Habla un hospital enfermo

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“Cuando abrí mis puertas, tenía 420 camas listas para atender a niños con hidrocefalia o patologías crónicas del corazón; Venían desde el interior del país para tratarse. Me emocioné al verlos porque sabía que podía aliviar sus dolores. Para ese entonces estaba limpiecito. Los enfermeros se esmeraban pasándome coleto con agua jabonosa y me desinfectaban con hipoclorito de sodio diluido al 0.1%. Había suficiente comida para dar a cada paciente su dieta específica. Hoy ni siquiera hay agua ni jabón para lavarse las manos. La piel de mis muros luce cochambrosa y levantada, como ronchas sin curar. Cada vez escucho con más frecuencia el sollozo de las madres denunciando que la muerte de sus pequeños pudo evitarse. Suceden por contaminaciones, por bacterias en el ambiente. ¿Cómo ha de sentirse alguien que no puede cumplir el objetivo para el cual fue creado que es curar?”, se dijo así mismo el hospital J. M. de los Ríos.

En 2017, 10 de los 18 niños que recibían el servicio de Nefrología en el hospital J. M. de los Ríos, murieron. Cuatro de los que fallecieron se infectaron con pseudomona.

De acuerdo con Sonia Sifontes, presidenta de la Sociedad Médica de dicho centro de salud, el brote infeccioso ocurrió porque no se hicieron los mantenimientos pertinentes a los tanques de agua y a las máquinas de diálisis.

La bacteria que se propagó en los cuerpos de los pequeños recibe el nombre de pseudomona, se desarrolla en hospitales y puede transmitirse a través de equipos médicos o soluciones de limpieza.

Cuando se contagia un paciente que está débil debido a una enfermedad, la pseudomona puede ser mortal.

Bote de aguas negras en el servicio de Nefrología. Abril de 2017. Foto: @valenciafran | El Estímulo.

Samuel Becerra fue uno de esos 4 niños que murió. Tenía 12 años y padecía de insuficiencia renal. Falleció el 11 de mayo de 2017 por haber contraído pseudomona. El suministro irregular de antibióticos hizo que la bacteria creara más resistencia.

Pero la muerte de Samuel y la de otros niños pudo ser evitada. Tanto la dirección como el Gobierno del Distrito Capital sabían desde febrero que los tanques de agua estaban contaminados porque la Unidad de Gestión de Tecnología en Salud de la Universidad Simón Bolívar (USB) realizó un estudio en todo el hospital y entregó un informe para que se tomaran las medidas correctivas.

El equipo de la USB determinó que alrededor de los tanques había heces de animales y cuando llueve, todo lo que está en el sótano es arrastrado a los depósitos que tenían las tapas abiertas.

La nefasta lista seguiría en aumento ese año y sin ninguna solución a la vista. Katherine Martínez, directora de la ONG Prepara Familia, decidió acudir, junto con Carlos Trapani, coordinador de la organización Cecodap, a una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

“Hablamos sobre la situación de riesgo en la que se encuentran los niños venezolanos y nos recomendaron introducir unas medidas cautelares para los niños del J. M. de los Ríos. Había que cumplir una serie de requisitos y documentar los casos de una manera especial. Así lo hicimos”, afirmó Martínez.

El 21 de diciembre solicitaron las medidas cautelares a la CIDH que fueron otorgadas a los dos meses, el 21 de febrero de 2018.

De hospital a ambulatorio

El hospital de niños Doctor José Manuel de los Ríos es el centro pediátrico más grande e importante del país.

Recibió su nombre en honor a José Manuel de los Ríos, un médico y escritor venezolano considerado el precursor de la pediatría en Venezuela.

El J. M. de los Ríos, como lo conoce la mayoría de los venezolanos, es un centro de referencia nacional que de acuerdo con la clasificación que utiliza el Ministerio de Salud, entraría en la categoría tipo IV, quiere decir que en él se proveen 34 servicios y tiene un número importante de camas operativas.

