Desde marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia por Covid-19, médicos y científicos han trabajado para desarrollar un medicamento capaz de controlar la enfermedad que ha causado la muerte de más de 1,23 millones de personas en el mundo.
Hasta el momento, los estudios científicos de alternativas terapéuticas que van desde los antivirales y el plasma convaleciente, hasta los anticoagulantes, esteroides y cócteles de anticuerpos, no han logrado marcar un punto de quiebre en el curso de la pandemia.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro aseguró en cadena nacional el 25 de octubre de 2020, que “Venezuela ha conseguido una medicina que anula al 100% el coronavirus”, sin presentar ningún respaldo científico, y añadió que se ha iniciado el proceso de certificación ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) para “ratificar los resultados obtenidos por el IVIC”.
El ingrediente activo de la molécula, llamada “DR-10”, es un derivado del ácido ursólico de una planta y no es tóxico para los humanos. De acuerdo con el anuncio del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Venezuela, un grupo de científicos venezolanos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, aislaron una molécula que, en pruebas in vitro “inhibe en 100% el SARS-CoV-2”. El ácido ursólico es vendido en Estados Unidos como un suplemento dietético con propiedades antiinflamatorias.
“Al obtener dicha ratificación de la OMS procederemos a preparar la producción masiva y las alianzas internacionales para aportarla a nivel mundial como una cura contra el coronavirus,” dijo Maduro.
El doctor Ciro Ugarte, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, oficina regional de la OMS para las Américas, dijo en la rueda de prensa semanal del 5 de noviembre que la Comisión Nacional contra la Covid-19 le había presentado las pruebas realizadas por el IVIC en condiciones de laboratorio.
Posteriormente, la OPS envió una carta de respuesta al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, informando sobre los pasos que Venezuela debería seguir para investigar el efecto y seguridad de la molécula DR-10, y en qué revistas científicas publicar los resultados de pruebas, para que sean sometidos a revisión de pares.
“La OPS, en la carta de respuesta, informó sobre los pasos necesarios que Venezuela debería seguir, entre los cuales están realizar la experimentación en todas las fases”, dijo Ugarte.
“No podemos tener conclusiones hasta que haya evidencias, estudios clínicos, experimentos que se realicen, y que los datos sean publicados en revistas de revisión de pares, porque es la única forma de hacer recomendaciones fehacientes a los países y a las poblaciones”, afirmó Marcos Espinal, director del departamento de enfermedades transmisibles de la OPS.
Venezuela no es el primer país en el que se avanzan pruebas preclínicas con el objetivo de desarrollar un medicamento que pueda representar un punto de quiebre en la lucha contra el SARS-CoV-2. De hecho, desde que la OMS declaró la pandemia de Covid-19 el 11 de marzo de 2020, al menos 20 tratamientos terapéuticos han estado en estudio a nivel global, y sólo uno de ellos, el Remdesivir, ha sido ampliamente adoptado para tratar la Covid-19.
Ante el anuncio del gobierno venezolano sobre la molécula DR-10, vale la pena comprender cómo es el proceso de investigación y aprobación de un nuevo fármaco, desde la investigación preliminar hasta su aprobación y distribución en el mercado.
La investigación científica de nuevos fármacos es un proceso largo que requiere de inversión y recursos, y cuyo desarrollo está altamente regulado a nivel global.
En Estados Unidos, por ejemplo, todos los medicamentos y tratamientos médicos requieren de la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) para su comercialización.
La fase pre-clínica
En la mayoría de los casos, el desarrollo de un nuevo medicamento pasa por una fase temprana de estudio preclínico y la FDA sólo se involucra en el proceso una vez que el medicamento ha mostrado ciertos resultados prometedores y el fabricante busca probar su producto en humanos.
De acuerdo con la FDA, el objetivo principal de la fase temprana de desarrollo preclínico de un medicamento es determinar si el compuesto es seguro para su uso inicial en humanos y si presenta actividad farmacológica suficiente, es decir, si demuestra efectos prometedores como tratamiento para alguna patología o condición médica.
Esta fase de estudio preclínico por lo general se desarrolla con experimentos en laboratorio, ya sea en pruebas in vitro o en animales, las cuales buscan determinar si el compuesto muestra suficiente efectividad farmacológica como para justificar la continuación del proceso de investigación y realizar más estudios. Por otro lado, las pruebas en esta fase también apuntan a recolectar datos sobre la potencial toxicidad del medicamento y los posibles riesgos de su uso en humanos.
In vitro es el término que describe aquellos procedimientos médicos, pruebas y experimentos que se desarrollan fuera de organismos vivos. Estos experimentos tienen lugar en un ambiente controlado, como un tubo de ensayo o una placa de Petri. En los experimentos in vitro, los científicos exponen células específicas a un ingrediente activo, y monitorean sus efectos.
