Un año y cinco días tiene Edixon Alvarado de haber pasado por el Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) y de ser un sobreviviente de la COVID-19. En esta segunda historia de #RostrosDeLaCOVID-19, Radio Fe y Alegría Noticias muestra un pedazo inspirador de lo que ha sido coexistir en un tiempo adverso por la pandemia.
Edixon Alvarado tiene 55 años, trabaja en el Cuerpo de Policía del Estado Zulia, es padre de familia y tiene todos sus recuerdos de infancia, adolescencia y adultez en Maracaibo, estado Zulia.
En un día de descanso como cualquier otro, Edixon estaba en su casa, pero de repente comenzó a sentir que le faltaba el aire y llamó a su trabajo para solicitar ayuda. Sus compañeros en minutos llegaron a su hogar en las patrullas, creyendo que había ocurrido un incidente grave en torno a su trabajo, pero se encontraron a un amigo ahogándose, suplicando atención médica.
A Edixon lo llevaron al Centro Diagnóstico Integral (CDI) La Macandona, pero no pudieron atenderlo porque no tenían los equipos necesarios; entonces, lo ingresaron al hospital Dr. Regulo Pachano Añez (Sanipez), donde le brindaron los primeros auxilios y posterior a su recuperación fue directo al hospital centinela de Maracaibo.
Le diagnosticaron neumonía bilateral por COVID-19 a poco de entrar a la emergencia del Hospital Universitario de Maracaibo. Para un control se quedó hospitalizado y pasó su primera noche.
«¿Quién es esa bebé?»
A las 2:00 de la noche Edixon se despierta, ve una bebé de dos meses a su lado ingresada en el área de adultos, y sintió un terror de no saber qué pasaba en plena noche. —“Yo llamo al hijo mío y le digo: ‘quién es esa bebé’ porque uno entra en un delirio. Yo pensaba que era mentira, pero si era una bebé que tenía al lado de mi camilla con COVID-19”
“En esas 28 horas yo vi morir más de 20 personas. Los médicos, los enfermeros, ellos si querían trabajar pero no tienen el equipo de bioseguridad. Ellos por la mañana sí tenían (el traje de protección), pero preferían morir con el que habían usado todo el día porque luego no tenían para cambiarse —reseñó en la entrevista—. Me llamó la atención como los equipos de bioseguridad eran lavados ahí mismo en el hospital y colocados a la intemperie para que se secaran, ¡no hay higiene!”, sentenció Edixon Alvarado.
Allí en la emergencia estuvo por 28 horas y al contar sobre cómo lo vivió confesó que vio morir a al menos 20 personas. Aseguró que en la emergencia “el ambiente es muy hostil y muy dramático”.
27 días y 26 noches en el HUM
Tras estabilizarse, Edixon subió de piso y permaneció por 27 días en el hospital, encerrado en cuatro paredes sin poder disfrutar la vida de afuera de la ciudad. Tenía una neumonía que, a su vez, le agravó su lesión en un pulmón por la Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Edixon era fumador, eso le causó daños en sus pulmones y, por ende, le jugó en contra en su enfermedad por Coronavirus.
Los días en el hospital fueron llevaderos gracias a sus hijos, quienes mantenían la habitación y el baño limpio. Ellos mismos compraron los insumos necesarios para la limpieza y permanecieron toda la tarde junto a Edixon enfrentando todo riesgo de contagio.
“Mis hijas siempre estuvieron conmigo. En el día se la pasaban conmigo y a las 6:00 de la tarde se retiraban”. Sus hijos lo ayudan a comer y cuando no salían de la habitación, sus familiares a través de los policías les hacían llegar las encomiendas.
Edixon contó que por las noches la falta de aire era más penetrante, se sentía como si fuera a morir. Según explicó, le ocurría una sensación “involuntaria”, en la que poco a poco se iba quedando sin oxígeno.
Dijo que en ocasiones escuchó a los doctores comentarle a sus hijos que le daban un carecido pronóstico de vida. Sus pulsaciones cardiacas para ese momento estaban por debajo de 42.
“En los 27 días se habla de que hubo más de 100 muertos. A mí me dieron de alta un 17 de diciembre, yo pensaba que me iban a dejar todo diciembre, es más, yo no me quería venir por temor a contagiar a alguien en mi casa”, —aseguró—. Pero el doctor me contó que yo estaba creando anticuerpos y que difícilmente podía contaminar”.
“Yo me declaro sano”
Edixon mantuvo las fuerzas y se aferró a Dios, sabía que la fe y la esperanza iban a reponer su salud para volver a sonreír junto a su familia.
Habló con la epidemióloga mientras su hija no estaba y le dijo: “doctora vea, en el nombre del todopoderoso Jesús… yo me declaro sano”. A lo que le respondió:
“Me puse a hablar con ella y me dijo “mira, si vos mantenéis esa actitud, mijo, vos te vais; si vos decis que te vas a morir, vos te morís, ¿qué vas a decir? —yo me salvo, dijo Edixon—, bueno si vos decis que te vas a salvar, así es.
“Los medicamentos —le dio gracias a Dios — tengo un amigo que me los costeó, se gastaron más de 2 mil dólares… como unos 2.200”, resaltó Edixon al mencionar a las personas que lo ayudaron en el proceso.
También afirmó que no necesitó bombona de oxigeno de cilindro porque tenía de pared. Sin embargo, no pasó por alto que para diciembre del año pasado la situación era crítica y había una dura escasez de oxígeno para los pacientes.
“Yo fui el gerente de seguridad de las empresas de Fiorella y el jefe me llamó a mí y me prestó el apoyo. Yo soy una persona trabajadora, humilde, de dónde iba a sacar 2 mil y pico de dólares. Eso me lo financió él. Ese es mi hermano querido. Él me dijo que aquí el dinero no es nada, aquí lo que sirve es el poder de Dios”, detalló y reconoció que se convirtió es un agregado a la familia por tanto amor y aprecio.
Luego de su recuperación
Edixon reflexionó y dijo que ahora observa la vida con “muchos arcoiris, perspectivas y visiones”. Contó a Radio Fe y Alegría Noticias que haber tenido la enfermedad le cambió la vida.
“Valoras más a la familia, adoras más tu vida. Vos pensáis que como todo el mundo se está muriendo, puede ser que vos también. Ahí no vale el dinero, no vale nada material”, subrayó.
Tras padecer COVID-19, lo que quedó en sí mismo fue pacificidad y ganas de mantener una alimentación balanceada y dejando malos hábitos.
“Yo me la he pasado tranquilo, porque siento que cualquier exceso me puede acelerar el corazón y me produce un infarto. El día miércoles (15 de diciembre) fui a comprar comida en la esquina, como a casi un kilómetro. Traía las bolsas muy pesadas y tuve que hacer dos paradas porque me sentía cansado, cuando yo antes las llevaba”, exclamó atónito reviviendo el recuerdo.
“Yo trato de no llevar una vida agitada, estoy llevando una vida tranquila”, finalizó.
Todo lo que vivió le ha hecho querer retomar proyectos que no terminó en su vida, por ejemplo su carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Cecilio Acosta.