Una Palabra Oportuna No. 1563

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Oración de la mañana. Viernes 28 de enero de 2022.

Por Herlinda Gamboa. Narra Julitze Mayurel.

Cafecito de la esperanza en camino de conversión

Señor Jesús, soy algo así como una pequeña semilla con un gran poder interno que no es mío, que Tú mismo me has dado. No quiero presumir ni de un gran árbol, ni de un pequeño arbusto. Te pido la gracia de aceptarme como soy: pequeño con muchas posibilidades si te dejo a ti el lugar que te corresponde. El Reino de Dios irrumpe, nos trasciende y nos desborda. Ciertamente la semilla necesita buena tierra, hay alguien invisible que la cuida. “El grano brota y crece sin que él sepa cómo”, hay algo misterioso que únicamente podremos descubrir con una mirada “contemplativa”.

Una mujer que ha quedado embarazada, ¿qué sabe de biología, de ciencias naturales? Y, sin dejar su trabajo ordinario, ella no es consciente de ese maravilloso taller que lleva dentro. Se está construyendo la maravilla del ojo, del oído, del corazón, del cerebro… de la persona. Y todo “sin saber cómo”. Es alentador hoy escuchar tu palabra: ¡Miren cómo crecen los lirios en la primavera, no lo hacen porque el agricultor este “pendiente de ellos”. Crecen con toda su belleza, con la caricia del aire, del sol, del agua, con tu caricia.

Hay que dejarse trabajar, el agricultor, después de haber depositado la semilla, se ha ido tranquilo a descansar. Y está seguro que, al tiempo de la siega, habrá cosecha. Y cuando metes sus manos divinas y amorosas, aunque sea en la tierra y el barro, sabes hacer cosas primorosas. Me pregunto: ¿Quién soy yo? Un bello poema de Dios. En nuestro café descubrimos la riqueza escondida en estas dos parábolas muy breves: la de la semilla que germina y crece por sí, y la del grano de mostaza, que nos regala el Evangelio…Podemos tener confianza, porque Tu Palabra es creadora, destinada a volverse “el grano lleno en la espiga”. Todo esto nos hace entender que eres quien hace crecer el Reino.

Por esto rezamos con insistencia, “que venga tu Reino”. El hombre es solo tu humilde colaborador, que contempla y se alegra de la acción creadora divina y espera con paciencia los frutos. La palabra hace crecer, da vida, agradecemos su  presencia oculta y escondida, eficaz y misteriosa. Que sepamos admirarte y decirte con el salmista: “Señor, Dios nuestro, ¡Qué admirable eres en toda la tierra!”, descubrirte vivo y presente en el corazón.

Danos tu amor y gracia que eso nos basta. Amén. PAZ Y BIEN.

Con tu presencia Señor, saldremos fortalecidos.