Retando al oficialismo y contando con el reconocimiento de más de 60 países, Guaidó volvió a salir de Venezuela. Es la segunda vez que evade la prohibición de salida del país dictada por el TSJ de Maduro.
Una de las características de un Estado fallido es que es incapaz de hacer valer las normas que dicta dentro de su propio territorio.
La gira internacional ha tenido un éxito sin precedentes. Primero, lo recibió el presidente de Colombia con honores de jefe de estado, luego participó en la “Cumbre antiterrorista Latinoamericana” junto a Mike Pompeo.
Viajó a Europa donde lo recibió el primer ministro británico, el presidente francés, se entrevistó con la canciller alemana, con el jefe de estado de Austria, habló en el foro económico mundial de Davos, con la canciller de España y con el primer ministro de Canadá.
Los acontecimientos están en pleno desarrollo para el momento en que escribo estas líneas. Se informa de una reunión con el propio Donald Trump en Washington para cerrar la gira con broche de oro.
Las preguntas que se hace el pueblo en la calle ¿Lo dejará el desgobierno entrar en Venezuela de nuevo? ¿O Guaidó los volverá a sorprender regresando como si nada por Maiquetía? ¿Por donde salió Guaidó? ¿Entrará por los caminos verdes?
Mientras tanto, el régimen luce desconcertado, sin respuestas, temeroso y errático. Un gobierno que tiene alrededor de 400 presos políticos, decenas de líderes perseguidos, inhabilitados y exiliados, le sigue temiendo a las consecuencias de detener a Guaidó, quien de la gira sale fortalecido.
El oficialismo fracasó con la “operación alacrán” pretendiendo debilitar a Guaidó, comprando parlamentarios y dividiendo a la Asamblea Nacional. Guaidó supo capear el vendaval y la crisis parlamentaria la convirtió en oportunidad y triunfo.
Detener a Guaidó entrando a Venezuela sería hacer de él un mártir. Habían allanado sus oficinas y de inmediato, dando vuelta atrás, revirtieron la noticia, aunque todavía no salen de allí. Además, se exponen a la reacción de los EE.UU. que podría marcar el fin del régimen. Al menos 16 veces ha intervenido la primera potencia mundial de forma directa en América Latina.
Otra opción inconstitucional sería devolverlo al exterior, poniendo en ejecución la pena de expulsión abolida de la legislación patria en el siglo XX. En ese caso Guaidó tendría que gobernar desde el exilio.
@OscarArnal