El milagro de Apure

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“No les quepa la menor duda de que es un milagro y se los dice un científico”, contesta el neurocirujano Alexander Krinitzky a periodistas que lo entrevistábamos luego de conocerse el ascenso del Venerable José Gregorio Hernández a Beato.

Pero ¿por qué este médico, con más de 25 años de ejercicio en San Fernando de Apure, habla con tanta vehemencia y seguridad? Sencillamente porque le correspondió el «honor» de operar a la niña Yaxsury Solórzano ese 11 de marzo de 2017 de una herida de bala en la cabeza en el hospital Pablo Acosta Ortiz de la capital apureña.

“No hay explicación desde el punto de vista médico, de la ciencia, para que esa niña se haya recuperado, de la forma como se recuperó, en el tiempo que se recuperó”, sostiene.

La ruta del milagro

Desde el caserío guariqueño Mangas Coberas, atravesando un largo trayecto a caballo, en moto, en canoa por el río hasta llegar en un carro al centro de salud en la capital apureña, ese 10 de marzo, por cierto día del médico, parecía que la jovencita estudiante de Casa Hogar San Fernando se despedía de este mundo terrenal.

Carmen de Solórzano, mamá de Yaxury Solórzano, la niña amilagrada por José Gregorio Hernández, relata que Krinitzky salió de la unidad de cuidados intensivos del hospital de San Fernando, donde se encontraba su hija y le notificó a la familia que la operaría una hora más tarde. Eran las 3 de la madrugada.

Luego de este momento, comenzaría la experiencia de los Solórzano y el equipo médico apureño, con el entonces “Venerable”, gracias a la sanación milagrosa de la pequeña de 9 años, que se encontraba.

“Cuando él salió y se fue (se refiere a Krinitzky), entró el doctor José Gregorio Hernández y me dijo: a ella, la voy a operar soy yo, porque a mí me mandó Dios a operar a  esta niña”, contó, sollozando, la señora Carmen.

Julián Solórzano, padre de la niña, relata que tras esa experiencia previa a la intervención quirúrgica que le contó su esposa entre lágrimas el 11 de marzo, ellos sintieron alivio y una gran confianza en que el “médico de los pobres” operaría y salvaría la vida de su hija, con las manos del neurocirujano y el equipo médico que lo acompañaría.

 “Ella sale llorando y dice que había visto al doctor José Gregorio Hernández, que estaba al lado de ella, yo le sequé las lágrimas y le dije: por qué lloras pues, no estás viendo que si está José Gregorio con él (con Krinitzky), se va a salvar”.

Con una profunda herida de escopeta disparada a sólo 3 metros de distancia, pérdida de masa encefálica, retardo en la atención médica debido a la enorme distancia y tiempo para llegar al centro de salud y una primera ayuda hospitalaria no especializada, debido a la falta de neurocirujanos en el HPAO, la vida de Yaxury pende de un hilo.

Ese delgado hilo, es su edad y la fe de sus padres en José Gregorio Hernández, revelado para ellos en ese instante, en el neurocirujano andino-apureño, Alexander Krinitzky Pabón.

Dr. Alexander Krinitzky/Foto: Alexander Medina

 La hora de oro

“La hora de oro”, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte de cualquier herido grave.  Es un término médico referido a brindarle la máxima atención al paciente traumatizado para evitar las consecuencias de la lesión, dentro de la primera hora de ocasionada la herida, explica Krinitzky.

Sin embargo, según el médico, este no era el caso de Yaxury. “Ella llegó al hospital como unas 6 horas después de sufrir la herida por arma de fuego, tras haber sido trasladada en brazo, canoa, lomo de bestia, carro rústico, hasta que consiguieron una ambulancia en Guayabal (Guárico), que la trajo a San Fernando”.

Luego de su ingreso a la Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica, transcurrieron 12 horas más para que Krinitzky la valorara, ya que el HPAO, no contaba con neurocirujanos y el médico y su esposa, únicos especialistas en la región para ese momento, se encontraban en Caracas atendiendo también compromisos profesionales.

Con pronóstico reservado. Si se salvaba no quedaría bien

“Era terrible. Comentábamos como equipo que si la niña lograba sobrevivir por los daños que estábamos viendo, era muy probable que los déficits neurológicos fueran muy importantes y que su calidad de vida no fuera la más adecuada”, relata el médico.

En esas circunstancias, la operación del equipo médico efectuada al día siguiente del ingreso hospitalario, a 18 horas después del suceso, no tendría más probabilidades de éxito que el máximo esfuerzo de estos expertos en salud, sustentado en su vocación  de salvar vidas y la intervención de una ayuda extra de lo alto.

Dos semanas después, tras una visita inesperada a su consultorio, de una niña de gorrito rojo, perfectamente recuperada, parada sobre sus pies y hablando, Krinitzky, constata que el equipo médico, efectivamente, contó con este apoyo extra.

“No me imaginaba que era la niña que hace 10 días habíamos operado con aquel desastre que habíamos visto”. A 4 años de aquel milagro, el descendiente de padre ruso y madre tachirense, aún lo cuenta con sublime emoción.

También confiesa que no es devoto de José Gregorio Hernández. Pero a raíz de esta experiencia «milagrosa ya suelo conversar más con él» cuando se le presenta un caso complicado que atender. Y por supuesto, desde entonces recurre a la intercesión de su «colega» para ponerse en manos de Dios en cada intervención quirúrgica.