Larga muy larga y extensa es la frontera colombo-venezolana, una frontera en la que contrastan diversidad de culturas, costumbres, climas y hasta paisajes. Una frontera que comienza por allá en la Guajira y termina en el Amazonas o comienza en el Amazonas y termina en la Guajira, como usted mejor lo quiera ver. Toda esta introducción para contarles que en estos más de 2.200 kilómetros de frontera solo existen apenas unos cuantos pasos fronterizos legales, entre esos los puentes que unen al Estado Venezolano de Táchira con el departamento Norte de Santander de Colombia, los cuales el día de hoy están rotos y en líneas posteriores les voy a contar las diversas razones, y no es que estén rotos en infraestructura, que es otra cosa que habría que revisar.
En un apartado rincón tanto de Venezuela como de Colombia, los habitantes de la frontera han tenido que vivir los diversos episodios de una frontera que se abre y se cierra a voluntad o más bien capricho de las autoridades de uno o el otro lado, y es que desde al año 2015, en el mes de agosto de ese año comenzamos a vivir el drama de una frontera que a nivel de América Latina se decía que era la frontera más viva y más caliente, y sin duda así lo era; y es que a partir de ese año las comunidades fronterizas han vivido el drama y la incertidumbre. En ese momento por decisión unilateral del gobierno venezolano se ordenó no solo cerrar sino deportar a todo ciudadano colombiano que estuviera de forma “ilegal” o “irregular” en el territorio venezolano sin medir las consecuencias emocionales, separación de familias e incurrir a la violación de derechos humanos que pudo ocasionar esa medida tan controvertida.
Un año más tarde, recuerdo, 17 de Julio de 2016, ambos gobiernos en un idilio pasajero de muestras de cercanía, aunque en realidad fue más por necesidad de atención a los reclamos que llevaban más de un año por parte de la población de reabrir la frontera; los pasos legales por los puentes internacionales Francisco Paula Santander, Puente Unión y el reconocido puente Internacional Simón Bolívar reabrieron el paso peatonal de sus pobladores. Esta fue la gran oportunidad para que miles de venezolanos agobiados por la crisis económica y social salieran de su país, unos a buscar oportunidades en otras latitudes, otros para reencontrarse y abrazarse con sus familiares, y en la mayoría de casos para buscar alimentos y medicamentos y cubrir las necesidades que en Venezuela no se les garantizaban.
Luego de esta apertura existió un tiempo de tensa calma entre ambos países, la movilidad humana seguía, miles de venezolanos usaban estos puentes como punto de salida del país, migrando a Colombia y otros países cercanos buscando oportunidades para mejorar su calidad de vida dado que en Venezuela no estaban garantizadas las oportunidades. El drama de la migración venezolana picaba si se extendía, infinitas colas para sellar el pasaporte en las oficinas de extranjería en Venezuela y Migración Colombia, como también largas eran las filas de personas, niños, ancianos, madres, hombres y mujeres buscando un boleto de autobús en busca de nuevos horizontes, todos los días se repetía la misma historia, era verdaderamente un panorama desalentador.
Llegado el año 2019, los puentes se volvieron a romper y esa “normalidad” de ir y volver de un lado al otro de la frontera con regularidad pronto se vio opacada, una vez más por decisión del estado venezolano debido a una irrupción o manifestación política por parte de la oposición, por llevar ayudas humanitarias a sus ciudadanos otorgadas por varios países de la región y que se encontraban en Colombia. Desde ese 22 de febrero del año 2019 hasta la actualidad los puentes están rotos, esto ha provocado un uso masivo de los mal llamados cominos verdes o trochas, que son los pasos ilegales que históricamente han existido en esta región de frontera. Con fines no muy sanos, esto ha obligado a miles de ciudadanos a movilizarse por estos caminos poniendo en riesgo su integridad física incluso hasta la vida; es duro y triste a la vez escuchar relatos de ancianos que han tenido que tomar este camino obligados, mujeres embarazadas buscando salir de Venezuela, jóvenes buscando oportunidades, hombres y mujeres queriendo ingresar a Colombia buscando medicamentos y así otras tantas historias de movilidad que ignoramos.
Sé y estoy convencido que son miles los caminos y pasos ilegales que existen en esta frontera por los que transitan miles de personas poniendo en riesgo su vida, hoy cuando estamos asediados por una pandemia que parece no tener fin, estos puentes siguen rotos, y están rotos producto de la indolencia y la indiferencia de las autoridades. Están rotos por el capricho de algunos o los intereses de otros, están rotos por la falta de humanidad, de no pensar en las miles de personas que vivimos acá y que por muchas circunstancias dependemos de uno u otro lado de la frontera, de no pensar en las familias separadas que históricamente han vivido en estos territorios o aquellos niños que viven en un lado y cursan sus estudios en el otro, quizá aquella anciana que necesita sus medicamentos para vivir con dignidad, pero la dignidad se pierde en el puente roto.
Son muchas las historias que podemos contar detrás de estos puentes, en este 2021 año de pandemia, una vez más la ilusión de muchos ciudadanos de ver una frontera abierta y en libre tránsito se rompió por la indiferencia de unos pocos. Es paradójico pensar que en la historia de la humanidad los puentes fueron inventados para unir un territorio con el otro, para dar paso y unir a la gente, hoy vemos tantos puentes fronterizos y que ninguno sirva para lo que fue construido, quizá un día no muy lejano recobremos el sentido y entendamos que por encima de cualquier cosa deben estar los derechos de las personas a vivir con dignidad y que se abra la frontera para recobrar los lazos de hermandad que nos ha caracterizado como colombianos y venezolanos.
Yorman Danilo Galviz