La historia de Alejandra Méndez, una mujer que ha gozado de toda inteligencia humana y que de pronto permanece intacta muy en el interior de su ser, todavía no termina. Están vivas las esperanzas de que pueda volver a la vida por tercera vez.
Alejandra se estancó por razones de la vida en Curiapo, municipio Antonio Díaz en la selva de Delta Amacuro. Nadie en su sano juicio lo hubiera imaginado. Desde hace ocho años, su familia no supo más de ella. Ya no la buscaron más. Se resignaron a no verla más.
Un día llegó y nadie sabe cómo. Creyeron se trataba de una turista más de los que acostumbran a pisar este pueblo. Y sí que lo fue, antes de caer en ese abismo de olvido.
Aquella historia de la física y geóloga se esfumaba con el paso del tiempo de las memorias de quienes llegaron a conocerla. Sin embargo, su alma pedía ayuda a gritos desde esa prisión rodeada de aguas y a kilómetros de su querida Táchira.
¿Cómo llegó allí? No es lo mismo decir que llegó a Tucupita a que llegó a Curiapo, una zona remota, relató Julio Fernández en conversación con Radio Fe y Alegría Noticias. Julio se desempeña como trabajador de una organización internacional humanitaria. Recientemente, habló con Alejandra cuando estuvo de paso por la comunidad.
“Noté que había algo en ella por su léxico, por su forma de hablar. Fue lo que me atrajo de inmediato”, dijo.
Su interés e intriga fue creciendo con cada expresión de la mujer de 40 años de edad. “Era sorprendente que alguien en ese estado de indigencia tuviera tanto conocimiento. Hablaba como alguien que se había preparado”.
Alejandra no revela su nombre
Alejandra, aquella mujer despeinada a la que ven sin un destino claro, con su ropa ya desgastada y un bolso que guinda de su mano, no acostumbra a revelar su identidad. Sabrá ella en medio de su borrosa realidad sus motivos. Tampoco acepta el agua que le ofrecen los curiapeños. No lo hace porque dice que está contaminada. De igual manera es selectiva con algunas comidas.
“No nos decía su nombre. Supimos cómo se llamaba porque casualmente pasaba un lugareño y le dijo: ¡adiós Alejandra! (…) Ella no acepta el agua que le ofrecen allá porque está contaminada. Dice que no es potable. Menos mal cargábamos unas pimpinas de agua y le dimos, se lo acabó todo, tenía sed. Está deshidratada, lo sabemos por su piel reseca”.
¿Quién es Alejandra Méndez Chipia?
Es oriunda de San Cristóbal, estado Táchira. Tiene 40 años de edad. Lleva a sus espaldas un amplio currículo. Uno de sus títulos es la de ser profesora de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA) en el estado Mérida. Ha realizado estudios de Geología y Paleontología en Zaragoza, España. Es profesional en la física y fue colaboradora en una investigación publicada por el reconocido Dr. Mario Cosenza, de la ULA.
Julio Fernández cuenta que, apenas arribó el viernes 22 de julio a Tucupita, la capital de Delta Amacuro, publicó su historia en Facebook, la red social de mayor popularidad, acompañada de algunas gráficas que tomó de Alejandra sin que se diera cuenta. Fue corta y precisa, lo que bastó para que fuese viral y de aterrizar en manos de algunos de sus allegados en Mérida.
La historia de la experimentada en estudios investigativos se fue tejiendo cada vez más. El caso había llegado a oídos de sus dos hermanos, su exnovio y su exsuegra. Esta última es la única que todavía vive en el país, en Mérida y; la primera en comunicarse con Julio.
Había alegría y asombro a la vez por la actual condición en la que vive Alejandra. Al mismo tiempo, dijo querer ayudarla y regresarla a Mérida con la autorización que ya dieron sus hermanos.
No es la primera vez que Alejandra vive como indigente
Por confesiones de su exnovio, se conoció que Alejandra ya experimentó una vida como indigente en Mérida. Esto a raíz de una fuerte crisis emocional que la llevó a un estado delicado de salud mental. Sin embargo, contó con la rehabillitación por parte de una institución gubernamental que se encarga de ayudar a las personas que viven en condiciones de calle.
Ya estando “sana”, decidió especializarse en la Escuela Naval de La Guaira por un año. Estaba profundizando investigaciones referentes a las olas de las costas del oriente venezolano. Fue la última vez que supieron de ella.
“También pasó por Puerto La Cruz y Sucre, hasta llegar al Delta. Nadie sabe cómo», dijo Julio.
Tales afirmaciones coincidían con lo expresado por Alejandra en Curiapo, aunque a veces incoherentes, por lo que Julio no pudo determinar una conclusión precisa cuando habló con ella.
Se presume que Alejandra decayó en su enfermedad mental debido a que no tuvo más acceso a sus medicamentos por el largo período que ha estado fuera de ellos.
Ojalá pueda volver a hacer lo que sabe hacer
Julio, en medio de su impotencia y tristeza, desea el retorno de Méndez, aunque advierte no será fácil. Sugiere que sean sus familiares quienes la convenzan. También dice que es necesario la presencia de médicos para que sepan cómo tratarla y eviten un impacto emocional.
“Siempre se mostró amable. Ojalá pueda volver a la normalidad, que recobre su estabilidad emocional, y pueda encaminarse a lo que sabe hacer. Dice que la única manera de ella salir de ahí es en helicóptero. Tampoco se trata de solo sacarla de Curiapo, ¿Y allá (en Mérida) qué?, ¿Qué pasará con ella luego?”, terminó con esa duda Julio Fernández.
Por Cristian Medina | Radio Fe y Alegría Noticias