El país desde una esquina

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Foto: Archivo | Referencial.

“Madrecita, le limpio su vidrio” y me hace una seña de tener hambre. Tendrá el joven unos 15 años, o al menos eso aparenta. Le digo que sí, pero pienso que debiera estar en su liceo a esa hora, como los otros adolescentes y jóvenes que se pueden ver en las otras esquinas.

Él no es el único. También hay dos personas en silla de rueda: un joven al que le falta una pierna y vende chucherías, y en otra esquina, un señor mayor, que se la pasa por esa zona, y que se ve que no puede caminar. También veo varias mujeres jóvenes, una con un niño en sus brazos, y otra con un par de niñas, de unos 7 u 8 años, que también debieran estar en la escuela.  Las niñas piden a los choferes algo para comer. Un poco más allá de la esquina, hay un señor muy mayor que hace gala de su estado físico saltando con una cuerda. Y en otra, un señor de unos 40 años, vende chuchería a dólar, según un cartel que lleva en su cabeza.

Vivo en Barquisimeto. Llego a una intersección de dos avenidas del este de la ciudad. Hay semáforo. Me estaciono en un lugar cercano a una esquina y observo un rato.

Además de lo descrito, cuento cuántos carros se “tragan” el semáforo en rojo, a pesar de lo transitada que es esa avenida. También observo unas motos haciendo zigzag entre los carros, y dos se tragan el semáforo también. O hay mucho daltónico, o simplemente las normas no existen. En otra esquina, una señora está parada esperando que el semáforo cambie a verde para pasar, y el chofer de atrás le toca la corneta para que se apure. Veo también un vehículo de esos que venden medicinas subsidiadas, muy mal estacionado. Un policía que está cerca, no se le ocurre decirle que está mal estacionado, impide la visibilidad. Por otra vía veo un motorizado con dos pasajeros más en su moto, una señora y un niño, ninguno lleva casco, si frena de repente y alguno se cae, seguro le va mal. Más atrás, un motorizado viene manejando y manipulando su celular. Lo que uno se sorprende es que no se haya llevado a nadie por delante.

A media cuadra, unos peatones pasan la calle, en vez de hacerlo por la esquina, en la cual, de paso, el rayado hace años que desapareció.

Cosa extraña, los semáforos sirven los 4, y además, hay electricidad en el sector a esa hora.

Es verdad que también observo unas “señales de vida”: una señora que da unos paquetes de galletas a las niñas que le han pedido algo, así como a un joven que ayuda a un señor mayor a pasar la peligrosa calle con choferes tragándose el semáforo. También observo a una señora que se detiene para que un señor mayor pase la calle. En otra esquina hay también unos jóvenes identificados con un logo de una parroquia pidiendo colaboración para un encuentro de jóvenes. También esta Venezuela generosa, buena gente, existe  y anima. No me olvido de mirar con los dos ojos.

A una cuadra se observa una cola de vehículos, y es que a varias cuadras hay una bomba de gasolina. También puedo ver un bote de agua blanca saliendo de una tubería rota, en una ciudad sedienta. Cerca hay un policía municipal y no parece perturbarse por esa agua desperdiciada.

Esas imágenes, y otras parecidas, reflejan una buena parte de la sociedad venezolana: déficit de ciudadanía, indefensión de los más débiles, la Ley del más fuerte, descuido de las autoridades municipales – como se nota en la ausencia de rayado en las esquinas, en semáforos apagados -, problema de servicios públicos… También la indefensión de personas de la tercera edad y de gente con alguna discapacidad.  Así como la de niños, niñas y adolescentes fuera de las aulas.

Es urgente enfrentar el déficit de ciudadanía que afecta sobre todo a los más débiles, los más vulnerables. Todos tenemos deberes y derechos, y las autoridades tienen obligaciones para con los ciudadanos. Los deberes hay que cumplirlos – por el bien de todos – y los derechos hay que conocerlos para exigirlos, defenderlos y vivirlos.

Necesitamos de campañas ciudadanas. Necesitamos “Ciudades educadoras”, con la participación de centros educativos, organizaciones sociales, academias, medios de comunicación, autoridades municipales. Recordar las normas de tránsito, como respetar el semáforo, estacionar en sitios adecuados que no perturben la visión en las esquinas, respetar el flechado, tanto los choferes de carros, como los ciclistas y motorizados, los peatones, atravesar sólo por las esquinas –por su seguridad -, los rayados para señalizar paso de peatones bien señalados, los motorizados y ciclistas usar cascos, evitar el uso del celular cuando se va conduciendo… en fin, resguardarnos todos por el bien de todos.

La calle no puede seguir siendo una jungla, con la Ley de la selva imperando, sino un lugar de encuentro.

Luisa Pernalete es profesora e integrante del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría y de la Red de Convivencia y Ciudadanía. @luisaconpaz

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