Estoy convencido de que la gente que avanza es la gente que se esfuerza más que el promedio. Madrugan, estudian más, trabajan más. Esa gente no tiene suerte. Tiene disciplina.

Denzel Washington

Alejado, distante y desprendido del tradicional estilo de ser un político caracterizado como otros que conocemos en América Latina por estridentes, demagogos, embusteros y mentirosos, el del Salvador, Nayid Bukele, rompió una larga tradición en ese país centroamericano que hoy lo convierten en centro de atención de analistas y estudiosos de la opinión pública que no dudan en atribuir su éxito a la disciplina, ser organizado y tener una conexión cerebral con lo que dice y hace.

Este año que recién estrenamos, esa nación centroamericana que hemos conocido por su largo historial de violencia, inestabilidad política y asesinatos va a elecciones presidenciales el 4 de febrero próximo, donde Nayid Bukele, según las proyecciones, está de pie sobre la cima de un favoritismo superior al noventa por ciento de las preferencias electorales de los salvadoreños.

El éxito principal de su gestión lo ha logrado al detener, frenar, contener y combatir la escalada violenta del hampa organizada de las Mara Salvatrucha o MS13 y Barrio 18, que dirigieron perversamente, a sangre y fuego, todo tipo de delito en perjuicio de la población de ese pueblo hermano. Esta realidad significa en la vida de los salvadoreños un valor que no tiene precio.

En El Salvador, la nación más pequeña de Centroamérica, el significado de la vida no existió durante muchos años. La lucha política asimismo degradó el respeto a la condición humana cuando el extremo de la barbarie llegó a cegarle la vida a Monseñor Arnulfo Romero, Obispo de San Salvador, de un certero disparo en momentos que oficiaba la homilía un 24 de marzo de 1.980.

Su muerte seguiría a decenas de salvadoreños que sucumbieron a la violencia de verdugos de derecha e izquierda, militantes de la Alianza Republicana Nacionalista, ARENA y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN. Ese balance violento por años fue titular de primera página de la prensa internacional. El mundo no olvida, nueve años después, el caso de los ocho mártires de la UCA, entre ellos, cinco sacerdotes jesuitas españoles, asesinados.

Ese hecho que conmovió al mundo fue ejecutado el 16 de noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, ubicada en la ciudad de San Salvador a manos de un pelotón del batallón Atlácatl de las Fuerzas Armadas del Salvador, durante la administración del expresidente Alfredo Cristiani. Hoy prófugo y requerido por presuntos delitos de corrupción. Una época difícil que vivió El Salvador envuelto en una declarada y sangrienta guerra civil que arrebató la vida a miles de hombres y mujeres de cualquier edad.

Bukele, obviamente, a lo mejor no es santo de devoción o no le cae bien a muchos de sus connacionales que no avalan su estilo. Tiene adversarios, críticos y opositores que lo acusan de gobernar, cual moderno tirano, al impulsar reformas constitucionales que lo favorecen para presentarse a un segundo mandato. Logró que la Corte Suprema de Justicia lo habilitara aún cuando la Constitución lo prohíbe.

Desde hace cerca de dos años rige en ese país un estado de excepción, decretado el 27/3/2022, que ha permitido contener y poner a raya la agresividad y delitos de las pandillas. Fue una decisión inédita, audaz y valiente por encima de cualquier crítica, que le ha valido a Bukele ser señalado por entidades de vulnerar los derechos humanos de los salvadoreños.

Una de ellas, Human Rights Watch, lo asegura. No obstante no se conoce de esta ONG alguna actuación, posición o respuesta cuando sangre inocente tiñó las calles de ese país a causa de la actuación criminal. Lo actual es una verdad de peso que refleja que de cada diez salvadoreños, nueve avalan la gestión de Nayid Bukele. Sin embargo, quienes se oponen a que continúe al frente del Estado carecen de pegada, no logran conectar, cambiar o modificar las preferencias del electorado.

Algo así, diríamos en Venezuela, es preferible a tener un malo conocido que un bueno por conocer. La gente de El Salvador cansada de engaños, corrupción, impunidad y violencia sabe que “lo nuevo por conocer siempre es malo, trae riesgos, peligros, dolores”. Los salvadoreños mayoritariamente lo aprueban y no les importan sus métodos.