“Un hospital tipo IV debe de tener hospitalización, actividad docente, investigación, extensión, una serie de servicios (…) pero actualmente nuestro hospital está reducido a un gran ambulatorio, ¿Por qué? Porque en la actualidad no contamos con un servicio de Imaginología. Tampoco algo tan fundamental como realizar una rayos x, de tórax o abdomen no la podemos realizar. No hay ni tomógrafo, ni resonador. No existe la posibilidad de efectuar un diagnóstico de imagen. Hay que hacer afuera los estudios”, lamenta José Garibaldi, subjefe de Medicina II en el hospital J. M. de los Ríos.

Agrega que como consecuencia, los familiares de los pacientes tienen que gastar de su dinero o buscar a alguien que les haga un donativo para poder costear el estudio que requiera la persona.

Garibaldi explica que la estancia hospitalaria de muchos de los niños se prolonga y al producirse esto, aumenta el riesgo de contraer infecciones asociadas a los cuidados de la salud.

“Un paciente que debía estar 10 días internado y se prolonga su hospitalización, es posible que adquiera otra enfermedad o se infecta por algún germen. Esto implica una mayor inversión de dinero para curarlo”, cuenta el subjefe de Medicina II.

Una zona de guerra

Un hospital que dentro de sus funciones contempla prevenir enfermedades, tampoco se puede hacer. Médicos advierten que no es posible cumplir con el esquema de inmunizaciones porque no reciben las vacunas contra neumococo ni rotavirus.

Y cuando se piensa que las circunstancias no pueden empeorar, sí lo hacen. Por ejemplo, en el país de la Emergencia Humanitaria Compleja de instalación lenta, la escasez de medicamentos se sitúa alrededor del 80% en 2019, según las cifras de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven).

Un poco de la desidia del centro hospitalario salta a la vista cuando se observa el estado en que se encuentran sus instalaciones. Las alas norte y este del servicio de Medicina II, están cerradas.

“El ala norte en particular, donde se ofrece el servicio que estoy a cargo, fue demolida por el cuerpo de ingenieros del ejército el 21 de julio de 2014. Demolieron las paredes, los pisos, se hizo un levantamiento total, hicieron todos los planos pertinentes para hacer una remodelación ajustada a las normas internacionales. Nos prometieron que eso iba a terminarse porque había los recursos económicos, pero no se hizo. Tú vas a ese lugar y parece una zona de guerra: no hay pisos, no hay paredes, no hay ventanas”, relata.

Ala norte del área de Medicina II. Noviembre de 2019. Foto: Andrés Rodríguez. | El Pitazo.

Garibaldi expresa que esto representa un peligro para los pacientes porque esa área no está adecuadamente cerrada.

En 2014 se registró un incendio en el ala norte del servicio de Medicina II, lo que trajo como consecuencia que esta área fuese clausurada por una remodelación que nunca se culminó.

Respecto a las intervenciones quirúrgicas, cuenta que cesaron el lunes 20 de enero de 2020. El único ascensor que funcionaba y llegaba hasta los quirófanos centrales, ubicados en el piso siete de la torre de hospitalización, se dañó.

¿La salud como prioridad?

En octubre de 2018, Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, presentó el presupuesto para el ejercicio financiero del Gobierno nacional en el año 2019 que supuso un monto de 1 billón 529 mil 789 bolívares.

Esa cantidad de dinero, al cambio oficial del 31 de enero de 2020 (74.989), es el equivalente a 2 mil 40 millones de dólares. En su alocución, Rodríguez agregó que el 9% de ese total sería destinado al sector salud, es decir, 22 millones 666 mil dólares; unos 11 millones de dólares menos que recibiría dicho sector en 2018.

Pero el recorte en la inversión para la salud no lleva dos años. El Gobierno nacional viene reduciéndole el dinero desde 2015.

Para tener una idea de la reducción, se toma como referencia el presupuesto nacional de 2013, que fue de 92 mil 187 millones de dólares; el 9% (porcentaje que el Ejecutivo nacional ha venido destinando al sector salud durante los últimos años) de ese monto es 1.024 millones de dólares, es decir, los hospitales de Venezuela han dejado de percibir 1.002 millones de dólares al comparar los presupuestos de 2013 y 2019. Esto explicaría la escasez de medicinas y el mal estado de los centros de salud en el país del “todo puede empeorar”.

El Gobierno nacional, en boca de Carlos Alvarado, ministro de salud, ha dicho que el impacto negativo a la salud en Venezuela es debido “al bloqueo financiero imperial”, que a su juicio, ha sido significativo a lo largo de los últimos años.

