El papa Francisco explicó que la verdadera gloria está hecha de entrega y perdón; y no de fama ni popularidad, al presidir el rezo del Ángelus en este Quinto Domingo de Cuaresma, ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Al meditar en el Evangelio de Juan de este domingo, en el que se afirma que la gloria de Dios se verá en la cruz, el Santo Padre resaltó que con esto el Señor “quiere decirnos que la gloria, para Dios, no corresponde al éxito humano, a la fama o a la popularidad”.
“La gloria para Dios no tiene nada de autorreferencial, no es una manifestación grandiosa de potencia a la que siguen los aplausos del público”, subrayó.
El papa Francisco resaltó entonces que “para Dios la gloria es amar hasta dar la vida. Glorificarse, para Él, quiere decir entregarse, hacerse accesible, ofrecer su amor. Y esto sucedió de manera culminante en la cruz, donde Jesús desplegó al máximo el amor de Dios, revelando plenamente su rostro de misericordia, entregándonos la vida y perdonando a quienes lo crucificaron”.
“Desde la Cruz, ‘cátedra de Dios, el Señor nos enseña que la gloria verdadera, la que nunca se desvanece y hace feliz, está hecha de entrega y perdón. Entrega y perdón son la esencia de la gloria de Dios”, destacó el Santo Padre.
En ese sentido, continuó el papa Francisco, se convierten “para nosotros en el camino de la vida. Entrega y perdón: criterios muy diferentes a lo que vemos a nuestro alrededor, y también en nosotros, cuando pensamos en la gloria como en algo que hay que recibir más que dar; como algo que hay que poseer en vez de ofrecer. No”.
“La gloria mundana pasa y no deja alegría en el corazón; ni siquiera lleva al bien de todos, sino a la división, a la discordia, a la envidia”, advirtió el Pontífice.
Papa Francisco: “¿Cuál es la gloria que deseo para mí?”
El Santo Padre cuestionó entonces “¿Cuál es la gloria que deseo para mí, para mi vida, la que sueño para mi futuro? ¿La de impresionar a los demás por mi maestría, por mis capacidades o por las cosas que poseo?”.
“¿O la vía de la entrega y del perdón, la de Jesús Crucificado, la vía de quien no se cansa de amar, convencido de que eso da testimonio de Dios en el mundo y hace resplandecer la belleza de la vida? ¿Qué gloria quiero para mí?”.
El papa Francisco exhortó a recordar que “cuando entregamos y perdonamos, en nosotros resplandece la gloria de Dios. Justo allí, cuando entregamos y perdonamos”.
“Que la Virgen María, que siguió con fe a Jesús en la hora de la Pasión, nos ayude a ser reflejos vivientes del amor de Jesús”, concluyó.
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