No es, por consiguiente, una utopía ni un eslogan más que hoy la seguridad en calles y espacios públicos de esa nación, han sido devueltos al ciudadano de a pie, a la familia, a comerciantes o a los empresarios, víctimas desprotegidas por años de asesinatos, atracos, robos, extorsión y cobro de vacuna. Logros de este tipo y otros han perseguido mejorar los sectores de educación, salud, turismo, infraestructura, vialidad y servicios.

Esa realidad suma avances que le permiten a Nayid Bukele elevar, ascender y tomar alto vuelo entre las preferencias electorales, cuando el 4 de febrero próximo, sean celebradas las elecciones que definirán los cargos a la Presidencia de la República, vicepresidencia, legisladores y autoridades municipales.

En su camino no le ha hecho mella el señalamiento de ser un “musulmán encubierto”, contrario al arraigo católico del salvadoreño, ni haber formado parte del FMLN del que fue cercano y asesor de imagen, a través de una agencia publicitaria de su propiedad. Tampoco de sus simpatías con Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz. Es inteligente al hacer un buen uso de las redes sociales que le ha permitido, deslastrar su presunto pasado oscuro, que sus adversarios no han logrado sacarle provecho electoral.

El Salvador es un país pequeño, —tres veces menor al tamaño del estado Zulia—, nada petrolero que basa su economía principalmente en la actividad agropecuaria y en otras áreas productivas que, sin embargo, le permite a la población devengar un salario mínimo mensual de 365 dólares, cuando, en contraste, los venezolanos percibimos algo más de tres dólares en el mismo lapso o lo que es lo mismo 130 bolívares.

Asimismo, los pensionados de ese país centroamericano son atendidos por el Estado de acuerdo con escalas según el origen de la actividad cumplida en su vida laboral. No es un secreto que al pensionado salvadoreño le alcanza el dinero para alimentarse y comprar medicamentos. Lo mismo no pueden decir los pensionados venezolanos en un país con la mayor reserva mundial de petróleo. Es vivir el drama de comer o comprar el tratamiento médico.

La pobreza seguramente existe en esa nación, pero analizando las referencias estadísticas de organismos internacionales, es menor en esa región de Latinoamericana que en otros países. El salvadoreño disfruta de una mejor calidad de vida que, probablemente, podrá tener sus altos y bajos, pero nada comparable a la tragedia social, por ejemplo, que existe en un país de tradición petrolera como el nuestro, donde la calidad de vida es precaria y la corrupción le ganó la carrera al gobierno revolucionario.

Un dato necesario para recordar es que la migración salvadoreña por años ha sido alta, teniendo residentes en el exterior estimados en 1,2 millones de personas, muy distinta a la venezolana que, en menos años, está ubicada entre 7,7 a 8 millones de personas. Hoy esa realidad está invertida respecto a la venezolana que sigue en aumento y atravesando El Darién. Una mejor calidad de vida, a partir de la seguridad personal y del patrimonio familiar o empresarial, es un buen indicador del descenso migratorio salvadoreño.

Además, soportado por el ingreso de las remesas que llegan desde el extranjero, calculadas en 2023 en ocho mil millones de dólares, permiten dinamizar la economía y la actividad productiva familiar. Algo que no es lo mismo decir ni se parece a lo asegurado por el ministro de Ecosocialismo venezolano, según lo cual, el crecimiento, incremento y presencia de zamuros en los vertederos de basura de algunas ciudades, tiene su origen en el mejoramiento de nuestra economía.

En resumen, Nayid Bukele, separado de su cargo de Presidente de la República de acuerdo con las normas del Tribunal Supremo Electoral, TSE, desarrolla la campaña a la reelección con su partido Nuevas Ideas (NI). Tiene seguridad en lo que expresa, es pausado al hablar y muy circunspecto. Las críticas y cuestionamientos a su estilo de gobernar, a despecho de sus detractores, le ha permitido liderar un gobierno distinto, inusual y nunca visto por los salvadoreños.

Luego de su paso como Alcalde de Cusclatán y de San Salvador, ganó por primera vez la Presidencia de la República, donde supo sembrar en tierra fértil una idea, una propuesta y manera de ganarse la confianza y respeto de una nación que ha sufrido, digamos, una milenaria violencia desde el momento mismo que el conquistador española pisó por primera vez suelo salvadoreño.
¡Amanecerá y Veremos!

José Aranguibel Carrasco es periodista y columnista.

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