«Juan Pedro» cumple 50 años de sacerdocio

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Era el año de 1988. En una convivencia que teníamos en una casa de retiros de Cubiro, Lara, y en medio de un frío penetrante, conocí, junto a otros 12 aspirantes a ser jesuitas, la cálida, humana y sencilla personalidad del Padre Wyssenbach.

Había sido invitado por Potxi Zaldúa, encargado de las vocaciones de la Compañía, para darnos una charla a quienes queríamos abrazar la «locura» de seguir a Jesús desde la vida religiosa.

Catirito, de ojos azules, vestido a la usanza europea y con un rostro casi que imperturbable, cómo nos íbamos a imaginar que comenzaría presentándose con una mentirilla.

Nos dijo que se llamaba Juan Pedro. Que era venezolano de nacimiento, y de paso, de Barlovento. Además, que tocaba muy bien el cuatro y que pese a ser cura no sabía leer muy bien la biblia.

Potxi no aguantaba la risa. Ni el P. Provincial Iñaki Huarte tampoco. Ambos reventaron a carcajada limpia. Todos andábamos desconcertados. «¿Qué pasa aquí?», nos preguntábamos. Hasta que el «Juan Pedro» se confesó que esos no eran sus verdaderos datos.

Debo confesarles que Wyssenbach fue luego una de mis inspiraciones para entrar a la SJ en 1989. Permanecí 8 años en la Orden. Y a Jean Pierre me lo encontré como en tres oportunidades durante mi vivencia con los jesuitas.

En una ocasión, estudiando Filosofía en la UCAB, me invitó a que lo acompañara a una de las tantas ediciones de las reconocidas olimpiadas matemáticas en las escuelas de La Vega.

Le ayudé en la organización de los grupos de los participantes. En revisar los exámenes de cada uno de los 300 muchachos. También me dejó a cargo de aplicar dinámicas grupales para que los chamos no se aburrieran. Fue un día maravilloso.

Pero ese sábado se me hizo tarde. No pude regresarme a La Pastora, donde vivía. Entonces, «Juan Pedro» me dice que no había problema que me quedara a dormir allí, en su casa de La Vega. ¡Qué honor! porque además en la tarde llegaron luego de sus actividades pastorales el P. Luis Ugalde (otra maravilla de jesuita) y el entonces teólogo Wilfredo González.

Ese día fue uno de los mejores de mi vida como pichón de jesuita.

Ya llevo 26 años fuera de la Compañía como religioso. Aún, a Dios gracias me siento conectado, a través de sus obras y de la espiritualidad ignaciana, con la Orden.

Y la vida de Jean Pierre o «Juan Pedro» siempre la recuerdo como una de las vivencias más hermosas que Dios me ha regalado.

Al «barloventeño» muchísimas gracias por sus enseñanzas!

¿De dónde viene?

Sacerdote jesuita que nació el 14 de octubre de 1941 en el país Vasco. Ingresó a la Compañía de Jesús el 7 de septiembre de 1958, llega a Venezuela en 1960, se ordena el 12 de julio de 1970. Hoy está cumpliendo 50 años de ordenado.

Luego de una larga formación académica entre Latinoamérica y Europa para especializarse en teología, estudios bíblicos y filosofía, regresa a Venezuela como profesor en el Colegio San Ignacio de Loyola en Caracas y Los Teques. 

Se erradicó en el sector La Vega de Caracas, desde 1976. Motivado por el Sector Social de la Compañía de Jesús en Venezuela decide acercarse al mundo de los pobres. Fueron más de treinta años animando y acompañando a las familias de este sector popular. Fundador del grupo Utopía de La Vega, que nace como una iniciativa para ayudar a los niños y jóvenes del sector en sus estudios.

Este grupo invita a los jóvenes a inscribirse en el liceo y escuelas de vacaciones cuando lo necesitan, animándolos para que participen en las Olimpíadas de matemáticas y castellano, original creación que sirve para estimular el deseo de estudiar y formarse bien en los alumnos de las escuelas oficiales y privadas, con la colaboración de maestros y jóvenes voluntarios que imparten clases de recuperación.

Su gran preocupación ha sido la calidad de la educación en Venezuela, con su estilo pedagógico da fe de la educación ignaciana. 

Actualmente es superior de la residencia y parroquia San Ignacio en Maturín desde el 2007. Profesor de sagrada escritura en el Seminario Diocesano. Miembro del Equipo de Apoyo a la Evangelización. Organizador de las Olimpiadas de matemáticas, castellano y geografía en Monagas, coordinador de la Pastoral Educativa y Penitenciaria Diocesana. En el año 2016 le fue concedido el doctorado Honoris Causa en Educación por la Universidad Católica Andrés Bello.

Este memorial en vida se queda muy corto ante lo que significa la vida de Wyssenbach para quienes, muchísimos, le hemos conocido a lo largo de estos 50 años.

Estos 50 años serán por todo lo alto a pesar de las restricciones de reunión por la pandemia.

El P. Alfredo Infante, párroco de San Alberto Hurtado, La Vega, y actual director de la revista SIC le dedica este domingo estas líneas.

» Querido Wyssem, ¡Que suene el acordeón! Desde estas tus casas donde me encuentro La Vega y La Revista SIC, celebramos la alegria de saberte junto a nosotros, en camino. Gracias, por tu pedagogía de vida, buscando poner tus conocimientos al alcance de los más pobres, escuela donde me formaste y, espero, de corazón, ser fiel. Que tu sacerdocio entre los pobres, tu pasión, te haga vivir siempre el Espíritu de la bienaventuranza: «dichosos los que eligen ser pobres porque de ellos es el reino de los cielos». ¡Gracias maestro Wissen en nombre de la Vega, La Revista SIC y el mio propio! Te deseo un Olimpico y matemático Aniversario!»

Y el P. Gustavo Ulloa, de Maturín, también le ofrenda al Dios de la Vida estas manifestaciones de cariño para Juan Pedro.

Gracias Wyssem por venirte a sembrar en esta tierra.

Gracias porque tus frutos han transformado tantas vidas.

Gracias por tu opción a los pobres, porque los has llevado del margen del camino a ser protagonistas de su historia.

Gracias por tu amor a la Sagrada Escritura y por despertar en el corazón de laicos y curas el celo por la Palabra de Dios.

Gracias por tus olimpiadas matemáticas que han despertado en tantos niños y jóvenes la destreza, el orden y la capacidad de ser y hacer.

Gracias porque en los últimos años te hiciste un maturinés más, subiendo y bajando de un bus a otro; yendo al Seminario a dar clases; visitando y animando tus comunidades misioneras; recorriendo la geografía de nuestro estado para animar en las escuelas tu apostolado olímpico.

¡Gracias por tanto Wyssem! Eres el modelo de muchos porque has sabido ser tierra buena, abonada, dócil y nutritiva. Por eso de tus frutos tantos hemos comido.

Gracias por estos 50. ¿Cómo pagaremos al Señor el regalo de tu vida?
Hay un solo modo: dando gratis lo que gratis de ti hemos recibido, solo agradeciendo: levantando la copa de la Salvación en tu nombre y por el Nombre del Sembrador que siembra sin ver dónde!

Gracias, Gracias, Gracias y 50 mil veces Gracias.