Preparar el retorno

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Ya hay niños y adolescentes retornando a clases presenciales en algunos países, como en Australia, por ejemplo. Nosotros estamos lejos todavía, pues ya el Ministerio determinó que este año escolar se termina a distancia, así que suponemos que será en septiembre cuando retornaremos a vernos las caras educadores y estudiantes.

No es temprano ponernos a pensar en ello y ya hay que prepararlo, recuperando aprendizajes que esta cuarentena, con educación a distancia, nos está dejando.

Comencemos por decir que la “normalidad” de antes no será posible, entre otras cosas porque hasta que no exista una vacuna, el peligro de contagio permanecerá con mayores o menores riesgos, así que cierto distanciamiento físico tendrá que mantenerse, no solamente en los centros educativos, sino en todos los ámbitos de la sociedad.

¿Cuándo estará la vacuna? ¿Para principios del 2021? Es lo que uno recoge de diferentes fuentes informativas.

Lo que sí me atrevería a anticipar es que el próximo año escolar, para Venezuela y para muchos países, es que se combinarán estrategias de educación presencial con algunas de educación a distancia. Algo así como que la mitad de los estudiantes irán unos días y la otra mitad otros, de manera que se pueda en el centro educativo la distancia física. Con esto no decimos que nos guste, sólo queremos ser realistas.

De ser así, los educadores debemos seguir formándonos, seguir adquiriendo herramientas para hacer nuestro trabajo: educar, sacar lo mejor de los estudiantes, fortalecer competencias para que puedan aprender con cierta autonomía, ayudarles a que crezcan como personas.

Retornar a la escuela es como tener una oportunidad de hacer cambios. Como cuando uno se muda de trabajo, o de residencia, no se trata de hacer borrón y cuenta nueva pero sí, con la reflexión debida, sin improvisaciones, más que hacer ajustes a nuestra práctica, habrá que rediseñar la educación, puesto que la pandemia ha puesto en la palestra unas cuantas cosas que estaban escondidas.

Este confinamiento, este distanciamiento físico, nos ha hecho ver, entre otras, la importancia de la inteligencia emocional, y evidenció la ausencia de la educación de las emociones y sentimientos en nuestra  escuela.

¿Lo hacíamos antes de la cuarentena? ¿Lo estamos haciendo ahora? ¿Saben los niños y adolescentes manejar sus miedos, su rabia ante el confinamiento? ¿Por qué se habrá incrementado la violencia intrafamiliar? ¿Saben los adultos administrar sus emociones ¿Con quién están pagando sus angustias?

Y seguido de lo anterior, ¿los padres y las madres conocen suficientemente a sus hijos? ¿Eran parte de nuestros proyectos educativos o sólo los llamábamos para quejarnos de sus hijos o para darles las notas de lapso?

Con el papel tan importante que se les ha impuesto – porque ellos no lo pidieron – vemos la necesidad de ayudarles a mejorar las relaciones con sus hijos, está  la necesidad de vernos como aliados y no como adversarios, la necesidad de cambiar nuestro dedo acusador por el de la mano extendida.

No podemos aquí abordar todos los aspectos, pero un asunto que ha estado sobre el tapete en esta cuarentena es el de las tareas escolares. ¿Más tareas suponen más aprendizaje? ¿Son  necesarias todas esas asignadas? Hay sistemas educativos como el de Finlandia que prácticamente no asigna tareas para la casa y son de los países que salen con mejor rendimiento en las pruebas Pisa.

Hay que decir que en Venezuela hace ya tiempo que no se aplica ninguna prueba de rendimiento, de manera que no tenemos datos para saber cuál es el impacto de lo que hace nuestra escuela, pero sí sabemos de las quejas de las universidades que dicen que los bachilleres llegan sin las competencias necesarias para sus estudios superiores, por eso algunas dedican parte del primer curso a una especie de nivelación para solventar de alguna manera esas fallas en elementos básicos para aprender.

No puedo evitar mencionar el tema de la brecha entre atendidos y excluidos. Ya teníamos  mucho muchacho fuera  de la escuela antes de la cuarentena. UNICEF hablaba el año pasado de cerca de un millón de NNA excluidos. Con estos meses de educación a distancia, seguro que la brecha se ha agrandado, dado los obstáculos que tienen que sortear los escolares venezolanos, ya sea por no tener acceso a internet, para esos que están siendo atendidos on line, y también los problemas de electricidad para esos que ven clases por TV, vehículo elegido por el MPPE, o la radio, vehículo que está utilizando la red de Fe y Alegría para parte de su alumnado. Con el cierre de Directv se complica el panorama.

Mencionemos también que no todos los profesores tienen teléfonos inteligentes para acompañar a sus alumnos vía wasap, tampoco los estudiantes… Con todo esto quiero decir que el retorno supone buscar a los que se han ido quedando  en el camino. Mejor comenzar ahora y hacer lo posible por recuperarlos antes de julio, si no es muy probable que ingresen en el grupo de desertores…

Francesco Tonucci, importante educador italiano, autor de muchos libros en los cuales les da voz a los niños, entre esos “Con ojos de niño”, en una entrevista reciente, habla de la necesidad de “reinventar la escuela”, y dice cosas muy sabias como esta: los niños dicen que les hace falta la escuela, pero en realidad lo que les hace falta son sus compañeritos, dado la calle hace tiempo que dejó de ser un lugar seguro para ellos.

Habla desde Roma, donde vive, pero es lo mismo que para nosotros- Él insiste en que a los niños y niñas no se les ha oído suficientemente, como si no fueran la parte más importante…

Conozco maestros que han puesto a funcionar su cerebro creativo para atender a sus estudiantes, de todos los niveles. Pero sé también que muchos han renunciado, hablo de los que trabajan en escuelas públicas y en las subvencionadas, cuyos salarios están entre 4 y 8 dólares, como promedio. Si ellos están cumpliendo con lo suyo para preparar el retorno, es obligatorio que el gobierno hágalo propio y se convenza que hay que designar recursos para que podamos tener escuela de nuevo.