Lo de El Caracazo se veía venir

142
El Caracazo
Archivo COFAVIC

El 27 y 28 de febrero de 1989 fueron los días más intensos en los sucesos denominados El Caracazo, mediante los cuales una reacción espontánea de cientos de ciudadanos de zonas populares de Caracas, Guarenas y Guatire ante el aumento de los precios de alimentos y combustible se convirtió en la principal señal de un gran descontento social.

El jesuita y teólogo Pedro Trigo aseveró, a través de Radio Fe y Alegría Noticias, 33 años después, que «lo vi venir.». Esta «premonición» la sustenta a través de un análisis de aquel contexto.

En primer lugar apunta que el recién estrenado presidente, en su segundo mandato, Carlos Andrés Pérez comenzó a aplicar medidas económicas contrarias a lo que había prometido en la campaña electoral.

«Quitó subvenciones y aranceles a las importaciones y no hizo ninguna compensación. La gente, muchos sin trabajo, otros con sueldos de miseria, se sintieron abandonados», destacó Trigo.

Y en medio de este desconcierto apuntó que el detonante fue el acaparamiento de los alimentos porque les estaban remarcando los precios para sacarlos con un aumento desproporcionado.

Literalmente señaló que «no había comida. Cuando la gente se percató, asaltó las ventas de alimentos. Fue lo que se llama un contagio de masas. La gente bajó de los cerros. La ciudad vio con estupor el estallido. De la comida se pasó a los colchones, vestidos, calzados».

Archivo

La represión de los militares

En torno al papel que jugó la Fuerza Armada Nacional de la época indicó que los militares también participaron del saqueo que se desencadenó al día siguiente, el 28, luego de las primeras manifestaciones. Y junto con ello llegó la mortal represión.

«Cuando se sacó al ejército lo que hizo no fue poner orden sino saquear muchísimas viviendas y que para buscar lo robado y disparar a matar sin averiguar nada. El resultado fue cientos de muertos, la mayoría de los cuales no había tenido que ver en el asunto».

Pero para el teólogo lo más grave fue la negación de Pérez de la existencia de fosas clandestinas en donde se iban arrojando los cadáveres «pero cuando un juez ordenó que se averiguara y se identificaron los primeros muertos y se celebró una misa en La Peste pudimos ver en un talud las bolsas de plástico llenas de cadáveres y hasta sentir el olor espeso a verdadera peste».

En su clarividencia, como todo profeta de Dios, dejó en evidencia que «el robo, sobre todo de electrodomésticos, del día siguiente, en su mayoría, no fue de gente de barrio sino de gente popular. Ahí no hubo ningún contagio sino aprovecharse de la situación. Fue completamente negativo. Pero lo más negativo fue la actuación del ejército, una actuación verdaderamente criminal».

Y confiesa que lo peor ha sido que esas señales de advertencia no fueron atendidas en su momento por el gobierno. Y parece que en los actuales momentos tampoco.

También cuestionó a la izquierda de ese entonces que «hizo todo lo posible porque esa revuelta espontánea y ocasional se convirtiera en una rebelión, cosa que, gracias de Dios, no sucedió».

Pedro Trigo, sj/Archivo

La revelación

Pedro Trigo lleva más de 40 años escribiendo para la revista SIC, del Centro Gumilla, perteneciente a la Compañía de Jesús en Venezuela. En esa oportunidad su vaticinio sobre estos sucesos lo plasmó en un artículo revelador.

Cuenta que «nosotros esa tarde habíamos tenido una reunión en el Gumilla para analizar la situación y yo presenté un papel de trabajo en el sostenía que iba a haber un estallido. El papel fue publicado en la revista advirtiendo que, aunque los lectores no lo creyeran,había sido escrito antes del estallido».

Luego de participar en la celebración de unos votos religiosos en Los Teques corroboró, con sus propios ojos, parte de lo que había pronosticado.

«Al bajar por la Baralt vimos que los comercios estaban bajando las santamarías. Yo dije que me habían tomado la palabra demasiado rápidamente. En el centro de Los Teques vimos algunos saqueos. Comenzamos a bajar poco después de las 10 de la noche y no pudimos llegar a la casa de La Pastora sino a las 12 y vimos de todo», rememora.

El salmo de La Revuelta

En la tradición del antiguo testamento un salmo es una plegaria, mayoritariamente de un profeta enviado por Dios para anunciar los presagios que se le han sido revelados.

Para escribir el salmo de la Revuelta Trigo entendió, hace 33 años, que «tenía que resonar la situación ante PapaDios y de ese modo encontrar el tono anímico y la comprensión adecuadas y también para compartir con la gente de los barrios donde iba a leer el evangelio».

También lo leyó en Radio Fe y Alegría de Caracas. Y la gente llamaba para que lo repitiera. El salmo estaba calando porque era una palabra denunciativa, profética, reveladora, de mea culpa y también de esperanza en medio del caos.

Pero a los empresarios de la época no les gustaron esas palabras mordaces. «Empresarios se quejaron al padre (José Javier) Castiella (director del IRFA para ese momento) y convocó a una reunión conmigo que se acabó en seguida porque yo le había entregado el salmo y él lo había leído y le dio mucha rabia ver que habían distribuido una copia para cada asistente, completamente mutilada y desfigurada».

“…Cuando los cauces se reventaron, cuando de pronto pareció todo posible, cuando de pronto el pueblo se encontró con su fuerza y en completa libertad, no se dirigió contra ninguna persona, no quiso cobrar vidas, de pronto se contentó con comida y ropa, luego buscó realizar viejos sueños: un buen colchón, artefactos eléctricos, bastante licor y finalmente la cosecha, para compartir, cambiar y vender. En la ciudad reinaba el miedo y en el barrio la alegría del botín. La mercancía, ese fetiche inalcanzable, yacía por fin a sus pies, sometida sin ningún esfuerzo. Ese fue Señor, el día increíble en que los pobres compraron sin plata y mandaron los que no tenían ningún poder.”

Trigo no sabe si volvería a escribir algo parecido en el actual contexto porque sencillamente intuye que es muy difícil que nuevamente se dé lo que él mismo llama el «contagio espontáneo de masas». Hay situaciones similares a las de 1989 pero algunos actores han cambiado. Otros nuevos han surgido para mayor control.

Por eso señala que «hoy los barrios están más desmovilizados y además mucha gente está desengañada de las ilusiones que se hizo con el liderazgo de Chávez y además ellos y las bandas armadas tienen el control, incluidos los “patriotas cooperantes”.

Y agrega que «el contagio de masas no puede planificarse. Para que haya un cambio tiene que ser algo mucho más orgánico que parta de un número suficiente de personas con libertad liberada que se organice en comunidades, grupos e instituciones personalizadas y que lleguen a formar un cuerpo social articulado y abierto. Sólo con esta base puede darse una alternativa superadora. Un cortocircuito empeora la situación» y la revuelta también.

Propone para esta situación actual del país que haya palabras de aliento la gente tiene que sentir que «quien las dice es alguien totalmente solidario. Si lo dice como un intelectual, como alguien que está fuera, eso no tiene ningún fruto».

Invita a distinguir entre ver la realidad y denunciarla. «Y dentro de lo negativo (de la realidad) hay mucho de positivo, mucho de posibilidad y la gente tiene que aprender a ver esa posibilidad».

Y remata diciendo que «lo que no puede faltar nunca es la palabra de Dios. Me parece que una palabra evangélica interpretada es importante».