Año escolar 20-21: con coronavirus, a distancia y actividades incumplidas

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Recorrido por distintos colegios para verificar el estado de su infraestructura antes de que inicie el período escolar. En la gráfica, Unidad Educativa Nacional Pública Bolivariana Andrés Bello, ubicada en Antimano.Caracas, 04-09-2014 (ALEXANDRA BLANCO / EL NACIONAL)

El avance del Coronavirus siguió privando al sistema educativo venezolano de volver a las aulas y retomar las clases presenciales. Por tanto, el año escolar 2020-2021 culmina también a distancia. Situación que nuevamente condujo a los responsables del proceso educativo del país a actualizar el diseño de diversas formas didácticas y un contenido curricular flexible y adaptado a las circunstancias.

Desde el año escolar pasado, que terminó bajo este modelo de atención remota, en la teoría todo debían funcionar: la educación a distancia, la asistencia a distancia, la interacción a distancia y las evaluaciones a distancia. Pero a la final todo fue un mito.

El modelo educativo que comenzó a desarrollarse contiene varios elementos clave: la tecnología, la radio y la televisión. Un mediano servicio eléctrico y conectividad pasaron a ocupar el primer lugar de las necesidades elementales para hacer posible la educación a distancia.

Desde los primeros momentos, la segunda dificultad para llevar a cabo la interacción entre docentes y estudiantes fue la falta de instrumentos tecnológicos como las computadoras, los celulares inteligentes, tabletas y otros elementos.

Con la plataforma de conectividad en crisis y la falta de equipos, no fue posible el avance de la educación a distancia tal como se tenía previsto. En una Venezuela sumida en crisis, el modelo resultó ser más un sueño que una realidad.

El triángulo educativo compuesto por la familia, escuela y comunidad parecía que resultaría fortalecido, pero la experiencia de los docentes demuestra lo contrario.

Ante los desafíos que suponía el nuevo y atípico contexto, Ministerio del Poder Popular para la Educación lanzó la propuesta “Cada familia, una escuela”, como una alternativa dentro del Plan Nacional de Prevención y Protección contra el Coronavirus (COVID -19). Este es un programa de televisión que se transmite a nivel nacional por los canales estatales para todos los niveles de la educación primaria.

También, desde esta lógica, se han desarrollado experiencias radiales en las cuales se comparten conocimientos con los estudiantes, maestros y familias para subsanar los vacíos que dejaba la no presencialidad.

Tal es el caso del programa La Escuela en La Radio del Movimiento de Educación Popular Fe y Alegría y que se transmite de lunes a viernes por las 23 radios del Instituto Radiofónico Fe y Alegría y otras emisoras aliadas.

Al activar este propuesta, el Estado se topó con las mismas dificultades anteriores, es vez, más arraigada en las familias. La realidad docente sumida en la crisis tecnológica como como una extensión de la grave crisis social, también resultó ser un gran problema que impidió la realización de actividades.

No era un asunto donde el docente y el estudiante serían acompañados por la familia, y es que el elemento coordinador (la tecnología) marcaba una distancia profunda entre uno y otro. No existía la plataforma necesaria.

En zonas indígenas, la dificultad fue mayor. Sin la más mínima conectividad, los niños originarios perdieron todo tipo de asistencia educativa. Los docentes cesaron sus actividades, algunos no solo se ausentaron, sino que decidieron migrar.

El Estado tampoco pudo asumir su rol ante el alto costo de la movilización en las zonas más remotas de Venezuela donde los indígenas hacen vida.

Por si fuera poco, las dificultades naturales de las zonas indígenas remotas, los decentes tampoco pudieron cumplir con las actividades exigidas con las visitas a sus estudiantes.

Las zonas pantanosas, las largas distancias fluviales, y las ubicación de los asentamientos indígenas aislados o alejados uno de otros configuró un entorno educativo donde la asistencia educativa fue imposible.