“El sistema de gobierno perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”. Simón Bolívar
Días, semanas y meses pasan cronológicamente y la calidad de los servicios públicos en la Venezuela “socialista”, “revolucionaria” y “chavista” siguen de mal en peor, en franco deterioro, jorobándonos la vida, la tranquilidad y el sosiego. No en vano un refrán popular dice, —cuando no vemos solución de nada—, que “no mejora el enfermo”. Esa es una verdad que cae como anillo al dedo, no por culpa de una narrativa construida a cargo del humor venezolano, sino de una realidad que crece cada día por el pésimo servicio eléctrico, sanitario, educativo y laboral que golpea la calidad de vida que ha obligado a muchos, millones de personas, a huir del suelo patrio.
Valientes, diríamos, superhéroes somos los otros millones de venezolanos que por una u otra causa no hemos salido del país, huyéndole a una situación social que nos ha tocado llevar a cuesta, quizá muy parecida a la Europa de la postguerra cuando miles de españoles, italianos, portugueses, entre otros, salieron de sus países y se sembraron en el nuestro luego de la II Guerra Mundial, cuando la destrucción de sus economías, cual efecto dominó, significó también la desaparición física de servicios públicos elementales para la supervivencia humana. No sería, años después, cuando las destruidas naciones del viejo continente surgirían de las cenizas como el Ave Fénix.
Claro, la única gran guerra que desangró a nuestro país durante años fue en la época del Libertador Simón Bolívar. También otra fue la Guerra Federal que inició en 1.859, después llegarían montoneras, traición entre compadres andinos, golpes de Estado, democracia a partir del 23 de enero de 1958, levantamientos, guerrillas y los últimos golpes militares del “Por Ahora” del 4F y 27N en 1992. Momentos estelares y tristes de nuestra historia contemporánea. Asimismo llegó el período de un naciente país que comenzó a crecer, a industrializarse, empujado por la riqueza petrolera camino a la modernización, cuando la migración del campo originó el crecimiento y nacimiento de ciudades que serían dotadas de infraestructura y servicios públicos.
Venezuela comenzó a transitar el camino democrático de la mano de ilustres venezolanos, entre ellos, los expresidentes Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi. Erraron muchas veces, pero también tienen en su haber la construcción a gran escala de obras públicas que en cualquier caserío, pueblo o ciudad iniciaba la modernización de un país, digamos, de significación e impacto social nunca visto, cuando era entregado un acueducto, dispensario, escuela o una carretera de asfalto.
Esta gran nación, en el período del llamado Punto Fijismo que representaron expresidentes socialdemócratas y socialcristianos, llenó su territorio de una moderna y avanzada red eléctrica que iluminó a una nación que usaba lámparas de kerosen y gasoil, soportado por el complejo hidroeléctrico del Guri, obra moderna y única en su tipo en América Latina y el mundo. Escuelas, liceos, universidades autónomas, politécnicos y centros de formación técnica de la juventud venezolana llegaron a cualquier región, ofreciendo posibilidades de surgir, salir de la pobreza y de recibir calidad de enseñanza por la buena preparación pedagógica de maestros y profesores por ser, una excelente y remunerada profesión, cuando miles decidieron a través de la docencia su forma de vida.
En el área de la salud el país vio mejorar la condición sanitaria de su gente en el área rural y centros urbanos con la construcción de grandes hospitales generales, dispensarios y ambulatorios dotados de equipos, suministros y medicamentos cuando a nadie se le exigía que llevara los insumos. Esa iniciativa fue reforzada con una red nacional que combatió enfermedades endémicas que quedaron erradicadas, sólo en el recuerdo, pero han regresado producto de políticas revolucionarias erradas en este sector. Una de ellas fue eliminar el Servicio de Malariología y Saneamiento Ambiental en todo el país. Semejante torpeza golpeó el esfuerzo del gran sanitarista Arnoldo José Gabaldón (+) y de otros científicos venezolanos con la aparición otra vez de enfermedades tropicales que eran cosa del pasado.
Además, las telecomunicaciones ofrecidas por el Estado venezolano estaban ubicadas entre las mejores y confiables internacionalmente. Solo queda en el recuerdo promocional de la publicidad aquello que decía “CANTV une a la gente”. Que decir de la red vial de miles de kilómetros de modernas carreteras, autopistas y puentes que unieron a estados, ciudades y municipios en cualquier dirección del país atravesando ríos, represas, llanuras, montañas y el majestuoso Lago de Maracaibo. En menos proporción el país tuvo una red ferroviaria que complementó el traslado y movilización de mercancías y pasajeros.
El Metro de Caracas abrió la era de la movilización masiva de personas. Hoy esa obra por descuido, desidia y olvido está en terapia intensiva cuando era orgullo de cualquier caraqueño referirse a ella. En materia de dotación y suministro de agua potable para el consumo humano y el desarrollo de la industria rural y urbana, Venezuela desde la época de la IV República no ha contado con la construcción de nuevos embalses y represas. En tiempos de Revolución, digamos, a medio camino o menos han quedado algunas de estas obras que a duras penas habían sido iniciadas, pero la demagogia, populismo, corrupción y la impunidad se las tragó sin importar la permanente escasez de agua que golpea a hogares y a la industria del país.
En contraste a la excelente, buena o regular calidad de los servicios públicos antes de 1999 cuando la Revolución Bonita tomó el poder por la vía electoral, es evidente, palpable e inodgetable la diferencia. Hoy el balance es negativo, malo e irrefutable. Solo la locuaz versión oficial atribuible a acciones de saboteo en el sector eléctrico acusando a zamuros, iguanas y rabipelaos dio paso a otro holocausto llamado “Borrón y Cuenta Nueva”, que es otra especie de mentira mejor elaborada de interrupción del servicio, llamada por la gente “ración de patria diaria” que es aplicada a cualquier hora del día sin importar que en su casa o en la mía vivan niños, ancianos, enfermos graves o alguien restableciéndose de una cirugía.
En el Zulia, el cada vez peor servicio eléctrico somete a familias enteras a la inmisericorde situación de apagones prolongados, bajones de carga y a la pérdida de artefactos electrodomésticos difícil de reponer en una región caracterizada por altas temperaturas, donde mitigar el calor y el fracaso del “Hecho en Revolución” forman parte de la leyenda urbana del humor popular. Estas últimas semanas han sido de terror y de cruzar los dedos por los continuos bajones de voltajes que descarga en cada artefacto del hogar, la burla de otra promesa que la quemó algún bajón. A esto hay que agregar la inestable capacidad de respuesta al problema de surtir combustible como Dios manda en la tierra donde, paradójicamente, nació la industria petrolera de Venezuela. ¡Amanecerá y Veremos!
José Aranguibel Carrasco es periodista y columnista.
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