«(…) En salud nada más son cerca de 500 millones de euros, dinero que está aprobado por el presidente (Nicolás Maduro) para la salud y que no podemos utilizar porque está retenido”, explicó el ministro Carlos Alvarado.

Hasta la segunda semana de diciembre estuvo operativo el servicio de Cardiología y Hemodinamia del hospital J. M. de los Ríos, que tuvo que cerrar por falta de personal médico. Sucedió lo mismo con el servicio de Hematología, que suspendió sus funciones el 14 de enero de 2020 por falta de reactivos y por no tener un espacio de atención a la salud adecuado.

Poco personal y subametralladoras

De prolongarse esta situación en el hospital, Sonia Sifontes, presidenta de la Sociedad Médica del J. M. de los Ríos, asegura que el hospital podría cerrar sus puertas.

“Es posible un cierre técnico porque no se puede atender a los niños. Lo que ellos necesitan ahora no es solo una cama, necesita atención del médico y quedamos pocos, necesita atención de enfermería y también quedan pocas”.

Sonia Sifontes

Reveló que pasó de tener 9 enfermeras en la mañana, a solo 4. “En las tardes llegan dos enfermeras y en las noches a veces una o dos tienen que cubrir todo el servicio”, dice.

Flor María Pérez, enfermera del hospital de niños J. M. de los Ríos desde 2010, cuenta que llega ajetreada a recibir un servicio donde se atienden a 8 personas desde las 7:00 de la noche hasta las 7:00 de la mañana del día siguiente.

A veces le toca atender a los pacientes ella sola “me toca ir a la farmacia o a buscar un médico, entonces debo dejar a los pacientes solos por un momento. No podemos hacer nada porque tenemos esa sobrecarga laboral”, agrega.

La plantilla de anestesiólogos del hospital debería ser de 30. Pero hoy, a lo sumo, hay solo seis. A veces se cuenta hasta con menos porque el personal debe cumplir con su periodo de vacaciones y también se enferman.

“La mayoría de los médicos hospitalarios están enfermos por desgaste. Hay una enfermedad ahorita que se llama Burnout. Yo creo que todo el personal tiene esa enfermedad relacionada con el cansancio laboral, además de hipertensión, diabetes. Nosotros tenemos diabéticos e hipertensos en el hospital. El J. M. es una pequeña Venezuela”, expresa Sonia Contreras.

Uno de los cuadros del chavismo, Jorge Arreaza, canciller de Venezuela, ya se ha referido a la situación en este centro de salud.

El 29 de mayo de 2019, Arreaza atribuyó la muerte de un niño en el hospital J.M de los Ríos a los Estado Unidos. Se trataba de Erick Altuve, tenía 11 años de edad y estaba a la espera de un trasplante de médula ósea que nunca llegó.

Para estos casos, Venezuela tenía un convenio a través de Pdvsa con la asociación italiana para el trasplante de médula ósea, ATMO.

A través de la red social Twitter, el canciller venezolano achacó la responsabilidad a la dirigencia opositora. Aseveró que el programa de salud que ejecutaba el convenio firmado por los ministerios de Exteriores y de Salud, tanto de Italia y Venezuela, había sido confiscado por el Gobierno norteamericano.

«Venezuela envió los fondos a través de Pdvsa y fueron retenidos en Novo Banco, Portugal, gracias a las sanciones y el bloqueo criminal», escribió Arreaza.

Mientras, esa semana, el presidente de la República, Nicolás Maduro, aprobaba 56 millones de euros para uniformes y armamento militar.

Durante su alocución el 24 de mayo de 2019, el mandatario nacional dijo «yo veo la subametralladora ‘Caribe’ en manos de la Milicia en el barrio».
La subametralladora «Caribe» tiene una cadencia de tiro teórica de 1.200 balas por minuto.

¿Qué cosas no?” ironizó el hospital. “Por mis pasillos pasaron militares y gente ligada al gobierno. Traían a sus niños hasta a mí para que se los curara. También recuerdo oír a una madre y a una defensora de DDHH humanos decir que todas aquellas personas que hayan participado en mi destrucción, por acción u omisión, ¡algún día responderán ante la justicia!”, reflexionó.