La cumbre de Bogotá debería fortalecer la negociación en México

183
Cumbre en Bogotá
Archivo/Agencias

La cumbre convocada por el presidente Gustavo Petro para reactivar diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela puede ser una oportunidad para el diálogo constructivo, pero también podría convertirse en otra oportunidad perdida. Todo dependerá del equilibrio que logre alcanzarse en ese espacio, desde su convocatoria hasta sus acuerdos.

El mandatario colombiano afirmó desde EEUU que convoca esta cumbre “con un objetivo: que no haya sanciones y que haya mucha más democracia”. Quizás la velocidad del momento llevó al presidente a esta afirmación, donde se confunde el orden de los factores -que, en este caso, sí altera el producto- y se evoca la abundancia de un sistema político inexistente.

Las sanciones no fueron un castigo impuesto por EEUU, Canadá y la UE desde la nada, sino en respuesta a la pérdida de la democracia, por tanto, el levantamiento de las sanciones genéricas -que no de las individuales- debe producirse de manera gradual y en la medida en que se constate un mejoramiento de las condiciones que les dieron origen. Es por ello que el orden de los factores sí altera el producto y el objeto de esta y de cualquier iniciativa sobre Venezuela debe apuntar primero a el logro de señales claras hacia la recuperación de la democracia y, a partir de allí, avanzar en el levantamiento gradual de las sanciones genéricas.

Un flaco favor

Por otro lado, convocar una cumbre para que haya “mucha más democracia”, parte de la base de que existe una buena dosis de democracia. Con esa declaración de abundancia el presidente Petro corre el riesgo de no ganar la confianza de uno de los actores que participan en la mesa en México, ni de algunos de los países convocados a Bogotá. Si Maduro amenazó de retirarse de México a fines de 2021 por una declaración de la primer ministro de Noruega que aludió a la “reducción de la democracia”, flaco favor le hace Petro a su imparcialidad al dar por sentada la existencia de democracia en Venezuela.

La recuperación de la inexistente democracia depende en parte, mas no exclusivamente, de la realización de elecciones libres y justas, por lo que la cumbre debería llegar a acuerdos sobre mecanismos para impulsar una hoja de ruta a partir de las recomendaciones de la Misión de Observación Electoral de la UE y del panel de expertos electorales de la ONU, como indicadores objetivos en esta materia.

Pero para no reducir la democracia a un evento electoral, los asistentes a la cumbre también deberán intercambiar ideas sobre su papel en la ampliación de la interlocución en la mesa de México, de tal manera que se incorpore tanto a la sociedad civil como a otros actores políticos. Igualmente, la cumbre debe pensar en fórmulas para la inclusión progresiva en la agenda de México del tema de los derechos humanos, la independencia de la justicia, el control territorial y la recuperación del monopolio de la fuerza por parte del Estado.

Un tema que debe abordarse es cómo destrabar el limbo en el que ha caído el desembolso y la administración de los fondos del acuerdo social firmado en noviembre pasado. En este punto hay una responsabilidad especial de EEUU, uno de los gobiernos que asistirá a la cita de Bogotá. Antes de pensar en el levantamiento de sanciones, EEUU debe honrar un compromiso que le permitiría tanto dar señales de su buena fe, como desafiar al gobierno de Maduro en cuanto al uso de tales fondos en beneficio de la población más golpeada por la emergencia humanitaria.

El gobierno del presidente Petro ha insistido en que la cumbre de Bogotá no busca sustituir la mesa de México y así debe ser, pero no basta con no sustituir a México. La cumbre, sin la presencia de las partes involucradas, debería ser una oportunidad para que los asistentes formen un grupo de garantes que, manteniendo a Noruega como facilitador, fortalezca el ejercicio de México desde una posición balanceada e imparcial. Colombia sola no puede jugar ese papel ya que es difícil, por no decir imposible, ser mediador en los conflictos de un país que, a su vez, es mediador en los conflictos de ella misma. De ese punto de equilibrio e imparcialidad dependerá que esta nueva cumbre no se convierta en más de lo mismo.

Ligia Bolívar es activista y profesora universitaria. @ligiabolivar

Las opiniones expresadas en la sección Red de Opinadores son responsabilidad absoluta de sus autores