Después de 12 años como docente y una maestría, Naryi Garrido dejó el salón de clases para vender cosas usadas en el porche de su casa.
“El sueldo no me alcanza para nada, la situación del país no me permitió seguir. El salario no me alcanzaba para el alimento de mi única hija, por eso decidí abrir mi propio negocio”.
Naryi asegura que con las ventas de un día cubre una semana de lo que le paga el ministerio de educación pero lamenta haber dejado su escuela.
Sin embargo, no pierde la fe de que la situación cambie.
“Espero volver algún día a recibir a mis alumnos con alegría, con escarapelas, con los salones arregladitos como era antes y no con este desanimo que embarga a los docentes”, cuenta.
La alegría del inicio del nuevo año escolar se transformó en tristeza y preocupación. Así lo asegura el profesor José Estanga, quien se desempeñó toda su vida como docente y fue director de una escuela piloto en la frontera.
Estanga recuerda cómo en sus tiempos, los docentes y estudiantes asistían a clases con alegría, mientras que hoy en día no tienen ningún tipo de motivación.
“Antes había mucho entusiasmo, había comida para los estudiantes, el dinero alcanzaba, pero el problema que tenemos es que es muy difícil exigirle a un docente que asista normalmente con entusiasmo como antes. No tienen ni cómo trasladarse a las escuelas», relata.
Las escuelas de Guasdualito abrieron sus puertas pero los estudiantes no acudieron al llamado a clases. La tristeza, el ausentismo y la preocupación son el ambiente que se respira en el ambiente.