Todos los alumnos salieron pronto del salón porque hasta las 9:30 de la mañana, el maestro Héctor no había llegado a clases.
La demora sorprendió porque, según los representantes, él no suele faltar a clases; no desde hace un año.
Ya en casa, el señor Juan llegó a casa tras haber buscado a su hija en la escuela ubicada en El Caigual, una localidad indígena distante del centro de Tucupita, donde viven aborígenes y no indígenas.
Juan cargó a su hija en brazos porque viven lejos de la escuela. Así mismo la llevó en la mañana porque en El Caigual nunca ha habido transporte escolar.
Al preguntar el por qué se habían retirado temprano de la escuela, la hija de Juan respondió:
“El maestro Héctor no fue porque no tenía qué comer”.
Hubo un silencio momentáneo en la humilde casa y la cotidianidad continuó.
Ese día, Juan le preguntó -al caer la tarde- a Héctor sobre lo que le había contado su hija. Y sí, él no había ido a clases porque su familia amaneció sin nada en su despensa, lo que obligó al docente a cancelar sus actividades para irse a pescar a “los pozos”.