Es posible que María Alejandra haya visto en alguna parte la película La vida es bella cuando aún no imaginaba ser mamá. Tal vez allí aprendería las tácticas de Guido para mantener la inocencia intacta de su hijo durante el Holocausto, que tiempo después ella ensayaría con su retoño.
A mediados del 2017 marchó rumbo a Chile con su familia por tierra.
Explica que por el agotamiento del traslado una vez en Tumbe, Perú para no cansar más a su niño decidió quedarse en ese país.
Cuando se dirigía a Lima, sus familiares que están fuera del país le recomendaron ir a la provincia de Trujillo al norte de Perú, que allí tenían familia y les recibirían.
“Trujillo está situado en la costa, es muy bonito. Yo vengo de La Península de Paraguaná en Falcón, es un clima parecido al de mi tierra y le haría bien al niño para no darle un cambio tan fuerte”
María Alejandra
Sol, trámites y mentiras
María Alejandra cambió el tibio sol en la piel y el rompimiento de las olas contra las rocas por el tráfico y el bullicio de Lima. Viajó hasta allí para legalizar todos sus documentos. Pagó por cada uno de los trámites, desde la ficha de Interpol -cuando ni siquiera se atrevía a matar un mosquito en Paraguaná- hasta el carnet de extranjería.
En la embajada de Venezuela debía conseguir una autenticación consular que certificara su nacionalidad, tenía un costo de 50 dólares. La prórroga del pasaporte “otros 180 verdes y uno nuevo 280”, dice mientras suelta una risa incrédula.
Dice que la representación del diputado Guaidó no realiza ningún trámite consular.
Las autoridades de ese país habían asegurado que recibirían los pasaportes vencidos, pero María cuenta que es falso, que para firmar contratos o realizar otros procesos hay que presentarlos vigentes.
“unos 35 mil venezolanos estamos en Trujillo y MÁS de la mitad se encuentra PIDIENDO refugio, unos lo hacen por desconocimiento, OTROS por no tener dinero para costear las gestiones legales”
María Alejandra
Un corazón de oro
En febrero de 2018 conoció la historia de un venezolano que tuvo un accidente y se encontraba en el Hospital Regional. No tenía a nadie en Perú que le auxiliara ya que para acceder al sistema de salud se debe tener el carnet de extranjería “o pagar sumas absurdas de dinero, igual que en una clínica”, por lo que decidió junto con otras personas a organizar una campaña de recaudación de fondos “un corazón para Junior”.
Ese fue el primer pasito de María Alejandra para tratar de hacer llevadera la vida del emigrante dándoles apoyo cuando estos llegaban a los centros de salud en un estado de extrema vulnerabilidad.
Para hacerse una idea de cómo puede ser la vida en Perú el salario mínimo son 930 soles, aunque por lo general siempre pagan a los venezolanos entre 400 o 500 soles. Es en esos casos donde la Defensoría del Pueblo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados aceleran el proceso para otorgar el carnet de extranjería, “pero en realidad tardan una eternidad”.
No hay dudas de que la pandemia le ha cambiado la vida al mundo, sin embargo, son los emigrantes quienes la están pasando peor. Al momento de escribir esta crónica ya se han contabilizado dos venezolanos muertos en la provincia de Perú por Coronavirus.
En medio de las dificultades que se multiplican por la pandemia, María Alejandra ha decidido ser la “buena nueva” fundando el proyecto “Corazones para todos” que realiza jornadas de salud, brinda asesorías migratorias y también psicológicas a los emigrantes en Perú.
Participó en reuniones con el Congreso, la Cancillería y el Grupo de Lima a los que les hizo recomendaciones para tratar proveer de alguna asistencia a los venezolanos.
Cuando el chamo de María Alejandra crezca, tal vez ella le cuente los juegos que inventaba para mantenerlo feliz, y que una vez ayudó a tantas familias como ellos a recuperar su dignidad.
@moisesfquintero