En la Misa en Santa Marta, el Santo Padre pidió que en este tiempo de pandemia y caracterizado por un nuevo silencio, podamos crecer en nuestra capacidad de escucha.
En su homilía, el Pontífice habló de la armonía que reinaba en la primera comunidad cristiana: el Espíritu Santo es capaz de hacer maravillas si somos dóciles y si le dejamos vencer tres tentaciones que dividen a las comunidades: el dinero, la vanidad y las habladurías.
En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Martes de la Segunda Semana de Pascua, el Papa Francisco invitó a valorizar la oportunidad que nos ofrece el silencio de este período de pandemia:
“En este tiempo hay tanto silencio. Incluso se puede oír el silencio. Que este silencio, que es un poco nuevo en nuestros hábitos, nos enseñe a escuchar, nos haga crecer en nuestra capacidad de escucha. Oremos por esto”.
En su homilía, el Papa Francisco comentó el pasaje de la primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles (4, 32-37), que describe la vida de los miembros de la primera comunidad cristiana que tenían un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba lo que les pertenecía como su propiedad, porque entre ellos todo era común y nadie estaba necesitado. El Espíritu Santo – afirmó el Papa – es capaz de hacer estas maravillas. La primera comunidad cristiana es un modelo, un ideal, un signo de lo que el Espíritu Santo puede hacer si somos dóciles.
El Espíritu crea armonía. Luego vienen los problemas y las divisiones. Hay tres causas de división: la primera es el dinero. Los pobres son discriminados. El dinero divide a la comunidad, a la Iglesia. Muchas veces detrás de las desviaciones doctrinales hay dinero. La pobreza, en cambio, es la madre de la comunidad. Muchas familias se dividen por una herencia. La segunda cosa que divide es la vanidad, sentirse mejor que los demás y ser visto como los pavos reales.
La tercera cosa que divide a la comunidad son las habladurías, que el diablo pone en nosotros como una necesidad de hablar de los demás. El Espíritu viene a salvarnos de estas tentaciones mundanas. Pidamos al Señor la docilidad al Espíritu Santo – es la oración final del Papa – para que nos transforme y transforme nuestras comunidades para que estén en armonía.
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