¿Cómo viven los pueblos indígenas ante la pandemia de la COVID-19?

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Foto: Minerva Vitti

Las siguientes líneas son una construcción colectiva, a través de las voces de los indígenas que se encuentran en sus comunidades a lo ancho de Venezuela, para dar a conocer cómo viven las restricciones para evitar la propagación de la COVID-19, qué medidas han tomado en sus comunidades y cómo afrontan los problemas históricos.

La recolección de información ha sido compleja debido a que en la mayoría de las comunidades la cobertura telefónica es intermitente, una a tres horas diarias, o simplemente no existe. Esperamos que este breve diagnóstico sea un aporte para el abordaje oportuno en las distintas comunidades. Los acontecimientos continúan en construcción.

En Venezuela existen 52 pueblos indígenas que, de acuerdo al censo de población y vivienda de 2011, suman 700 mil personas. Hoy esa cifra debe pasar el millón de personas. Los indígenas en Venezuela no solamente se ubican en territorios alejados también hay presencia en centros urbanos, en las fronteras y, desde los últimos años, muchos han migrado por la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país. Este último es el caso de los warao, pemón, eñepa, kariña en Brasil; los warao en Guyana; y los yukpas en Colombia.

De acuerdo a cifras oficiales del gobierno venezolano no se han reportado casos positivos del covid-19 en pueblos indígenas en Venezuela. Sin embargo, vemos con preocupación que existen casos positivos en estados con población indígena como Anzoátegui, Apure, Bolívar, Monagas,  Sucre y Zulia. También se detectó un caso de coronavirus en La Guajira colombiana, se reportaron otros en indígenas yukpa, en Cúcuta (Colombia), y el primer caso de un yanomami en Brasil. Tanto los wayúu y los yukpas son pueblos indígenas cuyos territorios ancestrales están en Colombia y Venezuela.  En el caso de los yanomamis están presentes en Venezuela y Brasil.

Ante el decreto de cuarentena nacional por la pandemia de coronavirus, nos preguntamos cómo están viviendo los pueblos indígenas, qué medidas han tomado dentro de sus territorios, y como afrontan los problemas históricos presentes en sus comunidades como la falta de alimentos; el escaso o nulo acceso a los servicios de salud; las enfermedades ya existentes (malaria, VIH, sarampión, tuberculosis, desnutrición, diarreas); la falta de transporte aéreo, terrestre y fluvial para acceder a sus comunidades; la deficiencia en servicios públicos como agua potable, electricidad y gas; la ejecución de proyectos extractivistas (oro, carbón, petróleo…), la presencia de grupos armados irregulares en sus territorios, la minería ilegal en sus territorios ancestrales…

Recordemos que la COVID-19 se contagia con mucha facilidad y puede ser mortal en personas con dolencias respiratorias severas. En este sentido, los indígenas tienen mayores probabilidades de contraer enfermedades contagiosas porque nunca han recibido atención sanitaria suficiente. Observamos con preocupación que uno de los índices más altos en tuberculosis lo tiene el pueblo Warao y que una de las principales causas de mortalidad infantil dentro de estos indígenas son los trastornos respiratorios.

En un artículo de reciente publicación, el Grupo de Trabajo Socioambiental de la Amazonía Wataniba, insiste en que “la profunda crisis generada por la pandemia del coronavirus amenaza seriamente la vida de los pueblos indígenas en su conjunto y particularmente de la Amazonia venezolana, debido a su alta vulnerabilidad epidemiológica y sistema inmunológico debilitado debido a diferentes factores históricos, ambientales y socioculturales”.

Wataniba apunta que los pueblos indígenas que se encuentran en aislamiento voluntario o contacto inicial, que en Venezuela son tres, Joti, Yanomami y Uwottüja, requieren especial atención y que es “necesario tomar medidas de protección especial para salvaguardar sus hábitats de la entrada de agentes foráneos”.

Otro caso es el de los indígenas que se han quedado atrapados en las ciudades y no han podido regresar a sus comunidades.

Wataniba considera que la mejor salida a la crisis y a las posibilidades de contagios es la prevención, es decir promover el aislamiento como mecanismo de defensa colectiva, asumiendo las formas de vida ancestrales y tradicionales propias de los pueblos indígenas de la Amazonia. En este sentido seria urgente promover acciones que garanticen ese aislamiento relativo y temporal vinculado a formas tradicionales de vida indígena.

