Querida María,
¿Cómo estás? Espero que tu misión como educadora siga dando sentido a tu vida. Sé que en este mundo globalizado los desafíos son grandes y requieren mucha fe, vocación y convicción.
Por eso, quisiera compartir contigo unos sorbitos de mi experiencia espiritual, es decir, pequeñas señales del modo como he vivido mi fe en Dios. La comparto porque tengo la certeza de que una experiencia de amor ilumina, suscita y valida otras experiencias de amor. Es como un fuego que enciende otro fuego.
A mí me ayudó mucho haber conocido la vida de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán, aunque no los conocí personalmente fueron mis maestros, ellos con su ejemplo me animaron a encontrarme con Jesús de Nazaret, y este encuentro con Jesús transfiguró mi vida.
Si revisas tu vida, encontrarás personas significativas que han sido emblemáticas para ti y que te han servido como ojos de gatos en el camino de la vida. Así habla Dios. Por eso, me he animado este día a compartir contigo este sorbito de mi experiencia.
Te cuento que después de haber caminado mucho por la vida y con el corazón lleno de aprendizajes y sabiduría, mis amigos me animaron a que sistematizara mi itinerario espiritual, les obedecí, y así nacieron los Ejercicios Espirituales que son un camino para el encuentro personal con nuestro Señor Jesucristo, centro y fin de mi vida.
Sé que este camino ha ayudado y sigue ayudando a muchas personas a liberarse personalmente y a entregarse a la voluntad de Dios revelada en nuestro Señor Jesucristo. Tengo la certeza de que los regalos de Dios son para compartirlos con los demás.
Recuerdo que una vez un amigo se me acercó y me preguntó sobre cómo era mi relación con Dios, aquella pregunta enterneció lo más hondo de mi ser, temblé, balbucee, hice memoria y al final dije: “Dios me fue llevando de la mano, como un buen maestro de escuela lleva a un niño”.
Esa es una certeza profunda en mi vida: Dios se comunica personalmente con cada persona, de manera directa nos habla al corazón, tiene con cada uno su pedagogía, y cuando le escuchamos y nos dejamos llevar somos buena noticia para los demás. Es como una cadena de amor.
Hallar al Señor en todas las cosas
Bueno, volvamos por donde veníamos. Si Dios se comunica con cada una de sus criaturas y con cada uno de sus hijos, significa que podemos cantar: “hallarte a ti Señor en todas las cosas y a todas en ti, en todo amar y servir”.
Las personas, la naturaleza, las cosas son un lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Así que la relación con los demás y con la naturaleza es una relación fraternal, fundada en el respeto, la reciprocidad y la reverencia porque Dios las fundamenta y las sostiene. Son el verdadero templo de Dios, no son Dios, pero están en Dios.
¿Y qué significa todo esto para tu misión como educadora? Te animo a contemplar a los niños, adolescentes y jóvenes con los que te encuentras a diario como un don de Dios, como el lugar desde donde el Señor Jesús quiere encontrarse contigo. Significa también que tus compañeros de trabajo tienen mucho que ofrecerte y tú a ellos, que si están allí, compartiendo la misma misión es porque Dios con su pedagogía los ha convocado para soñar y trabajar juntos. Esto le dará un giro a tu día a día.
Encontrarás un tesoro que transformará tu corazón. ¡Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor!
Bueno, María, hoy sólo he querido tocar este punto de mi experiencia de Dios, tengo muchos sorbitos más que compartir. Tú me dirás si deseas que te sigas contando. Estoy a tu disposición.
Tu amigo y hermano en Cristo
San Ignacio de Loyola.
Alfredo Infante sj es el Provincial de la Compañía de Jesús. @SICalfredo
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