Por primera vez, después de largos años, los intereses de los principales actores (gobierno, oposición y comunidad internacional) parecen tener en común la voluntad política en que se realicen elecciones presidenciales en 2024, en Venezuela.

La confluencia de intereses, que se centra en estas elecciones presidenciales, no tiene sin embargo objetivos similares. El chavismo a través de las votaciones busca perpetuarse en el poder, un sector que se dice opositor quiere seguir medrando del poder chavista y para ello necesitan la relección de Nicolás Maduro; entretanto, la oposición real apuesta al cambio -en líneas gruesas- pero tiene dificultades en trazar estrategias conjuntas más allá de concurrir a las primarias del 22 de octubre.

La comunidad internacional, por su parte, agotada después de una crisis venezolana de múltiples caras, sin vías de solventarse en el corto o mediano plazo, sencillamente quiere pasar la página y para ello necesita que se efectúen unas elecciones medianamente decentes, sin importarles en verdad que Maduro sea reelecto o si hay una transición que tenga a María Corina Machado a la cabeza o si Manuel Rosales resulta, por carambolas, como jefe de Estado.

¿El chavismo va a las elecciones de 2024 para entregar el poder? No, obviamente. Quienes ocupan el poder no tienen aura de honor para hacerse un harakiri político y traspasar mansamente el poder, porque perdieron unas elecciones. El chavismo construye un escenario de incertidumbre: no tenemos directiva del CNE, no hay fecha de las elecciones de 2024, se amenaza con adelantarlas; posiblemente boicoteen de una o varias formas las primarias, etc.

Aquella frase de que los rusos también juegan, es decir que el adversario también tiene su agenda y acciones, por más disminuido que pueda estar, se aplica cabalmente para el chavismo que está y que pretende seguir estando en el poder en Venezuela.

Para ello no sólo movilizará a sus bases tradicionales (menguadas también por la crisis), a la nueva base evangélica, tratará de neutralizar a la oposición real y potenciar a la oposición leal, y junto a todo esto seguirá presionando por el levantamiento de sanciones, como paso previo al acto de votar en 2024. Una vez más el chavismo muestra que la política se juega en varios tableros simultáneos.

El chavismo va a las elecciones de 2024 con dos estrategias muy claras. La primera y la más obvia es permanecer en el poder por otros seis años, hasta 2030; la segunda y más difusa, consiste en un plan de legitimidad internacional. Un Maduro presidente electo en unas elecciones, en las que haya participación opositora y alguna veeduría internacional, podrá tener vía libre en el terreno internacional, sin depender exclusivamente de sus aliados autoritarios (Cuba, Rusia, China, Turquía).

¿Va el chavismo rumbo a un harakiri político, a realizar un suicidio por cuestiones de honor o por sufrir una derrota? De ninguna manera. La estrategia y la reinvención del chavismo en todos estos años ha sido adaptarse para permanecer en el poder sin importar los costos que eso le signifique a la sociedad venezolana.

La permanencia del chavismo en el poder se ha logrado, entre otras cosas, gracias a la destrucción del país. Comprender cabalmente esta lógica, del poder por el poder, será clave para poder trazar estrategias de cambio que puedan tener algún nivel de éxito. No podemos obviar que la sociedad democrática no se enfrenta a guerreros samuráis con códigos de honor. No es algo nuevo, pero nunca está de más recordarlo.

Andrés Cañizález es periodista y director de Medianálisis. @infocracia

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