Otro aspecto fundamental vinculado a la necesidad de proteger a los pueblos indígenas frente a esta pandemia, es todo lo relativo al tema informativo – formativo ya que en buena medida la desinformación contribuye a que aumenten los riesgos de contagios. Debido a las particulares condiciones geográficas y culturales es difícil que la información llegue a las comunidades de manera oportuna y completa. Por lo que es necesario reforzar acciones destinadas a informar de manera urgente.

Comencemos con el recorrido por las comunidades indígenas.

“Esta señora tenía dos hijos que eran pescadores, después de tanto tiempo en incertidumbre, los jóvenes quisieron saber de dónde la madre sacó el agua, la siguieron a escondidas para saber dónde quedaba el manantial, la vieron bajar el cerro hasta la base, y la alcanzaron cuando estaba llenando su múcura. En el momento que ella volteó a ver quién la seguía, se da cuenta que eran sus hijos, el misterio que le mostró el manantial fue quizás, el mismo que la transformó en piedra. Allá en Lojou están las rocas que son testimonio de lo sucedido, de esta señora nace el nombre de Jepira”. Foto: Minerva Vitti Rodríguez

En La Guajira la pandemia se llama hambre

Saylin Fernández Fernández, wayúu y comunicadora indígena, cuenta que la población el municipio Guajira, al norte del estado Zulia, ha denunciado que se encuentran sin atención por parte de las autoridades municipales. La falta de alimentos ha sido una de las principales preocupaciones de los wayúu, pueblo indígena más numeroso de Venezuela y habitante ancestral de La Guajira. Las comunidades indígenas apartadas de los centros poblados son las más afectadas.

La comunicadora explica que tras las medidas preventivas ordenadas por el Ejecutivo nacional se comenzaron a cerrar los pasos legales en la frontera y se paralizó la movilidad de ciudadanos en la frontera de Paraguachón. Esto prendió las alarmas entre las familias wayúu ya que la mayoría trabaja en el sector informal, que les da para la subsistencia diaria. “Las pocas reservas de alimento despertaron el hambre en muchas familias de bajos recursos. Ellos siguen cumpliendo esta medida en medio de esta hambruna que les roba energía a lo más pequeños”.

Fernández relata que hay vehículos que viajan con permiso del gobernador del estado Zulia, “son wayúu que trabajan con el comercio y traen comida de Colombia, se meten por las trochas. Hasta el 4 de abril se manejaba la información de que los tenían retenidos en un punto de la salida de La Sabana. Hay órdenes de que no los dejen pasar, porque en el tramo de la troncal del Caribe la gente está saqueando a todo el que pasa, dicen que no los va a matar el virus sino el hambre”.

En medio de la cuarentena, las amas de casa de los distintos sectores de la parroquia caminan para buscar alimentos en los establecimientos de los centros poblados de la región.

A esta situación se le suma el costo del agua suministrada por camiones cisterna. “La primera autoridad del municipio hizo un plan de trabajo para atender al pueblo en este aislamiento pero no ha sido efectivo. La falta de efectivo impide a muchos comprar una pipa de agua. La crisis que afecta el pueblo de La Guajira es cada vez compleja. Son pocos los que acatan el llamado de quedarse en casa. Es un absurdo para la familia que se acuesta sin comer, sin agua y sin servicio eléctrico. Todo esto triplica la impotencia de los ciudadanos en el municipio. Ellos siguen resistiendo para sobrevivir la pandemia que llaman hambre y el desconocido virus que azota la humanidad”, narra Saylin.

Sobre el caso de coronavirus en La Guajira colombiana, la comunicadora indígena indicó que éste se detectó en Riohacha pero se aisló inmediatamente a la persona.

«Cuenta la sabiduría indígena que Osemma llegó a la Sierra de Perijá y comenzó a preparar su conuco. Desmalezó el terreno, abrió los surcos, sacudió su larga cabellera de la que se desprendieron granos de maíz y semillas de café. Dejó que los luceros llovieran sobre su cuerpo y al amanecer restañó sus brazos regando la siembra con ese rocío». Foto Minerva Vitti Rodríguez.

Sierra de Perijá: entre las visitas de las autoridades sanitarias y el paso de personas por las trochas

Heber Erapshe, indígena yukpa y concejal indígena de Machiques de Perijá, estado Zulia, dijo que tanto el gobierno, como la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el sistema regional de salud les han brindado apoyo: “Nosotros como pueblos indígenas estamos tomando prevención propia de acuerdo a nuestros usos y costumbres dentro de nuestras comunidades indígenas. El pueblo yukpa difundimos en nuestra lengua la forma en que nosotros podemos prevenir este feroz virus. Estamos enlazando con los caciques, autoridades ancestrales, médicos tradicionales para evitar cualquier tipo de enfermedad. Estamos trabajando en pro de eso y también buscando la ayuda ancestral para poder colaborar. Estamos diciendo que cada una de nuestras familias yukpa se quede en casa, hasta ahora es la mejor forma segura de prevenir el coronavirus”.