Durante la fase de desarrollo preclínico de un medicamento, los experimentos in vitro se enfocan en probar fenómenos biológicos en células específicas sin lidiar aún con diferentes variables presentes en un organismo vivo, las cuales pueden afectar el desempeño del medicamento.
Si bien estos experimentos in vitro son fundacionales para el desarrollo de medicamentos y vacunas, estos no pueden replicar las condiciones que ocurren en un organismo vivo. En consecuencia, es necesario interpretar la data in vitro con cautela, debido a que estos resultados no necesariamente reflejan la reacción que el experimento puede causar en un organismo vivo.
“Muy pocas de las moléculas, de los productos que en experimentos in vitro muestran efectos, se convierten en una medicina para los humanos”, explica el doctor José Esparza, prominente virólogo venezolano, exintegrante del programa global de la OMS para el VIH/sida.
En entrevista para Prodavinci, Benjamin Neuman, científico del departamento de biología de A&M University-Texarkana y miembro del comité internacional que dio el nombre de SARS-CoV-2 al nuevo coronavirus, destacó que, pasar de experimentos in vitro a pruebas clínicas con un medicamento, constituye un salto importante.
“Es muy difícil ir de una prueba in vitro, donde se tiene una pequeña cápsula con las células y el virus y nada más, a un animal pequeño o a una persona», dice Neuman. “Las cosas que funcionan en un pequeño ambiente controlado muchas veces no dan resultado en un ser vivo. El Remdesivir, por ejemplo, fue maravilloso en experimentos tempranos, pero en una persona no tiene mucho efecto”.
En Estados Unidos, Remdesivir es la única droga que ha sido autorizada para tratar la Covid-19. Y si bien ha demostrado ayudar a reducir el tiempo de recuperación en algunos pacientes, el medicamento no previene la muerte de pacientes con enfermedad severa, de acuerdo con un estudio patrocinado por la Organización Mundial de la Salud que incluyó a más de 11,000 personas en 30 países distintos.
De acuerdo con un estudio de Danilo A. Tagle, miembro del National Institutes of Health de Estados Unidos, más del 80% de los fármacos en investigación temprana fallan en pruebas clínicas posteriores. Aproximadamente un 60% de los medicamentos en desarrollo demuestra no ser realmente efectivo, y otro 30% falla debido a efectos adversos que se descubren posteriormente.
Este tipo de experimentos in vitro constituye una etapa preliminar de la investigación científica que antecede a las pruebas in vivo, las cuales se realizan primero en animales y posteriormente en humanos, en lo que es conocido como la fase de pruebas clínicas.
Una vez que han concluido las pruebas preclínicas del medicamento, si los resultados son prometedores y justifican continuar con su investigación y desarrollo, el fabricante solicita a la FDA autorización para realizar pruebas clínicas en humanos.
Pruebas clínicas en humanos
Para dar luz verde a las pruebas clínicas de un medicamento, la FDA primero evalúa los datos de la fase preclínica: estudios farmacológicos y toxicológicos del medicamento, tanto in vitro como en animales, para estimar si el medicamento es razonablemente seguro y no constituye un riesgo para ser probado en humanos.
Por otra parte, también se evalúa la capacidad del fabricante de producir el medicamento de forma adecuada y bajo estándares mínimos de calidad, así como su capacidad de mantener una producción y suministro consistentes del medicamento.
Por último, la FDA evalúa los protocolos propuestos para la realización de las pruebas clínicas, a fin de corroborar que el diseño experimental de las mismas no presente riesgos innecesarios para los sujetos de prueba. Para ello toma en cuenta los estándares éticos que rigen la investigación científica. Dichos estándares incluyen el compromiso de obtener consentimiento informado de parte de todos los voluntarios de las pruebas y de someter los resultados de las mismas a estudio por parte de una junta de revisión institucional o un comité de ética independiente.
Una vez que se evalúan los datos de los estudios preclínicos en función de estos criterios, la FDA puede autorizar las pruebas clínicas en humanos.
El doctor Neuman detalla que el desarrollo de un medicamento, desde los ensayos clínicos en humanos hasta su aprobación, es una meta difícil de alcanzar que toma mucho tiempo.
“Los organismos reguladores analizan qué tan sólidos son los datos, qué pruebas se han realizado y cuáles no, como sucede en una revista arbitrada por pares. Se trata de un proceso de larga discusión, que involucra mucho talento y muchas horas de trabajo”, dijo Neuman.
Como lo explica el reporte del Congressional Research Service sobre los mecanismos de aprobación y regulación de medicamentos de la FDA, las pruebas clínicas buscan medir la viabilidad de un medicamento en función de tres criterios básicos: seguridad, eficacia y efectividad.
La seguridad generalmente se mide probando los niveles de toxicidad del medicamento, para determinar la dosis más alta tolerable o la dosis óptima necesaria para alcanzar el efecto deseado. Este criterio se evalúa principalmente en las pruebas clínicas de Fase I, con estudios que buscan identificar efectos adversos que puedan surgir a partir de la exposición al medicamento.
