Así se titula un provocador libro de Michel Desmurget, doctor en Neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de Salud de Francia, en el que alerta sobre los peligros del abuso de los dispositivos digitales. Según el autor, el uso de la tecnología, lejos de ayudar al desarrollo de los niños y estudiantes, produce graves complicaciones: sobre el cuerpo (obesidad, problemas cardiovasculares, reducción de la esperanza de vida), sobre las emociones (agresividad, depresión, comportamientos de riesgo) y sobre el desarrollo intelectual (concentración, memoria y empobrecimiento del lenguaje). Esto es tan cierto que hay que reescribir los cuentos infantiles para que los niños los entiendan pues tienen un vocabulario muy reducido y no soportan frases y párrafos largos.
Disney lanzó el programa “Baby Einstein” unos vídeos para bebés que publicitaban como educativos. Pero se demostró que los niños que los veían tenían problemas de lenguaje. Un grupo de padres amenazó con ir a juicio y, antes de que eso ocurriera, Disney decidió pagar mucho dinero y retirar la palabra educativo. Un estudio en Francia mostró que las familias que protegen a sus hijos del abuso de las pantallas obtienen mejores resultados académicos. E incluso Addares Schleicher, coordinador del informe PISA sobre la calidad educativa, advirtió sobre el uso de los aparatos digitales en las escuelas y decía que “en realidad empeoran las cosas”.
¿Será por eso que la mayoría de los dirigentes de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios sin computadoras y tampoco les permiten en la casa usar el Ipod y otros dispositivos digitales? Un alto ejecutivo de Google reconoció que sus hijos no utilizaban pantallas, y el exdirector de la revista Wired, la biblia de las nuevas tecnologías, admitió que a sus cinco hijos les restringía su uso, porque conocía sus efectos. En Taiwan consideran que es maltrato permitir que los menores pasen mucho tiempo delante de una pantalla y en China una ley prohíbe que los niños jueguen videojuegos más de 90 minutos al día y nunca entre las diez de la noche y las ocho de la mañana.
Desmurget sostiene que las pantallas están creando, además de cretinos, adictos. En una entrevista que publicó el periódico español El Mundo, señala la cantidad de horas dedicadas a las pantallas: “En los países occidentales los niños menores de dos años pasan diariamente casi tres horas delante de una pantalla; entre los ocho y los 12 años están casi cinco horas; de los 13 a los 18 años su consumo roza las siete horas diarias…Si sumamos el tiempo que un joven pasa entre los dos y los 18 años delante de una pantalla equivale a 30 años escolares, a más de 15 años de empleo a jornada laboral completa… Y eso sólo si medimos el uso de pantallas por motivos recreativos y dejamos fuera el tiempo que las utilizan en el colegio o para hacer deberes.
Desnurget asegura que las pantallas van a ser el próximo gran problema de salud pública, pero duda que se tome en serio porque “hay mucho dinero por medio”. Sus recomendaciones son: Antes de los 6 años, cero pantallas pues a esa edad son muy severos los impactos. A partir de los 6 años, si los contenidos son adecuados y se respeta el sueño, media hora al día, nunca en la noche o antes de ir al colegio.
Si bien sería absurdo ir contra las tecnologías que, bien usadas, son medios de aprendizaje, comunicación y formación extraordinarios, estas advertencias nos deberían ayudar a desmitificar la educación virtual y fortalecer la educación presencial que es más idónea para socializar y formar.