Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar: la celebración de una labor invisible

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Foto: Getty Images

Desde el año 1988, cada 30 de marzo se celebra el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, con el objetivo de reconocer y honrar la labor y contribución de las mujeres que se dedican a este oficio en el mundo. 

Asimismo, se busca visibilizar sus condiciones de trabajo, promover la igualdad de derechos y el respeto a su oficio, luchar contra la explotación y discriminación a la que muchas veces se enfrentan quienes lo desempeñan, que en su mayoría son mujeres. 

Las mucamas son aquellas que prestan servicios para el cuidado de otras personas, incluyendo infantes, adultos mayores o enfermos, y efectúan tareas como la limpieza o la preparación de alimentos, lo que permite a quienes les contratan cumplir con sus obligaciones laborales y personales o contar con tiempo de descanso, señala ONU Mujeres. 

Paralelamente, explican que es una de las ocupaciones más antiguas, que tiene origen en el trabajo esclavo y otras formas de servidumbre, que a su vez interviene varias discriminaciones basadas en la raza/etnia (servidumbre) y las de género (asignación de las tareas domésticas y de cuidado de forma casi exclusiva a las mujeres). 

Origen de la conmemoración 

La fecha fue elegida porque en 1988, en Bogotá, Colombia, se llevó a cabo el Primer Encuentro Internacional de Trabajadoras del Hogar, en el que se reunieron mujeres de diferentes países para discutir sus condiciones laborales y abogar por sus derechos, conformándose así la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlatraho).

Posterior a esto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se interesó en el tema y proclamó en 2011, por medio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un tratado histórico donde se creaba un Convenio para asegurar el Trabajo Decente para los Trabajadores/as Domésticos, generando así el primer documento regulatorio de este tipo de actividad económica.

Situación en Venezuela

Una encuesta del año pasado, publicada por el Centro para el Desarrollo Económico (Equilibrium CenDE), señaló que al menos un 10 % de las mujeres venezolanas se dedica exclusivamente al trabajo doméstico no remunerado, siendo más común en un grupo de edad entre 40 y 60 años.  

Por su parte, un estudio del 2018 realizado por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en colaboración con la OIT, estima que en Venezuela hay alrededor de 2 millones de trabajadoras del hogar, lo que representa el 9,4% de la fuerza laboral total del país. 

Pese a que son una parte esencial de la fuerza productiva y a que el país cuenta con una Ley de Trabajo Doméstico desde 2012, estas encaran muchas desigualdades y desafíos. 

La crisis económica agudizó la informalidad en las funciones del doméstico, quienes al verse en la necesidad de trabajar para su sustento y el de sus familias, aceptan las condiciones que les ofrezca el empleador, aunque no sean justas.  

Susana Reina, directora de la ONG Feminismo INC, declaró al equipo de Radio Fe y Alegría Noticias que a lo largo de la historia a las mujeres se les ha considerado ciudadanas de segunda.

“Empezando porque el trabajo doméstico no es remunerado y ni siquiera es reconocido como tal, como si no aportara al producto interno bruto de un país o como si ese sostenimiento del hogar y los cuidados no fuera parte de la economía”, condenó. 

Reina también instó a hacer un acto de reivindicación social hacia las mujeres y a no perpetuar el ciclo de la explotación laboral, donde se considera que lo aportado por una mujer es marginal.  

En este sentido, ONU Mujeres resalta que el trabajo doméstico no remunerado y remunerado es central para la “sostenibilidad de la vida humana” y para el funcionamiento de los hogares, la economía y el conjunto de la sociedad. 

No obstante, el responsabilizar a las mujeres de llevar adelante los oficios del hogar y el cuidado de todas las personas, en muchos casos frustra sus proyectos personales, la posibilidad de acceder al mercado laboral o a puestos de altos rangos y mejor remunerados.     

Otro punto que hace fundamental el debatir este tema es el estado de vulnerabilidad en el que están las mujeres frente al maltrato —común en la labor doméstica—, que con frecuencia va más allá de los insultos y se convierte en abuso físico y, en los casos más extremos, llega hasta el acoso sexual.   

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