Hoy la palabra habla de Juan y es el día del Maestro.
No es difícil relacionar dos vocaciones tan profundas: el ser fiel a un proyecto y saberse disminuir para que el otro crezca.
Juan se sintió el mensajero, el que tenía que predicar que pronto llegaría el esperado. Y así lo hizo, predicaba y bautizaba. No era importante, el lugar donde dormía o la ropa que llevaba, ni tampoco qué comía…. Lo era su misión. Su fama se extendió, tanto, que acudían multitudes a bautizarse, hasta fariseos y militares iban a oírlo.
Un día, vio acercarse a Jesús, seguramente platicaron en algunas noches y Juan comprende, que es el Esperado.
A partir de ese momento no le importó la fama. Se hizo pequeño para que Él creciera.
Solo en un momento dudó, estaba en la cárcel, y mandó a sus discípulos a preguntar.
Jesús le mando a decir, fíjate en lo que ocurre, los que estaban ciegos ven y los sordos oyen… Supo entender que la Luz y la Palabra estaban entre nosotros, le dio el valor para ser fiel, hasta el último momento.
Era un Maestro.
Por Mireya Escalante