Un gira de esperanza en acción

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Una gira de esperanza
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Invitado por las hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima, emprendí una larga gira formativa por tierras merideñas desde el 12 de marzo hasta el sábado 18. Las hermanas estaban preocupadas por la desmotivación de los docentes, la apatía y desorientación de los alumnos, y la desvinculación de los padres y  representantes. Por ello, querían que trabajara con los tres grupos.

Además, extendieron  la invitación a las escuelas y comunidades cercanas y por ello, en todas las jornadas la asistencia fue masiva, hasta tal punto que, por ejemplo, en Mucuchíes tuvimos que repetir la jornada con los padres y representantes pues no cabían en el auditorio, e incluso en ambas jornadas lo llenaron y hasta hubo personas que asistieron de pie.

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¿Cómo comenzó el camino?

El lunes 13 inicié en Nueva Bolivia con el personal del Colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de las hermanas dominicas, y el personal del Colegio San Pedro Claver de Fe y Alegría.

El martes 14 le tocó el turno al Colegio Santa Teresita de las dominicas en El Vigía y al Colegio Santiago de Onia de Fe y Alegría. El miércoles 15 trabajé con el personal de los colegios Fátima y Santa Cruz de la Sierra de las hermanas en Mérida, y al día siguiente, jueves 16, tuvimos un simposio al que asistieron personas de 15 colegios de AVEC, Seccional Mérida. La gira concluyó con cuatro actividades en el Colegio Cardenal Quintero de Mucuchíes el viernes 17.

Todas las jornadas resultaron muy motivadoras y participativas y los asistentes salieron muy agradecidos y comprometidos. Con los jóvenes abordé la temática “Libres para amar y servir”, y les insistí mucho en que ser joven es tener el corazón lleno de sueños e ideales y el coraje de hacerlos realidad, y que Venezuela los necesitaba bien formados intelectual y éticamente.

Que debían esforzarse por formar bien su mente, corazón y espíritu y les fui guiando hacia la necesidad de ir construyendo su proyecto de vida. A pesar de mis temores de reunir en un auditorio a grupos numerosos de jóvenes  (hasta en alguna oportunidad más de 500), todos se portaron muy bien, hicieron muchas preguntas e incluso en la salida seguían buscándome para plantearme sus inquietudes y temores.

La familia: la primera escuela

Con los padres y representantes trabajé la temática de la “Familia como primera y principal escuela” e insistí mucho en la necesidad de que retomaran su papel de primeros y principales educadores de sus hijos, y que debían articularse al colegio pues los maestros necesitan del apoyo de los padres y los padres las alianza con los maestros, y que era imprescindible trabajar juntos y en la misma dirección.

Con ellos trabajé también la temática de la necesidad de aliarnos todos para salvar la educación, pues no debían preocuparse sólo por la educación de los hijos, sino que debía dolerles la situación de todos los niños, niñas y jóvenes que estaban sin educación o recibían tan solo una pobre educación.

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Con los maestros para salvar y transformar la educación

Con los educadores trabajé una doble temática: Salvar la educación y transformar la educación.  Por ello, insistí mucho en el compromiso de aliarnos en defensa de la educación de todos y de todas y en la necesidad de transformar nuestras prácticas rutinarias, transmisivas, reproductoras  y optar por una pedagogía crítica, creativa, productiva  y del amor y la ternura.

Insistí mucho en que para hacer esto  posible necesitábamos todos desaprender, es decir, superar esas prácticas habituales hechas de rutinas y pedagogías transmisivas, para gestar una nueva educación que responda a las inquietudes y necesidades de los estudiantes y del país.

Coherentes con los valores del evangelio

En el simposio con los docentes de AVEC el 16, tuve oportunidad de trabajar con mucha más amplitud estas ideas pues la jornada fue de ocho horas. Tras insistir en la necesidad de la alianza para salvar la educación y asumir el protagonismo que nos corresponde a los educadores, y reforzar el compromiso de que la educación católica no debe sólo velar por la buena educación de sus alumnos, sino involucrarse en el trabajo para que todos los niños, niñas y jóvenes disfruten de buena educación, insistí en “Transformar la Educación para transformar vidas”.

Quería que leyeran sus prácticas para ver si respondían a las  propuestas y declaraciones de la educación católica. Les propuse que más que analizar los discursos y buenas intenciones, se centraran en analizar si el evangelio estaba sembrado en el ejercicio del poder, en las planificaciones, en las relaciones, en la pedagogía, en la evaluación, en el trato, en las relaciones entre ellos y con la comunidad.

Para ello, les proporcioné un esquema para que leyeran las prácticas, lo trabajaran primero individualmente y luego en grupos y expusieron su visión y su compromiso en plenaria. En general si bien todos parecían identificados con las propuestas de sus colegios y de la educación católica, no dejaron de señalar que debían seguir trabajando por desterrar prácticas autoritarias, excluyentes y reproductivas y fortalecer el compromiso de mayor servicialidad, creatividad y espiritualidad, lo que exigía una permanente conversión para ser más coherentes con los valores del evangelio.

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El colofón esperanzador

Quiero añadir que en todos los encuentros hubo personal de las escuelas públicas, incluso directores, supervisores y otras autoridades educativas. Si bien la gira fue agotadora, con tres y hasta  cuatro actividades  diarias y  en la tardecita  debía viajar a la siguiente  etapa, volví muy contento, motivado y sobre todo agradecido por la valoración y el cariño del personal, especialmente de las hermanas.

Por supuesto, en todas las jornadas me hicieron numerosas invitaciones, especialmente escuelas y liceos públicos, pero les insistí en que, para ello, debían organizarme un plan de varios centros con diversos encuentros y actividades, pues no podía trasladarme por sólo una actividad o un liceo.

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