Con respecto a los casos positivos de coronavirus entre indígenas de la misma etnia en Colombia, Erapshe explicó: “Hasta donde tenemos conocimiento hay cuatro casos de hermanos yukpas con coronavirus en Cúcuta y el Norte de Santander, Colombia. Son yukpas de las cuencas Aroy, Apón y Yaza (ubicadas del lado venezolano) que son los que están más involucrados en el tema migrar a otros países y allá han sido bastante contagiados. Tenemos conocimientos que están siendo tratados allá mismo en Colombia”. Otras de las cuencas con alto flujo migratorio es Toromo, también en Venezuela.

Mileydis Martínez, cacica de la cuenta del Tukuko, dice que la situación de las personas, indígenas y no indígenas, que entran por las trochas de la Sierra de Perijá, provenientes de Colombia, ha sido un tema latente en la comunidad de El Tukuko. “La semana pasada, el martes, se reportaron cuatro personas, las cuales fueron trasladadas a Machiques, gracias al apoyo del comandante Sánchez. Les hicieron los análisis correspondientes y fueron devueltos a la comunidad. Pero esta semana han ingresado más y no se les ha hecho el respectivo procedimiento. Están allá (en El Tukuko), no hemos podidos comunicarnos para que puedan buscarlos y atenderlos también. No tenemos combustible para trasladarlos a Machiques, ha sido difícil. Esperemos que en el transcurso de esta semana santa haya el respectivo despliegue de seguridad que deberíamos tener en la comunidad. No contamos con ningún punto de control para atender cualquier emergencia que se pueda presentar”.

Martínez dice que el protocolo epidemiológico, que las autoridades de salud iban a activar en el ambulatorio de El Tukuko, no está funcionando. “El lunes pasado recibimos una visita de la epidemióloga, pero no se han dado las orientaciones respectivas al personal que trabaja en el ambulatorio”.

Precisamente en este centro médico se atenderán a las personas que llegan de la frontera. En la comunidad tampoco tienen cobertura telefónica desde el viernes y la electricidad no es constante.

“Tratamos de cumplir con la cuarentena, pero con esto ha sido bastante difícil. Uno ha tenido que salir a buscar solución. Ahora con el general del ejército, Wilfredo Medrano, se ha hecho un cronograma para el apoyo de combustible solo para vehículos que van atender las estrictas emergencias que salgan del ambulatorio. También un vehículo para atender la alimentación, es decir, para que las personas que bajen con su rubro (cosecha) aquí a Machiques, tengan un vehículo para traer esa carga y retornar nuevamente a la comunidad. Esperemos que esto funcione de la mejor manera posible y que pueda fluir esta situación que está pasando en la comunidad”, dijo la cacica de El Tukuko.

Por su parte, Johandry Montiel, wayúu y comunicadora indígena de la zona, informó que hace una semana las autoridades municipales de salud visitaron las comunidades indígenas El Tukuko y Yaza: “Allí fue la epidemióloga municipal, Emeyubel Arrieta, a concientizar y dar conocer qué es el Covid-19 en las comunidades. Durante estas jornadas también se llevaron algunos insumos médicos”.

Montiel explica que a pesar de que se han iniciado algunas visitas a las cuencas en la parte alta, media y baja de la Sierra de Perijá, en estas solo se han dictado algunas charlas y realizado jornadas de vacunación. A las comunidades indígenas se les entregan folletos sobre el coronavirus en idioma yukpa. “Se lleva a los médicos que les dan esas charlas dentro de la comunidad, pero no ha sido un plan preventivo eficiente para que las propias comunidades puedan cumplir los protocolos epidemiológicos ante la llegada de un posible caso”.

Recordemos que las comunidades indígenas yukpas han reportado un abandono total en el tema de atención sanitaria y los ambulatorios no tienen médicos.

Según Montiel, la iniciativa de las visitas surgió porque los indígenas reportaron que muchas personas, indígenas y no indígenas, estaban atravesando por las trochas de la Sierra de Perijá. “Los que se quedan en El Tukuko son personas que van y vienen, trabajan vendiendo cosas y se regresan, pero hay otros que al ver que está cerrado Puerto de Santander, Boca de Grita, que son algunas zonas por donde ingresan los venezolanos pues han optado por venirse por el lado de Venezuela, tanto colombianos como venezolanos”.

