La humanidad ha experimentado en carne propia a lo largo de las civilizaciones sucesivas, lo que significa cuando el ejercicio del poder no tiene límites. Dejarle solamente a la naturaleza humana de un líder el poder absoluto o una gran cuota de él, ha significado cualquier cantidad de caprichos, bestialidades y crímenes de los que existe abundante bibliografía.

Por ello, tantas muertes en tantos procesos cuya finalidad era, o bien arrebatar el poder para cambiarlo, o bien, tratar de ponerle frenos. Pasaron muchos siglos y frentes de guerra interna o externa abiertos para ir moldeando lo que se denominó: “Estado de derecho”.

Con este novedoso sistema que se fue construyendo paulatinamente con ideas sólidas, la forma de gobernar se fue articulando con la necesidad de ponerle límites al poder para distribuirlo sustancialmente entre múltiples instituciones, no para repartirlo o darlo en cuotas, sino más bien para hacerlo más equilibrado sobre la base de contrapesos que permitieran poner coto a los caprichos de la naturaleza humana.

Así, la democracia fue ganando terreno y convirtiéndose en una alternativa cada vez más legítima para ser el soporte de los diferentes sistemas políticos esparcidos por el mundo.

Retroceso peligroso

Durante varias etapas se fue consolidando como argumento válido y reconocido por muchos pueblos del planeta. Tanto así, que se constituyó en una narrativa legitimadora en cuanto a la utilización del poder. Los autócratas y sus compinches se las vieron cada vez más difíciles para sostener gobiernos abiertamente “personalistas” sin que por ello, la opinión pública y sus propias poblaciones se rebelaran ante las arbitrariedades.

No obstante, en la última década, hemos comenzado a experimentar un retroceso altamente peligroso que trastoca el valor esencial de la democracia y justifica, desde dentro de ella, la necesidad del autoritarismo.

Actualmente el mundo, aunque todavía es mayoría, el apoyo a la democracia como régimen de gobierno, se comienzan a “justificar” alternativas autoritarias y personalistas en el ejercicio del poder. De hecho, la democracia ha retrocedido peligrosamente dando paso a gobiernos “híbridos” cuya base de sustentación y acción, se soporta en el hiperliderazgo, una especie de concentración del poder que ha resurgido con mucha fuerza en las últimas décadas en muchos lugares distantes entre sí.

Y el problema no es de signos ideológicos como han querido caracterizarlo “interesadamente” algunos analistas; más bien, su raigambre es el poder y la forma de utilizarlo. La diferencia es que, en el pasado, los golpes de Estado y las acciones violentas eran las señales más claras de usurpación del poder; pero ahora, las sutilezas y las manipulaciones se han hecho demasiado sofisticadas, independientemente si se hacen desde la izquierda o la derecha.

Las “3P” de los caudillos

Pero, es tan delicado el fenómeno que, mediante la poderosa utilización de las redes sociales con abundante desinformación, desde adentro de la democracia como sistema, se generan las claves para incentivar el desprestigio de las instituciones y facilitar la necesidad del “héroe” indispensable que todo va a cambiar para mejorar.

Diversos ejemplos tenemos en la región y fuera de ella. Como muy bien lo describe Moisés Naím con sus célebres “3P”: polarización, populismo y posverdad, los autócratas de esta era se convierten con sus narrativas en unos verdaderos “caudillos” necesarios para resolver los males que la democracia y las instituciones no han podido hacer.

Ante ello, es indispensable volver al activismo ciudadano, con más eficacia, cuidado y formación posible. Son demasiadas las voces que esparcen la desinformación de manera inocente o deliberada. Es una auténtica guerra híbrida de última generación, que está destruyendo los contrapesos necesarios de un sistema político que garantice la convivencia democrática. Algo que se debe tener muy claro es que estas disputas entre democracia y autoritarismo son complejas y muy largas.

Piero Trepiccione es politólogo y coordinador del Centro Gumilla en el estado Lara | @polis360

Las opiniones expresadas en la sección Red de Opinadores son responsabilidad absoluta de sus autores.