«Soy una habitante más de tantos trujillanos que desde hace más de cinco meses no contamos con gas doméstico».
Son palabras de Karina Rodríguez, habitante de Valera, en el estado Trujillo, quien no ha visto pasar por su comunidad al camión del gas desde antes que iniciara la cuarentena social en el país.
Su espera se vuelve interminable. Es madre de dos niños pequeños y debe resolver, a como de lugar, la preparación de sus alimentos.
Karina busca, sin conformarse, las alternativas que más tiene a la mano para sobre llevar el día a día en su hogar. Desde una cocina a gasoil y otra eléctrica han pasado por su casa para alimentar a sus hijos.
La primera la descartó porque se acabó el gasoil y la segunda la usa solo cuando el servicio eléctrico es algo estable, pues los racionamientos también están a la orden del día en su localidad.
Ella no cuenta con un ingreso suficiente para pagar los 30 dólares que en el mercado negro le piden por una bombona de gas doméstico.
«Me ha tocado por emergencia usar la cocina a leña porque a veces no se puede remediar de otra manera. He tratado de no caer en eso porque afecta mucho en materia de salud», expresa Karina.
Ella relató a Radio Fe y Alegría Noticias que así como ella, el resto de la población del estado Trujillo debe ingeniárselas para poder cocinar en tiempos de pandemia.
La causa de la escasez del servicio es que los cilindros son llenados en la planta de Jose, ubicada en el oriental estado Anzoátegui, lo que se traduce en un viaje de varios días hasta regresar a los andes venezolanos.
Al menos, es la explicación que les dio la presidenta de Gas Comunal en Trujillo, quien refirió que así como están ellos, otros estados también están en cola por lo que no hay capacidad para cubrir la demanda de manera más eficaz.
«Ahora hay que esperar quien sabe cuántos meses más para que le puedan surtir de gas a todo el estado», lamenta Karina.
Ni un solo censo
Karina Rodríguez explica que la manera «legal» de comprar el gas doméstico es a través del censo que hace el Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP) en las comunidades.
Sin embargo, afirma que en lo que va de año, no ha visto que realicen ni el primero en su sector por lo que no ha visto que sean incluidos en el cronograma de abastecimiento de gas doméstico.
Además, desconoce el precio que tendrá cada bombona pues tampoco les informan cuánto costarán.
Lo que sí sabe es el precio en el mercado negro. De manera «ilegal» pero más rápida puede conseguir una bombona de 18 kilos pagando 20 dólares. La de 45 kilos se consigue hasta en 50 dólares americanos.
Pero no hay garantías de que, aun pagando en moneda extranjera, el servicio sea el deseado porque se han presentado casos en que llenan las bombonas con otras sustancias mezcladas con el gas para hacer el peso deseado. Con estas «trampas», la bombona puede durar, si acaso, dos semanas.
Otro problema es el precio. Según Karina, «uno es un asalariado (que) no tiene capacidad para gastar tanto dinero así, no alcanza».
Así que no le queda más que volver a las opciones de las cocinas a gasoil o eléctrica.
Este panorama no solo se vive en el hogar de Karina Fernández. Muchos padres y madres de familia en Trujillo están en la misma necesidad de variar entre alternativas para solucionar, así sea a corto plazo, la preparación de los alimentos para sus familias.
La escasez del servicio de gas doméstico en la entidad andina no es de data reciente. Incluso desde antes que llegara al país la pandemia por la COVID-19, este y otros servicios ya venían en debacle.