Por esta razón el 6 de abril el comandante de la Zona Operativa de Defensa Integral (ZODI), Ovidio Rodríguez, dijo que activaría un plan para que la Fuerza Armada Bolivariana resguarde las fronteras e impedir el paso de estas personas.

Con respecto a casos de personas con coronavirus, la comunicadora indígena explicó que hubo un rumor que en Machiques había casos positivos indígenas, pero la epidemióloga, Emeyubel Arrieta, confirmó que esto no es cierto. “Se viene haciendo un monitoreo y seguimiento a la comunidades indígenas por el flujo de personas reportado en la Sierra. Según información de la alcaldesa y la epidemióloga en Machiques existen pruebas rápidas, pero se aplican a personas que presentan algunos síntomas. El único municipio que cuenta con pruebas rápidas es Machiques”.

El pueblo indígena barí es uno de los optó por el aislamiento de todas sus comunidades luego de conocer el decreto de cuarentena nacional.

En relación al paludismo, que es una de las enfermedades que más afecta a los indígenas de la zona.  La cacica Mileydis Martínez informó que semanalmente de 50 personas que se le toman las muestras, 30 dan positivos al parásito. “Antes de esta contingencia que estamos pasando, solicité a la oficina de mariología del municipio varios litros de insecticida para hacer la fumigación respectiva, pero no había. Con el tema de la lluvia ha vuelto a brotar el zancudo y esperemos que la situación no se complique. En el espacio donde funciona malariología contamos con una planta eléctrica, pero no tenemos el combustible para poder prender cuando se va la electricidad y seguir trabajando para leer las muestras de paludismo. Estamos atados de manos por todos lados”.

Amanaven es un poblado que pertenece al departamento de Vichada, Colombia. Se ubica justo al frente de San Fernando de Atabapo (Amazonas, Venezuela). En ese lugar, enclavado en las aguas del río Guaviare, se compra oro, comida y gasolina. Foto: Minerva Vitti Rodríguez.

La frontera porosa de Amazonas y la minería ilegal

En San Fernando de Atabapo, estado Amazonas, las personas pasan en sus curiaras hasta Puerto Inírida, Colombia, a comprar comida o a comunicarse porque en Atabapo no hay cobertura telefónica.

En el municipio Atures, donde se encuentra Puerto Ayacucho, continúan pasando las personas por las trochas hacia Colombia para comprar comida. “Los controles son muchos, por eso el Estado está llamando a que por favor sean conscientes y no lo hagan, porque las fuerzas de seguridad no se dan abasto para custodiar toda la frontera. Pero esto ocurre por la misma crisis, porque no tenemos suficientes alimentos, porque todo es muy caro. Ciertamente hay mucho riesgo por la frontera”, explica Noraima Ángel, coordinadora de la Oficina de DDHH del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho.

Al respecto el Grupo de Trabajo Sociambiental Wataniba, insiste que se debe “considerar que el aislamiento social en la frontera se cumpla de acuerdo al respeto e integridad de las comunidades indígenas, aislamiento temporal de las comunidades, restringiendo el acceso de personas foráneas. Este aspecto es fundamental si se quiere actuar preventivamente”.

Wataniba advierte que “hay un conjunto de factores propios de la región que agravan las posibilidades de contagio en Amazonas, y estos se refieren fundamentalmente a la práctica de minería ilegal en la región y a la alta movilidad de mineros y otros agentes ilegales que realizan actividades en territorios indígenas. La alta movilidad de los mineros es un problema que debe ser abordado con urgencia por las autoridades del Estado venezolano. Esta situación generada por agentes foráneos podría aumentar brotes y enfermedades que amplifican la susceptibilidad inmunológica en las comunidades indígenas expuestas al Covid-19”.

En este sentido miramos con preocupación el primer caso de coronavirus entre indígenas yanomanis de Brasil. En sus territorios hay miles de garimpeiros involucrados principalmente en la explotación de oro: “Nuestra mayor preocupación con el Covid-19 es que se contaminará a los yanomamis a través de los buscadores de oro (garimpeiros). Muchos garimpeiros ingresan sin exámenes médicos. Esto extenderá la pandemia en tierras indígenas”, dice a Fohla de S. Paulo, Dário Kopenawa.

Este joven indígena, vicepresidente de la Asociación Hutukara, la más importante del pueblo yanomami en Brasil, manifestó que teme que se repita la mortandad que trajeron el sarampión y otras enfermedades entre las décadas de 1960 y 1980, esta última conocida como la “invasión de la minería del oro”. Alrededor del 15 % de los yanomamis fueron exterminados.

Los yanomamis tienen una alta movilidad, así que de no controlarse esta situación estructural de vulneración sistemática de sus derechos territoriales, el coronavirus puede llegar hasta los lugares más remotos.

