto día de aislamiento social decretado por el Gobierno.
La Contraloría Sanitaria ha girado instrucciones a los comerciantes de dejar pasar grupos no mayores de diez personas a los comercios. Otra medida es respetar un mínimo de separación de un metro entre los que se encuentren en colas para ingreso.
El uso del tapa bocas es otra medida que se está considerando para quienes salgan de sus casas a hacer compras. La medida era obligada para el transporte público que está laborando en un nivel más bajo, incluso que antes de la crisis de unidades de 2018 y 2019.
El combustible, vital para la movilidad urbana y social, está restringido desde el pasado martes y solo es abastecido el sector priorizado de alimentación, salud, productividad, funerarias y seguridad.
Salen solo por comida
La población que ha salido de sus casas lo hace para comprar alimentos y regresa a sus hogares porque el temor al contagio está generalizado.
Lilian Mata cuenta que siente temor de salir ante tantas cosas que escucha, pero este jueves le tocó salir con el único efectivo que tenía a comprar maíz para cocinar y preparar arepas. Con 4 niños en casa ya no hay reserva de alimentos.
“Ya no me queda nada en casa. Hoy salí a ver qué compro para resolver algo con lo que me queda porque aún el CLAP no llega”, comenta.
Osmari Nieves, líder comunitaria del sector Guanaguaney, se ha activado junto a sus vecinas fabricando más de 100 tapabocas para médicos y enfermeras de ambulatorios y otros líderes que atienen el Programa de Alimentación Escolar de su comunidad.
“En la crisis hay que mantenerse ocupados y útiles”, dice.
Alvaro Flores, vigilante de un comercio en el casco central de Maturín, ratifica que el patrullaje intimida después de las seis de la tarde. “Efectivos motorizados recorren las calles y envían a sus casas a cualquier rezagado. No hay mucha gente, todo mundo está recogido estos días” refiere.
La alerta nacional ha cambiado los patrones sociales estos días donde la mayoría apuesta a resguardarse porque saben que no hay fuerza económica para hacer frente a una gripe y menos a una pandemia con se ha catalogado al COVID-19.
Pero la mayoría se abraza a la Fe. En palabras del Padre Gerónimo Sifontes: “es momento para fortalecer la iglesia doméstica, la iglesia en casa, renovar la Fe en los hijos y orar en familia por Venezuela”.