Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), publicó un artículo que sacudió al mundo político venezolano. Lo tituló “El infierno del sendero que jamás se bifurca”.
En él, Almagro describe de forma sintética la grave situación que vive Venezuela y cómo marcha por una ruta que no se separa en encrucijadas. Es decir, que no ofrece esperanzas de redención.
En el texto menciona la violación de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad, la pobreza, el hambre generalizada, la desinstitucionalización, el éxodo masivo e incontenible de venezolanos hacia el exterior, la corrupción, los presos políticos, el narcotráfico, el crimen organizado y la minería ilegal.
Todos flagelos que castigan a los venezolanos. En Venezuela nada funciona bien, dice Almagro, salvo el aparato represivo que opera con la eficacia de un reloj suizo.
Los responsables de esa crisis insondable son quienes han manejado el Gobierno desde hace más de dos décadas. No hay otros. Mientras esa casta permanezca enquistada en el poder, el deterioro continuará, sigue señalando en el texto.
Agrega que el reto consiste en cómo sustituir a esa camarilla. Más de diez procesos de diálogo entre el gobierno han fracasado a lo largo de dos décadas de tensiones.
Durante este interminable ciclo, el chavismo-madurismo no ha podido aniquilar a la oposición, ni esta ha logrado defenestrar al oficialismo.
El diálogo truncado
Almagro señala que el diálogo representa la única opción para detener el sufrimiento del país y lograr que la nación emprenda el camino de la recuperación y normalización progresiva.
Para reiniciar el diálogo fructífero hay que admitir que el gobernante es una fuerza real. El objetivo no puede seguir siendo “cómo se saca a Maduro, sino cómo sigue”.
Continuar con Maduro significa “cohabitar” con él. Compartir el poder con él en el marco de un sistema de contrapesos institucionales semejante al establecido en la Constitución uruguaya de 1952.
“Compartir es contrapesar”, escribe Almagro. “La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más”.
Alcanzar este nivel de entendimiento debería ser la meta de la negociación: “Sin un esquema de compartir el poder desde su base, en el que se asegure una participación efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y otros actores, la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el futuro, es esencialmente imposible.
Oficialismo vs oposición
El oficialismo debe asumir que sin la oposición la sociedad venezolana seguirá resquebrajada, dividida, desintegrada social y geográficamente, y la oposición debe asumir que sin el chavismo y el madurismo sucedería lo mismo”.
Sin ese propósito esencial, la cita comicial de 2024 se transformaría en “un proceso electoral dudoso” que simplemente aseguraría “la continuidad de lo que tenemos ahora con legitimidad inexistente o dudosa”.
Es preciso avanzar hacia “una legitimidad posible”, que abra “la esperanza para que el sendero se bifurque”. De lo contrario, “se continuará haciendo marchar a todo un pueblo por un sendero que no se bifurca nunca en el infierno de un país empobrecido.”
Con información de Trino Márquez (@trinomarquezc)