Fraternidad y amistad social para un mundo mejor

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Foto: Vatican News

Cada 4 de octubre el mundo de la Fe celebra el día de San Francisco de Asís, el santo de los pobres, de la sencillez, de la naturaleza y de la amistad desprendida.

El Papa Jorge Bergoglio, que un día escogió llevar el nombre del santo, acaba de firmar la encíclica “Fratelli tutti” en donde expone y propone a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que la fraternidad y la amistad social son las vías indicadas para construir un mundo mejor, más justo y pacífico.

Para el Pontífice el compromiso para estos objetivos es de todos, pueblos e instituciones, dirigido a promover los muchos NO que hay que decirle a las guerras y a las globalización indiferente e insensible.

Y es que esta nueva encíclica como lo apunta muy bien Francisco en su presentación tiene «sabor a Evangelio».

El santo de los pobres  “no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios…fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna”.

El concepto, horizonte y práctica de la amistad social

En primer lugar destaca esta novísima «carta» que todos en este mundo partimos de un lugar común: pertenecemos a la misma familia humana, reconocidos como hijos amados por y el Dios Creador, el Dios de la vida y de la esperanza. Por tanto, somos hermanos asumiendo la conciencia de que «en un mundo globalizado e interconectado solo nos podemos salvar juntos».

Confiesa que cuando estaba redactando este documento sorpresivamente apareció la pandemia de la COVID-19 y en ese sentido su llamado a la «salvación de todos y entre todos» cobra mayor vigencia y pertinencia.

Como toda actitud y acción evangélica la fraternidad se edifica no solo desde las «buenas» palabras sino sobre todo desde los hechos concretos y eficientes.

Acota Francisco que los hechos deben materializarse en la “mejor política”, aquella que no está sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del bien común, capaz de poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades.

Una política que, lejos de los populismos, sepa encontrar soluciones a lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales y que esté dirigida a eliminar definitivamente el hambre y la trata de personas.

Asimismo el Papa ratifica que la Paz, la que tanto promovió Francisco de Asís desde la sencillez, no se reduce a la mera ausencia de la guerra sino que trasciende hacia lo que él llama una verdadera «obra artesanal», en el día a día, desde lo simple y cotidiano.

Una Paz que necesariamente debe estar conectada con la reconciliación, con la justicia, con la verdad, en permanente diálogo y en constante proactividad.

En este apartado el Francisco humano, pecador y humilde, condena enérgicamente las armas nucleares, químicas y biológicas así como la pena de muerte.

Invita y anima a practicar el perdón como un don de Dios pero aclara que «perdonar no es olvidar  ni renunciar a defender los propios derechos para salvaguardar la propia dignidad».

El perdón está vinculado a los conceptos de memoria y justicia reparadora y salvífica.

Las partes de la encíclica

La encíclica está estructurada en ocho partes en las cuales el Papa desarrolla temas cruciales como su rechazo a la «cultura de los muros», el amor como constructor de puentes y solidaridades, la ética de las relaciones internacionales, la realidad de los migrantes en el mundo, la concepción de la política como una de las formas de la más hermosa caridad.

Igualmente plantea la urgente y necesaria reforma de la ONU, la práctica cotidiana del milagro la Bondad, el arte de la paz y el perdón, la guerra como un estruendoso fracaso de la humanidad, la garantía de la libertad religiosa como un derecho humano fundamental y concluye con la cita y los recuerdos de otros grandes cristianos como Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y sobre todo, el Beato Carlos de Foucald, modelo para todos de lo que significa identificarse con los últimos para convertirse en “el hermano universal”.

Con información de Isabella Piro, Vatican News