La eficacia se refiere a la capacidad del medicamento de demostrar un beneficio de salud frente a un placebo en una situación ideal, como por ejemplo un experimento altamente controlado en el que los sujetos de prueba cumplen con condiciones específicas que permiten evaluar los efectos del medicamento, al tiempo que minimizan la intervención de otros factores que pudieran afectar su desempeño.
La efectividad, por último, es el beneficio probado de un medicamento en una situación real, es decir, teniendo en cuenta todos los factores que pueden presentarse en la población. Para medir la efectividad se debe tener en cuenta, por ejemplo, la interacción del medicamento con otras drogas, la influencia de otras patologías de base, la posibilidad de que el médico prescriba una dosis insuficiente del medicamento, o de que el paciente no siga el esquema de tratamiento correctamente.
“Aún cuando todo sale bien, no significa que la droga en desarrollo vaya a funcionar en todas las personas. Ésta debe ser probada en diferentes grupos, de edad por ejemplo, para ver cómo reaccionan al medicamento”, dijo Neuman a Prodavinci.
Las pruebas clínicas de Fase II y III apuntan a reunir evidencia de la eficacia y efectividad de un medicamento en grupos amplios de individuos, al tiempo que continúan monitoreando la seguridad del producto en caso de que algún nuevo efecto adverso pueda aparecer.
Distintos países han propuesto mecanismos para identificar y desarrollar tratamientos prometedores contra la covid-19, y descartar aquellos que no ameritan la inversión de recursos y esfuerzo.
El Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, lanzó un estudio en octubre para determinar qué drogas experimentales en desarrollo avanzado, las cuales han demostrado potencial contra la Covid-19, ameritan avanzar a pruebas clínicas más grandes.
Una vez que los resultados de las pruebas clínicas son publicados, el fabricante del medicamento puede solicitar a la FDA el permiso para comercializar su producto. La institución evalúa toda la data recopilada y los resultados de las pruebas clínicas en todas sus fases y decide si autorizar o no el medicamento para su uso generalizado en la población.
En el caso venezolano, de acuerdo con la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, es el Instituto Nacional de Higiene el ente competente encargado de garantizar el registro y condiciones de uso de cualquier nuevo fármaco que vaya a ser utilizado en el país.
A lo largo de todo el proceso de investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, existe un consenso importante entre la comunidad científica global respecto a la importancia de que los resultados de pruebas clínicas sean publicados en revistas científicas arbitradas y sometidos al proceso de revisión de pares.
En el caso de la molécula DR-10, la ministra del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Innovación, Gabriela Jiménez, afirmó que el IVIC había realizado un estudio enfrentando células infectadas con virus aislados de pacientes venezolanos de SARS-CoV-2, con diferentes concentraciones de la molécula, que es un derivado del ácido ursólico.
“Esta molécula presenta 100% de inhibición de la replicación del virus in vitro. Y luego fue evaluada en células sanas sin mostrar toxicidad en las dosis en las que fue enfrentada en presencia del virus”, dijo Jiménez el 25 de octubre durante la cadena presidencial.
Sin embargo, hasta el momento los resultados de este estudio no han sido publicados y varias organizaciones de la comunidad científica han expresado que cualquier esfuerzo nacional de búsqueda de una cura para la Covid-19 debe ser transparente y tiene que ajustarse a los altos estándares internacionales y controles rigurosos para garantizar la protección de la población.
En un pronunciamiento del 27 de octubre de 2020, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales recalcó que no tiene conocimiento de “ninguna publicación en revistas científicas reconocidas internacionalmente que refieran a los resultados descritos por la ministra”.
El comunicado añade que “la publicación de descubrimientos científicos en estas revistas es un mecanismo que garantiza la revisión y el escrutinio, mediante el arbitraje por parte de expertos, de la rigurosidad de los métodos y la confiabilidad de los resultados”.
Por su parte, la Academia Nacional de Medicina y la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría también publicaron un comunicado conjunto en el que exhortan al Ministerio del Poder Popular para la Salud a “no hacer anuncios que provoquen falsa sensación de seguridad en la población”. El comunicado afirma que no existe ningún medicamento aprobado y certificado para la cura de la Covid-19 y señala que ninguna sociedad científica venezolana ha tenido conocimiento de la molécula anunciada por el gobierno, más allá de los anuncios oficiales.
“La prioridad es publicar los resultados en una revista arbitrada para que la comunidad científica pueda evaluar la situación”, dice Esparza. “De lo contrario estamos teniendo una conversación teórica que no está basada en conocimiento sino en especulación y discusiones basadas en especulación no es como debemos usar nuestro tiempo”.
*** Este es un trabajo de Flaviana Sandoval y Diego Marcano en el marco del proyecto de Prodavinci y el Centro Pulitzer: COVID-19 llega a un país en crisis: Despachos desde Venezuela.