«En aquel tiempo había, cerca del Roraima, un árbol -centro del mundo- de nombre Wadaká, que daba toda clase de frutas». Foto: Minerva Vitti Rodríguez

Bolívar: cierres preventivos en comunidades indígenas, inseguridad alimentaria, año escolar en riesgo

La comunidad de Manak Krü, ubicada en Santa Elena de Uairén, estado Bolívar, donde vive el pueblo indígena pemón, tomó la decisión de cerrar el paso de personas extrañas a la comunidad. Reportes de indígenas en otras comunidades del sureste del estado Bolívar indican que están respetando la cuarentena. No obstante, el cierre de la frontera con Brasil ha incrementado la inseguridad alimentaria.

Hasta el 26 de marzo las bodegas ubicadas en la troncal 10 estaban surtiendo comida. “Algunas personas salen a hacer mercado para la vía que están abiertos los negocios de comida hasta el mediodía”, informó una maestra de la zona.

Para esa misma fecha, David Silva, indígena pemón y habitante de Santa Elena de Uairén, confirmó que todavía había comida y explicó la situación: “En principio querían especular con los precios pero la Guardia Nacional hizo un operativo. Luego se recuperó la cordura. Lo que me preocupa es cuánto puede durar la comida, pues la frontera sigue cerrada. A mí me tocó hacer mercado en Santa Elena. Lo que me costó mucho fue el pasaje de regreso. Eso se incrementó más del doble por la falta de combustible”.

En cuanto a la educación, si bien una de las medidas que se ha tomado a nivel nacional es la de impartir clases por internet, la mayoría de los pueblos indígenas no tienen acceso a este medio; incluso muchas comunidades denuncian constantemente que no cuentan con electricidad.

Algunos coordinadores pedagógicos de las escuelas Fe y Alegría hacen el esfuerzo de enviar, a través de plataformas como whatsapp, las guías con actividades pedagógicas para la atención de niños, niñas y adolescentes desde la distancia: “Se me hace más difícil con la gente de Las Claritas y El Dorado tengo y que estar pendiente cuando se conectan”, compartió una de las maestras indígenas.

Otra de las medidas ha sido ingresar a las escuelas una vez a la semana o cada quince días, dependiendo de la lejanía de las comunidades, para dar instrucciones a los maestros y elaborar con ellos las actividades para los niños y niñas. Hay mucha dificultad en el cumplimiento de las asignaciones porque muchos padres y madres no saben leer ni escribir en español.

«Los warao sostienen que los dioses cardinales destruyen las almas de los niños, específicamente cuando estos mueren de alguna dolencia donde esté implicado cualquier tipo de sangramiento. Las almas de los niños que fallecen por otras causas en las que no han intervenido los jebu (espíritus malos), se quedan en la tierra vagando por los bosques y aldeas en forma de sombras». Foto Minerva Vitti Rodríguez

Delta Amacuro y Apure a la espera de información

Ernesto Romero, obispo del Vicariato de Tucupita, en el estado Delta Amacuro, informa que hasta la fecha no tienen información de casos positivos de coronavirus dentro de los indígenas warao que viven en esta ciudad y en los caños del delta del Orinoco. “Sería desastroso”, afirma. Explica que los indígenas están como siempre “pasando hambre y necesidad. Subsisten con algo de pesca y ocumo (tubérculo). Los que viven en los caños la tienen muy difícil para venir a la ciudad y comprar. No tienen ya motores en buen estado, menos gasolina para trasladarse. En alguna oportunidad va Mercal y vende productos a las comunidades, pero aún no tengo noticias de que hayan ido en estos días”.

Por su parte, Pablo Modesto, obispo de la diócesis de Guasdualito, estado Apure, comenta que la cuarentena, además de la restricción del combustible y la falta de luz e internet, los ha limitado en la comunicación sobre todo hacia la zona indígena. “No sabemos nada de esa zona desde que comenzó la restricción, ni siquiera he podido hablar con los tres párrocos que están más cercanos a la zona indígena”.

Por Redacción Revista SIC

Un agradecimiento especial a todas las personas que colaboraron con las informaciones para la construcción colectiva de este diagnóstico: María Teresa Sánchez, Regni Bastardo (warao), Peggy Vivas, Noraima Angel, Saylin Fernández (wayúu), Johandry Montiel (wayúu), Heber Erapshe (yukpa), Mileydis Martínez (yukpa), Jeanfreddy Gutiérrez, monseñor Ernesto Romero, monseñor Pablo Modesto, Fabiano Maisonnave.